Brian de Palma… a examen

Mayormente desconocidos y poco valorados a la hora de calibrar la importancia del cineasta que nos ocupa, los inicios de Brian de Palma conjeturan la personalidad de un autor que durante la década de los 70 fraguó una de las mentes creativas más viscerales de la nueva ola cinematográfica vivida en el decenio. Basándose en un maremágnum de influencias que irían desde evidentes reformulaciones de Alfred Hitchcock hasta el cine vanguardista europeo, ambas erigiendo un enorme andamiaje de riqueza cultural, esta Murder à la Mod se sitúa en una etapa previa, de índole experimental, antes de las aritméticas aproximaciones al thriller vistas en obras como Hermanas, Fascinación o Vestida para matar, por citar una triada que ejemplifique la ampulosa filmografía del cineasta. Situándonos en los años 60, con un De Palma ubicado en la rica escena (contra)cultural del Greenwich Village neoyorquino, el director comienza a llamar la atención en el panorama indie con dos obras iniciáticas como son Greetings o el film que nos ocupa. Se rodea en este periodo de un star system propio que va desde la futura estrella Robert De Niro hasta un William Finley que se ha convertido en una enorme carga iconográfica para esta etapa del cineasta, apostando por unas experimentaciones estéticas que parecían importar a Estados Unidos las maneras atrevidas y desprejuiciadas de las nuevas olas europeas; Murder à la Mod, cuyo metraje estuvo perdido varias décadas hasta el rescate a modo de restauración que se llevó a cabo hace unos años, es la película más indicada para poder abordarlas.

Dentro de sus largometrajes, y a pesar del ostracismo forzado por su difícil acceso, no le impidió que fuese un película nombrada en algunos circuitos como un espontáneo germen de dos corrientes hermanas como el slasher y más especialmente el giallo, concepción italiana del thriller a la que casualmente se le suele atribuir como referente claro de De Palma en algunas importantes piezas de su filmografía. Urdida en 1967 pero estrenada un año después, Murder à la Mod cuenta la historia de un joven director de cine independiente que se convierte en el centro de los deseos amorosos de una joven, que llegará a ayudarle hasta el límite para que pueda lanzar su inminente proyecto cinematográfico y de paso divorciarse de su esposa; un asesinato cambiará las tornas, con una trama convergente de un psicópata que rodea las localizaciones aledañas a los personajes con alocadas situaciones de acecho y persecución. Una trama desarrollada con un énfasis naif que categoriza el tono global de la película, donde se percibe a un De Palma conjeturando la historia como una manera de ensamblar consistencia a su experimento visual, un campo de entrenamiento en el que mostrar su fascinación por la puesta en escena o el alocado artificio para la resolución visual, pudiendo distinguir algunos tropos posteriores del cineasta. Estos, hoy anexados a su estilo como pruebas irrefutables de sus obsesiones, incluyen, entre otros elementos, su sempiterna formulación de la escena concebida desde varios puntos de vista.

La excentricidad de sus personajes (especialmente el Otto interpretado por un sensacional William Finley), los guiños hacia un retorcido sentido por el thriller y la psicodelia formal de la época son más que suficientes para que De Palma haga olvidar dos elementos evidentes aquí: la falta de presupuesto y la inconsistencia de su argumento. Ninguno de estas dos diatribas entorpecen aquí a un creador desatado que analiza las diferentes perspectivas de su ambición para la escena; aquí habrá cabida para las bromas metalingüísticas, los frames acelerados, formas hacia el terror encorsetadas en el slapstick o la intromisión de la cámara en los lugares más incómodos para el espectador. Reflexiones sobre el arte del crimen, ilusionarías acepciones de la realidad o el obsesivo voyeurismo funcionan como trasfondo a una película enfervorecida por las siempre ansias creativas de su director, aquí en unos inicios capitaneados por una hilaridad espontánea venida de la total libertad creativa. Quizá una de las más estrambóticas piezas de su filmografía, y con el encanto de ofrecer una visión distorsionada de las sórdidas consecuencias del asesinato central que se cita en el título, Murder à la Mod es vista hoy como una broma interna del propio director, donde se permite jugar con las recepciones del espectador y su asimilación de variedades tonales. Todo un ejercicio de estilo que es incapaz de tomarse en serio a sí mismo, y ahí radica el mayor de sus encantos: esa sinceridad absoluta a la hora de plasmar una serie de influencias (evidentes sus guiños a previos clásicos que volverán a darse en futuras obras del director), donde las extrañezas de su personalidad guardan un singular reverso de diversión y aupando una comicidad revestida de una armadura de aridez, carburando sin freno hacia la transgresión formal. Todo ello es la base para conformar el imaginario más recurrente a la hora de valorar la carrera de De Palma, pero que en Murder à la Mod se reviste con la fuerza de las líneas más agresivas y libertarias del bajo presupuesto.

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