La última apuesta (Anna Boden, Ryan Fleck)

Muchas cosas han cambiado en los últimos cien años de existencia humana. El desarrollo de Internet en el mundo occidental ha desplazado antiguas tradiciones a favor de otras a priori más adecuadas a la red de redes. Sin embargo, algunas cosas que podrían parecer destinadas a la desaparición no sólo han encontrado su sitio en el nuevo entorno digital, sino que incluso han aumentado su volumen. Es el caso de los juegos de azar y las apuestas, que han resistido el paso del tiempo gracias sobre todo a las grandes posibilidades que otorga el poder apostar a distancia, sin necesidad de estar físicamente en el casino o en el circuito de carreras.

Pero lo que el dúo conformado por Anna Boden y Ryan Fleck nos muestra en La última apuesta (Mississippi Grind), su tercer largometraje juntos, tiene poco que ver con los juegos a través de Internet. Aunque la cinta está ambientada en la actualidad, conserva el sabor añejo de las muchas cintas que se han rodado acerca de la ludopatía, un trastorno que afecta a demasiada gente en Estados Unidos. En este caso, contemplamos a dos tipos tan diferentes como Gerry y Curtis, que tras conocerse se embarcan en una aventura destinada a jugar en todos los sitios de apuestas posibles con la intención de acumular dinero, pero también de sentir el placer que puede proporcionar una apuesta ganada.

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Gerry es un tipo de carácter algo débil, sensible, amante de los gatitos, respetuoso con las mujeres… y un perdedor nato. Divorciado de su esposa, seguramente por los problemas acumulados a raíz de su adición al juego, es un ludópata de manual. Por el contrario, Curtis es el ejemplo de cómo el dicho popular “desafortunado en el juego, afortunado en el amor” no es ningún axioma, ya que este hombre tiene la habilidad necesaria para saber qué apuesta es la ganadora y conocer al dedillo cuándo tiene que retirarse para no empezar a perder dinero, pero al mismo tiempo ostenta habilidades de donjuán. Dos personalidades radicalmente opuestas y unidas por un sentimiento ludópata que le viene al dedillo al desarrollo del film.

La última apuesta es una road movie con pocos sobresaltos que quiere describir lo que supone la ludopatía sin profundizar demasiado en el tema. A lo largo de la película se nos irán ofreciendo diversos retazos de las consecuencias que la adicción al juego puede provocar en una persona normal, como problemas familiares, laborales e incluso de salud. Sin embargo, Boden y Fleck prefieren dejar de lado cualquier atisbo de dramatismo y hacen un all-in a la empatía que pueda despertar la pareja protagonista, encarnada por Ben Mendelsohn y Ryan Reynolds. Y realmente la apuesta sale bien, ya que es fácil quedar enganchado al viaje ludópata de estos dos personajes.

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La parte final de La última apuesta posee un desarrollo que, si bien se aleja de lo extravagante, resulta poco habitual en esta clase de películas. Pero lo cierto es que le sienta muy bien al ritmo general de la cinta, ya que proporciona un desenlace bastante adecuado a lo que se ha visto con anterioridad. Sí se puede hacer notar que algunos pequeños cabos se quedan sin atar, aunque en ningún caso la integridad del film queda perjudicada por ello.

Sin grandes ambiciones ni alardes, Boden y Fleck construyen en La última apuesta un relato firme y que funciona. Es inevitable quedarse enganchado por el ritmo de la cinta tanto como sus dos protagonistas lo hacen respecto a los juegos de azar, ya que prácticamente no hay minutos de pausa a pesar de que los cineastas se tomen sin prisa la tarea de hacer avanzar el film. Una apuesta segura aunque no demasiado perdurable en la memoria, ni tampoco factible para extraer algo más que un ya manido relato sobre la ludopatía.

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Un comentario en «La última apuesta (Anna Boden, Ryan Fleck)»

  1. Me parece que la película, como todo arte, le deja a cada persona una impresión distinta. Y este film sí dejó una huella perdurable en mi persona, a pesar de no ser siquiera seguidor de los juegos de azar. Tal vez porque en el fondo esta cinta habla del destino irreductible que cada ser humano tiene y que, la mayoría de la veces, lo debe aceptar y embarcarse en él… así pueda significar su perdición.

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