Competencia oficial (Gastón Duprat, Mariano Cohn)

La verdad del actor

«El escenario encierra al actor», escribía Stanislavski, sobre él hay grandes vacíos oscuros, y a los costados, los bastidores.

En busca de trascendencia y prestigio social, un empresario multimillonario se decanta por construir un puente con su nombre y producir una gran película para ser rememorada por el gran público. Para ello, se rodea de los artistas más competentes, la celebérrima cineasta Lola Cuevas y dos reconocidos actores: Félix Rivero, conocido y premiado en Hollywood, y el actor de teatro Iván Torres. Ambos son estrellas, pero no exactamente los mejores amigos. Rivero es extrovertido y engreído, Iván introvertido y pedante, y forman una dupla cómica de fácil conjunción. A través de una serie de ejercicios interpretativos, a cada cual más excéntrico y mandados por la estrafalaria cineasta, Félix e Iván deben enfrentarse no sólo entre sí, sino también con sus propios legados, egolatría y maneras de pensar las películas y gestionar la imagen pública.

Delimitadas las bases narrativas sobre las que se construye Competencia Oficial, ¿cómo es la interpretación cinematográfica desde dentro y qué implica en términos generales?, se preguntan Gastón Duprat y Mariano Cohn.

Porque esta coproducción hispanoargentina es esencialmente una película sobre intérpretes y dinámicas de trabajo, quienes a veces necesitan mirarse al espejo dada la exigencia de su trabajo. El film consigue trascender lo que podría haber sido un simple capricho para acabar generando algunos gags jocosos, sin abusar del factor teatral.

No olvidemos que estamos hablando de cine, y los actores de cine viven del corte y el encuadre. Competencia Oficial navega entre bastidores, salas de ensayos y ruedas de prensa de festivales para sonsacar verdad de los diálogos, y también de la interpretación ‹per se›. De forma natural y sin prescindir del dispositivo humorístico que caracteriza a la pareja de directores, se prestan a describir el proceso de preparación del actor, que pasa por un seguido de frases citadas textualmente: entrar en calor, escucharse a sí mismos y meterse en el papel a pensar del mismo modo que el personaje que encarnan.

Y entre esos puntos pueden rastrearse escenas muy ingeniosas, una de ellas la que nos brinda Penélope Cruz mientras habla sobre el libro que adaptarán. Le secundan unas notas pianísticas, y su monólogo representa un pequeño pero notable acto de resistencia hacia el ‹flashback›. Sin duda es uno de los rostros femeninos más fotogénicos del cine español contemporáneo, qué capacidad la suya para contenerse y devolver pasión con la mirada. La hemos visto también en Madres Paralelas recientemente, y desde luego es innegablemente perspicaz para condensar emociones distintas en una misma secuencia.

La escena de revelación que encabeza Antonio Banderas, por otro lado, también está ejecutada de manera inteligente, con una pantalla detrás que nos regala un primer plano de él. Como mandan los cánones, su rostro se proyecta haciendo más palpable su fisonomía y, por ende, más creíble y cercano lo que está contando.

Tanto Cruz como Banderas y Óscar Martínez, impoluto e impecable, modulan la voz y aplican el tono idóneo en cada escena, que bien es cierto que alguna parece tener un peso propio e independiente, sin una lógica causal inmediata.

Y no pasemos por alto la presencia de Manolo Solo, llamado el hombre de las mil voces por algunos, y que se ha convertido en uno de los actores secundarios más reputados del cine de habla hispana actual. Si a cualquier protagonista le sucede algo y necesita expresarlo, no se me ocurre una mejor figura actoral que la suya para ejercer de interlocutor. Y como bien le espeta el productor millonario, una cosa es priorizar y otra dejar que te follen.

Si cogemos la lupa, algún gag está más inspirado que otro y los minutos finales pecan de verborrea excesiva, pero el conjunto se aguanta por sí solo. Se contenta con ser una comedia liviana y disfrutable y, eso sí, con desenlace agridulce. Un jugoso regalo para cinéfilos y un suculento entretenimiento para quienes no lo son tanto, en resumidas cuentas.

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