Celestial Camel (Yuriy Feting)

Al igual que hiciera el documental La historia del camello que llora, estrenado hace algo más de una década en nuestro país, Celestial Camel utiliza la figura de una cría de camello albina (esta vez no repudiada por su madre, sino todo lo contrario) para ilustrar el modo de vida de la gente del lugar, su cultura y la importancia del animal en su subsistencia diaria. Sin embargo, sustituye la naturaleza documental de aquel (y, con ello, su morosidad narrativa y cierta relamida complacencia en la contemplación del paisaje mongol) por una estructura de ficción que combina la road movie desértica, el relato de aventuras de baja frecuencia, el cine de vocación didáctica y un ajustado tono de fábula familiar, todo enhebrado de un modo suave y fluido que evita (en lo posible, aunque la música a veces juegue a ponerlo a prueba) ese exceso de melaza y sensiblería que podría haber echado por tierra el conjunto, como ocurre a menudo en historias protagonizadas por niños y animales.

Yuriy Feting salva este y otros escollos apostando directamente por una narración dinámica, en la que despunta la belleza árida del entorno (las infinitas estepas rusas del Volga Bajo, luminosamente fotografiadas por Anton Zhabin) sin que su autor sienta necesidad de recluirse en un tono excesivamente contemplativo, algo que, no me cabe duda, hará de este título una de las opciones exóticas más asequibles de la cartelera. En el fondo, estamos ante una feel-good movie competentemente facturada, que puede satisfacer incluso con más intensidad el gusto de un espectador poco ducho en un cine que no sea comercial que el de otro más acostumbrado a formas narrativas próximas al cine de autor. Estos últimos quizá encuentren la película un punto demasiado convencional, y de hecho puede que parte de su impacto (lírico, dramático) se diluya por culpa de algunas decisiones de guión y tono algo complacientes. No obstante, la naturalidad de su reparto, los agradecidos toques de humor y la sencillez general de la propuesta, límpida y acogedora desde cualquier punto de vista, hace que sea muy difícil cogerle manía.

Celestial Camel, cinta modesta que pone en valor el peso de las tradiciones y la importancia de la amistad y la familia, seduce con su retrato cálido, bien documentado, de un mundo ajeno, fuertemente marcado por creencias mágicas y supersticiosas, y lo hace mediante una narración muy amena en la que la picaresca, el viaje iniciático y el descubrimiento del amor y la amistad van cincelando un discurso que, en última instancia, pretende revelar y reivindicar una forma de vida en peligro de extinción. Feting utiliza, de forma eficaz, los recursos antes citados para acercarnos a esos personajes anclados en otro tiempo, poseedores de una forma singular de entender el mundo. Su principal logro está en que nada de ello suene impostado, en que la crónica del esfuerzo del joven protagonista para recuperar el camello que permita a su familia seguir sobreviviendo en la estepa no pierda nunca esa agradable cualidad ensoñadora que la distingue. Su principal hándicap, cierto desarrollo previsible de los acontecimientos, y que el choque cultural entre lo viejo y lo nuevo, entre el campo y la ciudad, se sienta algo trillado (con la gente del cine pintada en general con colores ocres y desagradables, aunque tiene su gracia que el villano sirva a los intereses de Hollywood).

Más allá de esta visión benevolente y evocadora de los mongoles que viven en aquellas duras regiones, la película es sencillamente un noble, cálido y perfecto entretenimiento familiar, con unos personajes que se hacen querer y un par de camellos a los que merece la pena seguir en su singular odisea. De esas películas (diría que bonitas, si en estos tiempos cínicos ese término no fuera sinónimo de cursi) que te dejan con una sonrisa en la cara al finalizar.

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