El abrazo de la serpiente (Ciro Guerra)

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La serpiente es una de las figuras más representadas en la mitología y en las religiones, a lo largo y ancho del mundo. En general, este animal simboliza conceptos muy diferentes —desde la creación a la ciencia, pasando por la maldad más primigenia o la naturaleza— en función de la cultura, pero todas ellas son interesantes. Partiendo de la base de que te interesen las culturas ancestrales de la Historia y cómo organizaban o explicaban la consciencia y el orden subjetivo de su alrededor: el conocimiento. Esta simbología y subjetividad resulta atrayente e intrigante porque nos aporta una visión o una postura distinta ante la vida, pero también porque muestra otras formas de sabiduría y de interpretación, otras formas de comunicarse. Especialmente si nos fijamos en la esencia y los instintos, aunque sin olvidar unos progresos que aún se estudian, si es que sus civilizaciones no se han olvidado y desaparecido por completo.

El abrazo de la serpiente es una de las películas más importantes del año (pasado y presente) desde varias perspectivas, desde la puramente cinematográfica hasta la social o histórica, y se traduce en un potente alegato contra el olvido. El tercer largometraje del colombiano Ciro Guerra cuenta la historia del chamán Karamakate (Nilbio Torres y Antonio Bolívar), un indígena que vive aislado en la selva Amazónica tras haberse convertido en el último superviviente de su pueblo, y que tiene lugar en 1909 y 1940, años en que se encontrará con dos científicos llamados Theodor Koch-Grünberg (Jan Bijvoet) y Richard Evans Schultes (Brionne Davis), que están buscando una misteriosa planta cultivada por su tribu, y conocida como la yakruna. Karamakate se ha transformado en un chullachaqui (un cuerpo sin recuerdos ni emociones) y ambas interacciones le ayudarán a reencontrarse consigo mismo.

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Así, El abrazo de la serpiente traza un camino imponente y gris por lo más profundo del Amazonas, por su río, bordeando senderos y relatos claves que muestran un lugar único de la naturaleza y representativo de medio continente, y por ello también lleno de realidad histórica, que trata una variedad de temas y lo hace de una forma excepcional, con un discurso de fondo que debería generar en el espectador preguntas y otros pensamientos de relieve, al mismo tiempo que sugiere reflexiones de calado con una impresionante estética. Una obra precisa y compleja contada con una sencillez y claridad tan elementales que deja, en ocasiones, cualquier clase de parecido o influencia (en función de cada crítico de cine) en una simple curiosidad, nada ajena a la fascinación, la abstracción, la belleza y el entendimiento, en cualquier caso.

Dicho lo cual, me gustaría recordar algunos parecidos que he leído a lo largo de estos meses, desde que El abrazo de la serpiente pasó por el Festival de Cannes 2015, para hacerse una idea, y añadir dos más que sentí tras ver dicha cinta (sentí, sí). Los más claros son Apocalypse Now (y por consiguiente Aguirre, la cólera de Dios), Fitzcarraldo o Apocalypto (aunque yo esto no lo vi), sobre todo por lo que la selva y el río significan y provocan en las mentes de los blancos; a las que yo adjuntaría 2001: Una odisea del espacio, y Enter the Void. Ya puestos… El mundo terrenal y el abstracto se unen en la búsqueda del saber, del saber más global posible, entre anacondas y pumas, entre intereses y maltratos, entre locura y asimilación, que transforma y que transita por varios temas y paisajes. En definitiva, El abrazo de la serpiente es toda una lección de cine repleta de lucidez.

El conocimiento es para todos, y de todas las épocas.

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