Beautiful Boy. Siempre serás mi hijo (Felix Van Groeningen)

Aunque Felix Van Groeningen lleva años mostrando sus cartas desde su cinefilia, en Estados Unidos le abrieron las puertas como deidad del drama con la apreciada Alabama Monroe. Aunque no ha dejado de rodar en Bélgica, fue sin duda el pistoletazo de salida para abrirse al universo USA —parece una especie de premio de consolación cuando te invitan a participar en los Oscar—, donde todos prueban suerte con las grandes producciones cuando se les ofrece la oportunidad. No es tan grande, pero sí ha hecho ruido esta Beautiful Boy. Siempre serás mi hijo, uno de esos proyectos que se presentan como un desafío para que un director consiga convertirlo en algo personal. La película surge de las palabras reales de David Sheff, el padre de Nic. Retazos de intimidad que se intentan ficcionar a partir de la novela homónima que escribió un padre dispuesto a entender a su hijo, salvarlo de una oscuridad que no se había planificado para su futuro.

No es casual que fuese este director el que se topase con el reto de dar forma a Beautiful Boy. Si miras atrás, en los últimos años Felix ha conseguido mostrar abiertamente familias imperfectas —desde las que se rompen jarras de cerveza en la cabeza hasta las que no saben afrontar el duelo—, en situaciones que, desde el punto de vista del drama, podrían ser inusuales, pero que se presentan cotidianamente allí donde hay lazos sanguíneos. Es un experto en familias y otro tanto en torcer la vidas de las mismas, y aún así, engancharte a la pantalla para saber más.

Beautiful Boy consigue mantener la honestidad de su relato al abrirse al amor que existe entre padre e hijo. Aunque en ocasiones parezca que blanquea el obstáculo en el que se convierten las drogas, en realidad lo que hace el director es resucitar la relación que se ha creado entre ambos a lo largo de los años. Revivirla para darle un significado a los pasos imprecisos que les alejan. Lo normal, pensarán algunos, pero se presume algo especial en cada ‹everything› que se dicen. Eligiendo este camino no queda otra que apoyarse plenamente en sus protagonistas, donde Steve Carell planta un gesto serio en su rostro y se muestra fuerte, atento a todo estímulo, mientras Timothée Chalamet decide entregarse hasta tal punto a su desorbitado papel en el que pertenecer a ningún lugar que resulta excesivo —igual no es tan malo teniendo en cuenta que debe enajenar su comportamiento haciendo de adicto, pero chirría de vez en cuando—.

Tal vez sea importante saber que hay algo de realidad en toda esta historia para entender que, más allá de la emotividad que consiga generar Van Groeningen, hay una base inamovible a partir de la cual narrar esta nueva historia. Pero esa base no es tanto un impedimento para la libertad cuando uno sabe expresar más allá de esas bucólicas imágenes, llenas de luz, a través de la música. Como lleva años haciendo en su cine, el director es capaz de convertir una afinada colección de canciones en etapas de vida, en sentimientos. Dialoga con la música seleccionada para dar una nueva visión a lo que quiere expresar, es intencionalmente un elemento que llena espacios para no apurar el dramatismo, o para romper levemente al espectador, intentando acercarse tanto al padre como al hijo en una película que no busca manipular. Por ello, aunque se plante frente a una ruleta rusa familiar, que no se meta en temas desagradables que sí son consecuencia directa de este tipo de drama, no resulta blanda. Hijos, drogas, brecha generacional, soledad e impotencia. En realidad no parece sobrepasar ciertos límites, pero evita tratar esta estrecha relación con superficialidad, reforzando siempre la figura paterna. Así, Beautiful Boy se transforma en un film correcto, que evade las grandes pretensiones pero que es capaz de reconstruirse a cada momento para narrar más allá de la crueldad en la que se transforma la vida. Parecerá una tontería, pero respirar un poco de ese amor, lejano a lo incondicional, dice mucho de Felix Van Groeningen, que sobrevivirá al idilio exprés con el indie USA.

«If it doesn’t make you wiser
Doesn’t make you stronger
Doesn’t make you live a little bit
What are you doing?»

Wiseblood, Zola Jesus

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