El zoo (Gemma Blasco)

A partir de la idea de capturar la esencia de los ensayos e improvisaciones de teatro experimental de un proyecto de la Sala Beckett de Barcelona la directora Gemma Blasco ha creado un artefacto cinematográfico muy peculiar. El zoo es una mirada fílmica sobre una representación teatral —de título Captius— que alude a un programa muy concreto de esos denominados paradójicamente como de telerrealidad. Un programa de televisión, escenificado como obra de teatro filmada como una película en cuyos tres niveles se descomponen los mecanismos internos propios de cada medio, jugando con la ambigüedad entre realidad y ficción a varias capas. Para ello la importancia de los actores y su experiencia previa con el texto y sus dinámicas ya preestablecidas suponen algo fundamental. Las duras jornadas de improvisación se integran en el propio proceso de rodaje de la película que muestra la confusión propia de los intérpretes respecto a lo que hacen dentro y fuera de personaje. Una confusión que pasa al espectador a partir de un extraordinario uso del montaje que juega con los recursos fílmicos para recontextualizar diálogos y situaciones entre lugares y tiempos distintos, entre los momentos de pruebas y los de la representación ante el público, entre las crisis personales y la riguridad profesional sobre un escenario.

Toda la acción del film transcurre dentro del espacio de un teatro, un entorno con el que los sujetos que registra la directora tienen una extrema familiaridad y sentido lúdico, pero que también supone un emplazamiento opresivo para sus identidades y las relaciones entre ellos —exactamente como la premisa básica de estos realitys—. El conflicto de identidad no se da sólo internamente sino también en sus vínculos personales y artísticos a partir de una deconstrucción de sus distintas máscaras provocada por la fragmentación de los niveles de ficción que se van entretejiendo en el relato. ¿Qué relación tienen los actores y actrices con sus roles dentro de la ficción? ¿Cómo les afecta en la vida fuera del escenario y de sus personajes? ¿Qué ocurre cuando en el mismo desarrollo de su trabajo emergen aspectos oscuros e íntimos que normalmente no muestran a los demás? La teatralidad aquí se transmite por la propia esencia narrativa de la cinta, pero construida totalmente por recursos cinematográficos. La fuerza dramática la provee un elenco que es capaz de cambiar en un instante el tono y la intención de sus frases y comunicación no verbal marcada por las tremendas exigencias físicas y emocionales que deben superar por momentos.

El uso de dos cámaras en el rodaje permite mantener además el sentido temporal y la simultaneidad de la acción en momentos clave, siguiendo a los personajes sin perder detalle de sus reacciones e improvisaciones mientras escala la dimensión de la narración y su intensidad. Lo que surge casi por esta necesidad —combinado con una imagen muy directa y una aproximación formal cercana al documental—, consigue emular la estética de los backstage también escenificados de los programas a los que alude la cinta y la obra de teatro. En esta construcción los actores pasan de esa presencia física desafiante para el espectador típica del teatro a la de una naturaleza cinematográfica en la que el público es mero testigo, observador de comportamientos dignos de documental de vida salvaje, y proyecta sus propias ideas y emociones sobre ellos. Esta contradicción entre la empatía y el juicio severo a los demás alcanza su momento de sublimación en la interpelación directa que Gemma Blasco realiza a todos nosotros tras provocar exactamente la reacción que quería con su dispositivo narrativo. Los que pensábamos que estábamos siendo los jueces pasamos a ser los acusados. El público forma parte integral de la ficción pero también produce su propia representación a través de la máscara que proyecta en su esfera social y que usa de herramienta de defensa o arma contra el resto. Así pues ¿cuál es la verdadera diferencia entre la ficción y la realidad cuando la realidad está inmersa en ficciones propias y ajenas y la realidad está impregnada de ficciones personales e impuestas?

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