Sesión doble: Human (1962) / The Deep (2012)

Los temporales azotan Cine Maldito en dos frentes, temporales en los que el instinto de supervivencia es primordial. Desde la aguas que mojan Japón llega Human (1962), film que muestra el estilo de Kaneto Shindô en estado puro. Las que rodean Islandia nos reproducen una catástrofe marítima real con The Deep (2012) de Baltasar Kormákur.

 

Human (Kaneto Shindô)

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Si alguien deseara bucear en el cine de Kaneto Shindô, mi recomendación sería que visualizase Human (Ningen), película que exhibe todas las virtudes de las mejores obras de este genio del séptimo arte japonés. El cine de Shindô me cautiva por varias razones. En primer lugar por su derivada animal e irracional, siendo los instintos primarios los fundamentos que hilvanan sus inquietantes historias. En segundo por su puesta en escena nerviosa y fantasmal, ya que Shindô para nada fue un formalista preocupado por el revestimiento visual de sus películas sino que la fuerza de su cine residía en la excitación que brotaba de las escenas más fogosas ideadas por el sensei. Y finalmente por su talento en combinar siempre con acierto el entretenimiento más inspirado con la denuncia más desgarradora que anunciaba el destino tremebundo y fatal que esperaba a unos seres humanos dirigidos por el vicio y la total falta de escrúpulos.

Todos estos puntos los hallamos en Human, para un servidor una de las mejores películas del autor de Onibaba. Y es que Human es Kaneto Shindô en estado puro. Así, la cinta se escenifica en el minúsculo espacio que representa un humilde barco pesquero morado por su patrón, el sobrino de éste, un empleado del primero y una buceadora quien, aprovechando la partida del barco hacia una feria, decidirá embarcarse junto con la tripulación mencionada con objeto de vender su mercancía en el pueblo donde tiene lugar la celebración. Sin embargo, en medio del viaje a través de una tranquila mar, los tripulantes serán sorprendidos por una iracunda tormenta que destrozará el timón y los motores de la embarcación, dejando a la deriva la suerte de los confiados pescadores.

A partir de este momento Shindô centrará su atención en la lucha por la supervivencia emprendida por estos cuatro náufragos, perfilando con pericia y talento gracias a una puesta en escena vivaz y potente las divergentes personalidades que ostentan cada uno de los personajes que protagonizan la trama: la experiencia y la capacidad de liderazgo del capitán, la inocencia y bondad de su sobrino, la desconfianza y el individualismo del peón y el carácter maleable y temeroso de la marisquera. Toda una gama de talantes discordantes que chocarán en medio de la soledad del mar, el asfixiante calor y la carencia de suministros en una pelea por la vida que traspasará los límites de la razón, guiando a sus protagonistas a forjar sinuosas alianzas para hacer frente al enemigo y así conseguir el escaso alimento existente, empujando a los infortunados marineros hacia un estado de locura y psicopatía que terminará desembocando en un bestial y polémico desenlace que sin duda pondrá los pelos de punta por la crudeza y verdad que desprenden las imágenes fraguadas por este maestro en radiografiar la crueldad inherente a nuestra especie.

Shindô despliega todas sus armas para edificar una película visualmente perturbadora, tejida mediante cuatro únicos personajes apresados en una cárcel flotante con dirección a una ventura fatal que desatará los más bajos impulsos de conservación presentes en los mismos, dando lugar por tanto a un extremo enfrentamiento en virtud de esos brotes de desconfianza y temor que se originan cuando el peligro acecha al ser humano.

Así, a través del silencio, de unas interpretaciones muy físicas donde destacan los actores fetiches del director de El gato negro Taiji Tonoyama y la gran Nobuko Otowa y una violenta puesta en escena que deriva conforme se desarrolla la trama en un cuento ligado con el cine de terror más radical, Shindô logró edificar una de esas fábulas humanistas y terriblemente actuales que advierten de la animalidad presente en un ser humano convertido en una bomba de relojería a punto de estallar, solo atemperado por esa quietud y rutina que controla y adormece nuestras inclinaciones esenciales.

Escrito por Rubén Redondo

 

The Deep (Baltasar Kormákur)

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La premisa de la supervivencia, aquí presentada bajo la lucha entre el humano y las primigenias fuerzas de la naturaleza, siempre ha sido un claro objeto de nutrir los mecanismos más convencionales del entretenimiento. Sin embargo, el prestigioso realizador islandés Baltasar Kormákur se sirve de la historia real del pescador nórdico Guðlaugur Friðþórsson, quien tras el accidente de su embarcación quedaría sepultado varias horas contra las inclemencias del mar, pudiendo sobrevivir de manera sorprendente a gélidas temperaturas. La película ofrece dos partes bien diferenciadas, ambas con predisposición tanto al dibujo psicológico como al componente atmosférico, con un primer acto que se centrará más en el encuadre genérico de la aventura y supervivencia, narrando de manera más o menos estructurada y siguiendo patrones básicos de este tipo de propuestas: desde la descripción de la cotidianidad del protagonista, adscrito a la trama como un ciudadano de a pie que vive el día a día bajo lo aburrido de una vida dedicada al trabajo, hasta la posterior narración del accidente núcleo de la trama, momento en que la película demuestra un enorme potencial escénico basado en los propios paisajes naturales de Islandia y en el que, como una de las armas escondidas del film, se atreve a ponderar sobre la historia cierta profundización de un personaje tan aparentemente básico como es Gulli, que llega incluso a plegar a Dios por su supervivencia y poder redimir así a algunas de las cosas que pretende realizar antes de morir. Aunque aparentemente la película se revista de la épica adscrita a la aventura envuelta estoicamente de las frígidas narraciones nórdicas como la que aquí acontece, la propuesta gana enormes matices al procrear un tono mucho más ligado al viaje emocional, embellecido enormemente por la embaucadora umbría que se cierne, paulatinamente, sobre la historia.

Kormákur deja, de manera casi instintiva, que la historia deje caer su peso en la interpretación del protagonista Ólafur Darri Ólafsson; es capaz de transmitir, de manera muy intimista, los devaneos emocionales de su personaje. Aunque el film pierda algo de interés justo en su punto de inflexión, aquel en el que el compromiso con la historia real obliga a narrar la conversión del pescador en todo un fenómeno mediático por su increíble capacidad de supervivencia (que será referenciada, con el Gulli real, en los créditos finales), The Deep remontará su compromiso con el personaje en el tercio final, donde dejará lecturas realmente interesantes sobre el protagonista y su entorno: desde la propia realización interna de Gulli, donde aparece asumir una madurez tardía, hasta ciertos devaneos críticos a la propia sociedad (quizá en una lectura sobre la respuesta mediática de entonces al caso), la ciencia o la religión, el poso de la película es el de un peculiar tratado de la supervivencia con un trasfondo mucho más elaborado de lo que la premisa pudiera originar en primera instancia y que supone una buena manera de dejarse llevar por las peculiaridades de las narrativas nórdicas, aquí embelesadas por un paisaje natural del que se saca todo su esplendor cinematográfico. De lo que se puede asumir de esta propuesta, ponderando en la balanza sus aciertos y descuidos, es las maneras tan personales de llevar más allá de lo épico las características, de involuntaria heroicidad, de un personaje del día a día. El superhéroe anónimo aclamado por la sociedad de todo un país, flor de un día, sobre el que se acabará dibujando las miserias emocionales de lo ordinario del individuo común y corriente.

Escrito por Dani Rodríguez

 

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