No cabe duda de que el cine de terror está viviendo un momento que podríamos llamar agridulce. Por un lado es cierto que en cierta manera ha conseguido salir de su categoría de nicho llegando, cada vez más, a un público más amplio. Pero como contrapartida esto ha implicado una domesticación evidente, volcándose en su aspecto más comercial y con ello viene la repetición de esquemas, fórmulas y, cómo no, la inevitable aparición de sagas, secuelas y demás “imposiciones” comerciales que están restando frescura a las propuestas.
Por si fuera poco también hay una suerte de pico de sierra en cuanto a subgénero. De repente todo es sobrenatural o todo ‹slasher› o todo, como en el caso que nos ocupa, cine de zombis (o infectados, que no se enfade nadie). Virus: 32 se encuentra pues en esta encrucijada: ser otra película más que sigue la moda, ser un producto de consumo comercial y al mismo tiempo intentar aportar algo nuevo a un tipo de películas que, no nos engañemos, no parecen dar más de sí.
El resultado de esta modesta propuesta uruguaya firmada por Gustavo Hernández ofrece un poco de todo ello. Hay que agradecer su honestidad, su no renuncia a ser lo que es, un puro ejercicio de cine B con sus limitaciones y, cómo no, sus claras influencias tanto de género como dirección. Al mismo tiempo, y justamente por la libertad creativa que ofrece estar por debajo del radar, es innegable que posee momentos creativos y tensos. Esencialmente en un primer tramo de película donde de forma sintética aborda la infección y el dibujo de personajes de forma sencilla (que no simplista) y nos mete de lleno en un encierro tan laberíntico como asfixiante.
El tema aquí es que llegados a un punto concreto la película empieza a divagar y a girar sobre misma. Un poco como unos protagonistas tan perdidos en su encierro como el director en saber hacia dónde dirigirlos de forma efectiva. Si bien es cierto que el pulso visual se mantiene y va dando algunas pinceladas en forma de novedad conductual de los infectados, la película se mueve hacia un desenlace donde ya se muestra algo agotada, incluso blanda en sus conclusiones.
A pesar de ciertos momentos de violencia, la película nunca acaba de explotar en cuanto a salvajismo gore ni a generar auténtico pánico. En realidad estamos ante un ejercicio más tenso que terrorífico donde si sustituimos a los infectados por personas “normales” estaríamos más cerca del Carpenter de Asalto a la comisaría del distrito 13 que de los zombis de Romero (por poner un ejemplo).
Dicho esto no hay que negar que en ningún caso la propuesta se hace pesada o indigerible. En realidad es un ‹survival› más que entretenido, que da exactamente lo que uno puede esperar aunque sea sacrificando lo que podría haber sido un ejercicio algo más arriesgado. Una película pues que quizás ha quedado un poco relegada en el género pero que habría que reivindicar ni que sea por estar por encima (aunque no mucho) de la media de otras propuestas similares con más bombo.
