Después del amor (Aleem Khan)

Una breve escena inicial —con la cámara en el fondo de la cocina de una casa atravesando con su objetivo el espacio hasta el sillón del salón— nos introduce en la intimidad de un matrimonio que acaba de llegar de la calle. Ahmed (Nasser Memarzia) y Mary (Joanna Scanlan) parecen una pareja bien avenida y amorosa. Comentan los sucesos del día. Y entonces la muerte repentina de Ahmed provoca una disrupción absoluta en su vida. La disonancia sensorial se subraya con el silencio en la banda sonora. Los ruidos domésticos y la emisión de televisión desaparecen y no escuchamos ni siquiera su llanto al percibir la tragedia. Como bien indica el propio título de After Love (Aleem Khan, 2020), el filme pasa rápido a mostrarnos las consecuencias en su esposa. El duelo marca a la protagonista del relato que, al dejar de escuchar la voz de su marido, no para de reproducir el último mensaje del buzón de voz de su teléfono en el que la advertía del peligro de acercarse demasiado a los acantilados de Dover, desde los que se paraba a observar el paso del barco de cuya tripulación formaba parte. Pero ¿qué sucede cuando descubre que su marido mantenía en secreto una doble vida con otra mujer?

El funeral, la soledad y la angustia de los primeros días se describen con un montaje elíptico que construye eficientemente el paso del tiempo con planos fijos y suaves paneos que siguen su rutina. Los espacios se establecen rigurosamente desde el punto de vista de Mary y su relación con ellos, dentro y fuera de su casa. La investigación para saber más de Genevieve —la mujer cuya foto ha encontrado en la cartera de su marido y mensajes en su teléfono— la lleva a Calais, al otro lado del canal de la Mancha. En otro país a ella la confunde con una empleada doméstica, que contrata para los pocos días que quedan hasta la mudanza a su nueva casa junto a su hijo Solomon (Talid Ariss). Las revelaciones son impactantes y la ambigüedad de sus intenciones se diluyen en la cotidianidad de este otro hogar que mantenía su supuesto fiel esposo en la distancia. El proceso de conocer quién es esta otra mujer, qué le proporcionaba que no pudiera hacerlo ella misma, si sabía de su existencia o no, se mezcla con la notable ausencia y falta de comunicación con Ahmed, del que desconocen su fallecimiento. Esta ausencia compartida se configura, sin saberlo, como base de una conexión que se va definiendo progresivamente entre ellas mientras Mary gana su confianza.

Sin convertirse al Islam, con un hijo y con un trabajo fuera de casa. Desde la contención dramática y un tono sobrio, Aleem Khan propone un estudio de personaje además de la exploración de la proyección de su protagonista en Genevieve, que encarna esas otras vidas posibles. Algo que se invierte y complementa en sentido opuesto cuando más adelante visitan su casa en Inglaterra, deambulan por las habitaciones, recorren armarios, cajones y efectos personales de un hombre del que desconocían una faceta fundamental de su vida y carácter. Los secretos, las mentiras y silencios forman parte ahora de la identidad de ambas mujeres y del hijo que deja atrás. También de Ahmed, que apenas vemos unos instantes al comienzo y en el fondo del plano. Con su falta ha mediatizado por completo la realidad de Mary y Genevieve tanto en vida como en la muerte. Desde el fuera de campo cinematográfico, a través de las conversaciones entre ambas y Solomon, los recuerdos, las cintas de video doméstico o los casetes que grababa en su juventud clandestinamente para su esposa se examinan las distintas máscaras y contradicciones de un hombre cuyo vacío expone unos vínculos antes invisibles, que ahora parecen ineludibles para afrontar su futuro.

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