Con la llegada de uno de esos grandes triunfos de la temporada, Tú eres el siguiente de Adam Wingard, una de esas firmes promesas del cine de género, hacemos un alto en el camino para repasar una de sus obras, exactamente su largometraje previo a esta tras Pop Skull y Home sick o cortometrajes como 1000 Year a Sleep. En efecto, hablamos de su tercer film, el que quizá lo dio a conocer a menor escala pero en el cual se dejaban entrever algunos de los valores de un cine que en Tú eres el siguiente ha logrado explotar con una contundencia y un pulso dignos de gran cineasta de género.
Y es que si bien es cierto que A Horrible Way to Die, la cinta referenciada, mantiene cierta distancia con su siguiente largometraje (básicamente, en la búsqueda de ese humor negro que le permite quebrantar los códigos en Tú eres el siguiente, pero por razones obvias no resulta viable en un film como el que nos ocupa), en ella Wingard nos descubre su lado más perverso al introducirnos en una América profunda que se nos va descubriendo paulatinamente. No es que hallemos rastro de a lo que habitualmente nos referiríamos si hablásemos de esa América profunda, pero no obstante en su intrincado entresijo narrativo el realizador va construyendo un relato que perfectamente podríamos entroncar en ese contexto, y que incluso puede llegar a recordar a historias tan turbias como la del Monstruo de Cleveland, no tanto porque haya alguna coincidencia argumental (de hecho, ni existen), sino más bien por ser uno de esos relatos que subyacen en las capas inferiores de un país no ajeno a locuras que se relacionan en especial con el devenir de la sociedad americana entorno a la violencia y a los que profesan esa violencia.
No es que Adam Wingard profundice en el asunto, pero ciertamente es una base idonea para comprender como arma un retrato distribuido en «flashbacks» y tramas paralelas que nos conducen a una conclusión en cierto modo previsible si uno conoce mínimamente el carácter de las propuestas del de Tennessee. Sin embargo, ello no es óbice para despreciar un film que sabe jugar bien las bazas con las que cuenta, además de su bajo presupuesto trenzando un potente relato atmosférico en el que la briosa descripción de sus carácteres centrales dota de una extraña madurez que no suelen poseer en su mayor parte los ejercicios de género.
Esa descripción a la que me remito, aparece en una primera escena donde un personaje al que (no mucho) más tarde descubriremos como «psycho killer» buscado por las autoridades a gran escala, haciendo gala de una frialdad y un temple inconcebibles en alguien con una rutina y vida personal establecidas, pero especialmente en la presentación de su personaje central, Sarah, una muchacha rubia que, tras una mala etapa, acude a terapias para dejar el alcohol. Su introducción en un solo plano, apesadumbrada, sujetando con una fragilidad inusual un vaso de agua, nos induce a pensar que esa fragilidad no viene dada únicamente por llevar tres meses sin probar gota de alcohol, sino más bien por la existencia de un pequeño resquicio en su pasado, hecho que confirmará cuando introduzca soslayadamente el tema a Kevin, un muchacho que acude a terapia con ella y con el que establecerá una relación.
A partir de ese instante, Wingard ejecuta una narrativa fragmentada en la que vamos siguiendo los pasos de ese asesino llamado Garrick Turrell, a la par que vamos viendo como evoluciona la relación entre Sarah y Kevin, además de asistir con cuentagotas al crucial episodio pasado de la protagonista. De esa opción narrativa, destaca en especial el tratamiento del que dota el autor de Tú eres el siguiente a cada una de sus historias, siendo el periplo de Turnell una especie de perturbador y atmosférico adentramiento en el día a día de ese «psycho killer», desde su huída de las autoridades, hasta su particular relación con cada mujer que va encontrando en su camino, mientras siguiendo a Sarah y Kevin observamos como la relación fluye con normalidad mientras el pasado de Sarah va saliendo a flote y la inseguridad en la que oscila este personaje va adquiriendo distintas dimensiones.
Como es habitual en el cine de este director, AJ Bowen, Amy Seimetz y Joe Swanberg ponen rostro a los tres personajes centrales del film, lo cual no resulta extraño si atendemos, más que a una afinidad o simple amistad de Wingard con ellos, al sólido trabajo que suelen ejecutar bajo sus órdenes (o las de cualquier otro, cabría decir: ahí está el papel de AJ Bowen en la reivindicabilísima The Signal para corroborarlo).
Puede que con A Horrible Way to Die no nos encontremos ante uno de esos films que revelan un atronador talento, pero sí algunas de las claves de un cine que aquí se muestra (en cierto modo) inconformista, y es que puede que tras la praxis formal de la película no se esconda más que otra de esas extrañas mutaciones del «slasher» y, en cambio, bajo la batuta de Wingard todo toma otra concepción muy distinta. Eso sí, no esperen grandes secuencias gore (aunque las hay, no copan la parte central del film) ni uno de esos títulos divertidos como ha resultado ser su siguiente cinta, sino más bien una de esas inmersiones tan particulares como turbadoras en el submundo de la psicopatía ante la cual, a decir verdad, bien merece la pena mostrar un poco de atención por alejarse meridianamente de las trazas habituales de un género con frecuencia castigado y maltratado por este auge del cine de terror en que vivimos.
Larga vida a la nueva carne.