Dos vidas (Georg Maas)

Si tuviéramos que repasar cada barbarie que los nazis cometieron antes y durante la Segunda Guerra Mundial, posiblemente nos acabaríamos quedando muy cortos de espacio. Pero lo que de verdad asusta, al menos para los que (por fortuna) no pudimos vivir ese conflicto en un tiempo y lugar cercanos, es que de vez en cuando descubrimos un nuevo capítulo tan sorprendente como terrorífico. En este caso, hablamos de Lebensborn, una organización creada al amparo de las SS que, con el objetivo final de perpetuar la raza aria, tenía como una de sus ramas la de juntar a hombres alemanes con mujeres noruegas, a las que se las consideraba herederas del espíritu vikingo fuerte y recio, para procrear hijos arios. En la práctica, es algo que parece casi sacado de la ficción, más aún si tenemos en cuenta que tras el conflicto bélico muchos de los niños que surgieron de tales emparejamientos quedaron desamparados, a merced incluso de la Stasi.

Ése es el tema que toma como raíz la película alemana Dos vidas, en la que Georg Mass y Judith Kaufmann dirigen y co-escriben el guión a partir de la novela original de Hannelore Hippe. Basada en hechos reales, la película gira en torno a la vida de Katrine Evensen, una de las hijas nacidas al albor del proyecto Lebensborn que por fortuna pudo formar una familia y lleva una vida tranquila en Noruega tras encontrar a su madre biológica. Pero el Muro de Berlín acaba de caer y el caso de personas como ella saldrá de nuevo a la luz cuando se abra una investigación para esclarecer todo este asunto llevado a cabo por los nazis y más tarde aprovechado por la RDA.

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La película tiene un inicio complicado, porque en los primeros minutos asistimos a un desfile de nombres, acciones y hechos pasados tales que resulta difícil aglutinar todos en el cerebro. Es clave no desesperar y dar la película por imposible, sino que hay que hacer un esfuerzo por seguir el hilo de los acontecimientos porque al final todo acabará encajando, por mucho que uno crea al principio que no se está enterando de nada. Pero más que un defecto, habría que definir tal planteamiento como una virtud, por ofrecer algo bastante más visceral que no el típico guión in crescendo de otras producciones.

Hay quien ha llegado a comparar a esta obra con las novelas de espías del gran John Le Carré, y lo cierto es que razón no falta en esta idea porque ese tono oscuro está presente durante todo el metraje, tanto en el texto, situado en un contexto de Guerra Fría donde es difícil discernir quién es quién, como en lo visual, sobre todo gracias al uso de una fotografía “sucia” para las escenas en flash-back, algo que le sienta perfectamente al relato. No son tan justas, sin embargo, las comparaciones con el gran thriller alemán de lo que llevamos de siglo. Dos vidas saldría claramente perjudicada en un duelo con La vida de los otros, tanto en habilidad narrativa como en la descripción de los personajes, por no hablar del poso que deja una y otra película tras sus respectivos visionados. Se echa en falta un poco más de picante a la hora de narrar ciertas situaciones, cuya ejecución peca de excesiva frialdad.

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Así, Dos vidas se presenta como un producto impecable por fuera pero con el que no es fácil empatizar. Es de esas películas que se nota que están bien realizadas, máxime cuando están basadas en hechos reales como en este caso, algo que siempre genera un punto extra de dificultad. Pero resulta complicado el recordar detalles concretos de la trama horas después de su visionado por el poco terreno que le da al espectador en el plano emocional. En definitiva, como documento histórico es una pieza casi imprescindible por contar, y bien además, otra de las huellas que los nazis dejaron tras su paso, pero le falta bastante del llamado “ingrediente cinematográfico”, transmitir la historia de manera idónea como para que el espectador la pueda conservar en algún lugar de su memoria como una gratificante experiencia cinematográfica.

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