Lolo (Julie Delpy)

A tenor de sus declaraciones, Julie Delpy está lejos de ser una persona conformista tanto en el plano personal como, especialmente, en el cinematográfico. Entre otras cuestiones, la actriz ha criticado una y otra vez el retrato que de la mujer se realiza en ciertos sectores de la industria, dirigiendo sus palabras directamente a Hollywood. Quizá ahí encontremos uno de los motivos por los que se decidió a escribir y dirigir sus propias películas, en una carrera que comenzó en 2007 con Dos días en París y que ha generado otras cuatro obras desde entonces, pero cuya valoración en crítica y público está lejos de la que la parisina ha ido obteniendo con sus trabajos delante de las cámaras.

Su nuevo largometraje, que lleva por nombre Lolo, pretende seguir por los caminos de la comedia romántica que sus anteriores films (a excepción de La condesa) habían explorado. La obra toma el nombre del verdadero protagonista de la película, Lolo, un joven artista que vive con su madre Violette en un céntrico piso de París. De personalidad tan abierta en unas cuestiones como cerrada en otras, nunca recibe con una sonrisa los noviazgos de su progenitora, como el que esta acaba de iniciar con el informático Jean-René, un informático de Biarritz algo torpe y despistado. Violette, interpretada por la propia Julie Delpy, deberá entonces encontrar un equilibrio entre el cuidado de su hijo y las pretensiones de su novio, tratando de combinar ambas preocupaciones con su peculiar carácter.

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Decimos que Lolo es el auténtico protagonista de la cinta porque es él quien absorbe los pasos del guión. Sus acciones marcan el devenir de la película, que sestea entre diversos géneros pero sin perder el tono sosegado y activo que suele impregnar a las comedias. El problema es que Lolo es un personaje que no despierta nada cercano a la simpatía en el espectador. Se trata de un adolescente ruin y abofeteable, con un ego desmedido, un complejo de Edipo tan marcado que no dudará en boicotear a su propia madre si ve que esta se dirige a un camino que a él no le termina de satisfacer. Parece un tipo que encaja muy bien con el papel de villano, pero su evolución está tan llevada al extremo que su representación casi encajaría más para formar parte de un capítulo de Hermano mayor que de esta película, donde su carácter termina por resultar bastante difícil de creer.

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En contraposición a este personaje, Delpy dibuja en Lolo a dos individuos peculiares y bonachones como su propia Violette y, sobre todo, Jean-René. Este es encarnado por un Dany Boon que parece repetir por enésima vez un papel que desempeña bastante bien. Pese a las evidentes diferencias sociales, sus respectivos personajes se compenetran sin ningún problema e incluso da la sensación de que surge una cierta química entre ellos. La unión de estas dos personalidades tan disparatadas otorga la mejor característica de la cinta, ya que el aspecto cómico adquiere un toque que, sin entrar en lo absurdo, tiene su punto de gracia.

Lástima que, como decimos, lo que finalmente redunde en la película sea ese exagerado retrato de su protagonista adolescente. Julie Delpy vuelve a confirmar en Lolo que su nivel como directora todavía no alcanza la brillantez que cosechó con su desempeño en la interpretación gracias a obras como la trilogía Before. Su hábil composición de los personajes adultos se empaña al querer introducirlos en una nube demasiado densa para lo que este film estaba destinado a soportar. El giro hacia algo parecido al thriller que se produce en la parte final de la película termina por confirmar que huir de un perfil amigable y buenrollista no siempre genera un resultado más creíble.

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