Hello, My Name Is Doris (Michael Showalter)

Doris, llamada así por la mítica actriz y cantante Doris Day, es una mujer sexagenaria que acaba de perder a su madre y compañera de piso. Al igual que su progenitora, Doris padece de una personalidad extravagante que tiene su máxima expresión en el síndrome de Diógenes que le lleva a acumular trastos inútiles en casa y en una escasa capacidad para hacer migas con sus compañeros de trabajo. Al menos hasta que conoce a John, un joven que acaba de ingresar en su empresa y que será el epicentro de todos los sueños y proyectos de futuro de la protagonista.

Hello, My Name Is Doris no es un título que genere demasiadas expectativas a los que no somos muy amantes de este tipo de comedias sobre personajes rarunos. Sin embargo, es necesario reconocer que la obra del director y guionista Michael Showalter (en su segundo largometraje tras The Baxter) acaba teniendo su punto y apenas posee parecidos razonables con esas películas relamidas entre las que en un principio parecía que esta cinta se iba a incluir.

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Sally Field es la responsable de cargar con la tarea de interpretar a tan peculiar protagonista. Y lo cierto es que la veterana actriz caracteriza muy bien a Doris, llegando justo a ese nexo entre la ternura y la hilaridad que allana el camino para que el resto del film resulte perfectamente digerible. No estamos ante un papel de leyenda, pero desde luego que tampoco se puede minusvalorar lo difícil que es para cualquier cómico alcanzar un cierto grado de credibilidad sin abandonar la senda humorística. Bien complementada por un grupo de secundarios entre los que podemos encontrar muchos actores y actrices bastante conocidos en series televisivas (quizá por la carrera que se ha labrado Showalter en ese sector), Field consigue reivindicarse y firmar un papel que, por otra parte, parecía irle como anillo al dedo.

Sin pasarse de buenrollista y con un humor menos evidente de lo que aparenta, permitiéndose incluso realizar alguna que otra crítica a aspectos que están a debate hoy día como la fragilidad de las redes sociales (donde cualquier troll te puede causar un problema personal) o algunas prácticas laborales muy dudosas, Hello, My Name Is Doris renuncia a ser un producto estúpido que peque de ingenuo o tome por tonto al espectador, ofreciéndole tanto espectáculo humorístico como varias segundas lecturas que la comedia, mal que piensen algunos, puede transmitir como cualquier gran drama. A este objetivo colaboran la ausencia de grandes arquetipos (con excepción de la jefa, no hay ningún personaje exageradísimo), la no pretensión de sentar cátedra moral con los actos de la protagonista y, especialmente, la habilidad de Showalter para echar el freno cuando la escena está tomando un camino demasiado sensiblero.

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El principal aspecto por el que algunos rechazarán la propuesta de Hello, My Name Is Doris es precisamente por su planteamiento de base: ¿realmente una sesentona puede enamorarse tan apasionadamente de un chaval de veinte años? Siendo razonable esta cuestión, y aceptando que en ciertos momentos la película pueda tantear un terreno absurdo, lo que es necesario preguntarse es si la obra de Michael Showalter se podría reducir simplemente a ese punto. Y la respuesta es negativa, ya que Hello, My Name Is Doris sabe manejar esta circunstancia huyendo tanto de lo absurdo como de lo trascendental, dejando tras de sí algunas secuencias bastante logradas (especialmente simpática es la del concierto) y culminando en una película que hace reír sin dar vergüenza ajena. Apta para todo tipo de público, incluso para aquellos que tienden (tendemos) a ser escépticos con esta clase de films.

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