Sesión doble: Par – Impar (1978) / Estoy con los hipopótamos (1979)

Apenas hace unos días que perdimos esa gran presencia, la de un hombre que se convirtió a sí mismo en un subgénero propio, el del bofetón sonoro capaz de tumbar seres incordiantes de dos en dos. Bud Spencer se fue y le queremos homenajear con una sesión doble junto a su inseparable Terence Hill recordando dos de sus películas: Par – Impar, que Sergio Corbucci dirigió en 1978 y Estoy con los hipopótamos, de Italo Zingarelli, que llegó un año después.

 

Par – Impar — Pares y nones (Sergio Corbucci)

Par impar

Cuando era niño, solía ir a menudo con mi familia al cine, especialmente a los vermouth dominicales. Mi madre casi siempre proponía ir a películas latinas o dobladas al español porque tenía problemas en su vista y le dificultaba alcanzar a leer los subtítulos de los filmes en otro idioma. Pero, tenía una excepción: las cintas de “el gordo y el flaco”, así les llamaba a las protagonizadas por Bud Spencer y Terence Hill. No le importaba que contengan textos de traducción en la imagen porque no era de su interés el contenido de las historias, sino solo ver las tremendas y cómicas palizas que daba el dúo a varios contrincantes. Recuerdo que en estas escenas todos los espectadores de la sala de cine reían a carcajadas. Un momento de mucha diversión, sin duda.

Esta historia familiar la uso para describir lo que significaban las películas de Bud Spencer: un auténtico espectáculo de evasión, en donde a la mayoría del público poco o nada le importaba la calidad del argumento u otras cuestiones técnicas o artísticas, pues lo primordial era deleitarse con las cómicas escenas de peleas.

Pares y Nones es una de las películas que más describe la característica enunciada, a más de ser una de las que mejor acopló la complementariedad protagónica de Spencer con Hill.

La cinta trata sobre cómo el marino Johnny Firpo (Terence Hill) se involucra en un plan para capturar a un famoso jugador de naipes, que mantiene un casino clandestino en medio del mar y al que es casi imposible llegar. Para el efecto, Johnny requiere de la ayuda Charlie Firpo, un ex jugador profesional que está dedicado a transportar delfines, quien resulta ser su medio hermano. El padre de ambos es parte del proyecto militar y fingirá estar ciego para montar una historia que engañe a Charlie y así lograr que sea parte del objetivo planteado.

Las constantes escenas de broncas y de situaciones absurdas, hacen que la película resulte muy entretenida. Si bien, esta cinta permite el lucimiento del famoso dúo de actores, es más generosa con Bud por el personaje que le corresponde interpretar: un tipo rudo y muy sensible a la vez. Su ingenuidad lo hace presa fácil del engaño, pero él sabrá cobrarse a punto de tortazos.

Bud Spencer sostuvo alguna vez que con Terence Hill no querían hacer un cine de mensaje sino únicamente hacer reír al público, por ello no es necesario analizar a Pares y Nones desde varias perspectivas cinematográficas, sino más bien destacar su esencia: el hilarante festival de golpes a diestra y siniestra.

Pares y Nones revela que para alterar a Spencer solo se tiene que arruinar sus comidas, sea una sopa de albergas con cebollas o un pastel de crema batida, o también despertarle de su siesta y hacerle llorar, o peor aún hacerle bromas pesadas, esto lo irritará tanto que buscará al culpable donde esté y le caerá en paracaídas para darle su merecido.

La película ratifica que no importa la cantidad de tipos rudos que se le pongan en frente a Spencer, él sabrá aplicarles su especialidad: los sopapos en la cara, en la nuca y el puñetazo sobre la cabeza que te hará reducir tu tamaño y dejarte como una caricatura. Su estilo se fundamenta en dar mamporros a diestra y siniestra con todo el brazo extendido y con la suficiente viada para dejar en posiciones ridículas a quien recibe el golpe. Igual de fulminante son sus puños de dentista, expertos en sacar dientes.

A este concierto de tortazos, Terence Hill pone la nota elegante en el film, con una forma sutil de pelear, en donde se demuestra que los palos de billar o de juegos de casino tienen el enorme potencial de castigar dolorosamente al cuerpo humano. Por cierto, Pares y Nones es un filme sobre casinos, así que no faltan los botellazos en la cabeza de reconocidas marcas de vodka y de whisky.

El famoso Sergio Corbucci estuvo al mando de la dirección de esta película, cumpliendo así un significativo ciclo cinematográfico que le permitió abordar populares subgéneros italianos.

Escrito por Víctor Carvajal

 

Estoy con los hipopótamos (Italo Zingarelli)

estoy con los hipopotamos

La reciente muerte del legendario Bud Spencer me tocó profundamente el corazón. Fuí de esos niños que crecieron a principios de los noventa devorando las películas de Bud Spencer y Terence Hill que la televisión en España programaba con asiduidad en aquellos años. Es cierto que las películas protagonizadas por esta singular pareja no eran un dechado de virtudes cinematográficas. Los guiones explotaban hasta la saciedad la misma fórmula, ya fuera en el género western como en el de aventuras, consistente en presentar a dos personajes solitarios y estrafalarios; el feo, gordo, fuerte y bonachón Spencer frente al guapo, delgado, astuto y pícaro Hill, quienes a pesar de sus diferencias unían fuerzas para luchar contra las injusticias y en defensa de los más débiles explotados por gangsters y forajidos. Igualmente desde el punto de vista conceptual, los filmes de Spencer y Hill optaban por la artesanía, sin pretensiones vanguardistas que distrajeran al espectador de lo verdaderamente importante: el lucimiento de las dos estrellas en unas peleas coreografiadas con guasa – riñas que eran el arma narrativa precisa para el desarrollo de las aventuras del dúo- en las que se mezclaban los tortazos a mano abierta con los puñetazos de arriba a abajo en la cabeza de los sufridores bandidos que osaban desafiar a los desaliñados personajes interpretados por los cómicos italianos.

Pero estas piedras en el camino no impedían para nada disfrutar de unos productos muy entretenidos y dignos. Porque las películas de Spencer y Hill ostentaban unos valores hoy en día perdidos. Los de la lucha por defender nuestros ideales frente a los vientos soplados por los poderosos. Los de la pelea a mano abierta para proteger a los perdedores emergidos del sistema capitalista más salvaje y carente de sentimientos. Y es que tanto Spencer como Hill detentaban la imagen de unos libertadores que sustituían las armas de fuego y la violencia extrema, por una violencia cincelada por golpes de bondad, incluso contra unos enemigos ridiculizados con un perfil bufonesco. Ya no quedan héroes como Spencer y Hill. Los niños de estas nuevas generaciones no han conocido el esfuerzo que hay que desempeñar para salir victoriosos ante la crueldad y la avaricia que impregna nuestras sociedades, hipnotizados y abducidos por un mundo virtual donde Spencer y Hilll no podrían haber sobrevivido. Puesto que el hábitat natural de éstos, mis héroes de juventud, son los de la libertad, la calle, la picaresca y el conocimiento adquirido en la universidad de la vida.

En este sentido discurre Estoy con los hipopótamos, que se alza como una obra crepuscular poseedora de todos los ingredientes que hicieron grande al cine de estos dos titanes. A pesar de su estilo convencional, poco propicio para la sorpresa, la cinta destaca por un entretenimiento divertido no exento de un acertado sentimiento en favor de la defensa de los animales ciertamente admirable. El film centra su atención en una pareja de primos. Por un lado Tom (Spencer) regenta una empresa dedicada a organizar safaris, mientras que Slim (Hill) se advierte como un trotamundos inadaptado quien trata de vivir conforme a sus ideales de libertad y defensa de la justicia. Ambos decidirán asociarse para comprar un autobús, auxiliando asimismo a un nativo periodista amenazado en su ejercicio por la banda de Ormond, un traficante de marfil que igualmente ha aprovechado sus corruptos contactos para explotar un negocio de tráfico ilegal de animales que son exportados clandestinamente hacia zoológicos europeos. Tanto Slim como Tom sumarán sus fuerzas para pelear contra los esbirros y malas artes de un Ormond que asomará como un personaje sin escrúpulos deseoso de acabar con la vida de los únicos hombres que han decidido hacerle frente.

Estoy con los hipopótamos es una de las películas más entrañables de la pareja, transmitiendo un mensaje en favor de la libertad y el medio natural muy alentador. La misma cuenta con esas magníficas broncas repletas de buen humor que tanto nos hicieron disfrutar en nuestra infancia. Unas peleas cuya violencia detenta un alma redentora, que no causa la muerte del contrincante, pero sí su derrota y salvación. Asimismo gozaremos de los típicos gags amparados en la fisicidad de ambos iconos , siendo especialmente destacable la memorable secuencia ambientada en el casino con esa partida de cartas en las que gracias a Hill será la dama y no la banca quien gane, y la maravillosa escena musical en la que Spencer cantará acompañado de unos sonrientes niños el éxito Grau Grau.

A pesar de su querencia hacia el estereotipo poco trabajado, sin duda Estoy con los hipopótamos se destapa como una fábula salpicada con el escanto especial que lucían las mejores obras del dúo, adornada en esta ocasión con los maravillosos paisajes africanos que sirven de escenario a una película que esconde tras su inocente disfraz un canto a la defensa de los valores humanistas como único medio para vencer a la maldad que aflora de la codicia y la crueldad.

Escrito por Rubén Redondo

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