Bauryna salu (Askhat Kuchinchirekov)

El cineasta kazajo Askhat Kuchinchirekov explora en su primer largometraje la tradición nómada llamada “bauryna salu”, que obliga a sus practicantes a entregar a los hijos recién nacidos a un familiar cercano, para que estos se críen lejos de sus progenitores. En esta situación se encuentra el protagonista de esta película, Yersultan, quien a sus 12 años ha vivido siempre con su abuela y nunca ha tenido contacto con sus padres, por lo que no tiene relación con ellos. Su vida transcurre tranquila entre sus diversos trabajos y el tiempo libre que puede disfrutar con su amigo, pero la curiosidad por saber quiénes son realmente sus padres le acompaña. Sin embargo, cuando la abuela fallece su situación cambia, y él se ve obligado a mudarse junto a su padre, a quien hasta el momento apenas conocía.

Inspirado por su propia experiencia con esta tradición y las secuelas que generó en él, Kuchinchirekov plantea en Bauryna salu una historia que le resuena personalmente, y que está imbuida de una sinceridad y una elocuencia en su expresión sentimental bastante sorprendentes para un debut. Su ritmo lento y enfoque contemplativo, que explora las emociones a través de las rutinas de los personajes, esconde un dolor y resentimiento profundos que los gestos perfectamente medidos de Yersultan Yermanov, el joven actor protagonista, expresan con mucha fuerza. A lo largo de la narración y de este particular paso a la adolescencia, por la cabeza de Yersultan pasan anhelos y emociones confusas, pero también la sensación latente de no entender por qué fue abandonado, y de no ser capaz de perdonar a sus padres por ello. En su interpretación de las cosas, ellos nunca le quisieron y nunca se preocuparon por él, y más allá de eso, para él son dos extraños a los que puede idealizar y anhelar de alguna forma en su privacidad, pero esos deseos no encuentran un lugar al que aterrizar cuando se da cuenta de que no tiene lazos con ellos, que no siente afecto y que siempre ha tenido interiorizado que fue un hijo repudiado.

Si se atiende a la identificación personal del director con esta historia, se pueden trazar todos los años de dudas y emociones negativas, y la sensación dolorosa de que, debido a las consecuencias de esta tradición, nunca pudo tener una relación normal con sus padres. Kuchinchirekov no culpa a nadie ni condena necesariamente lo que le ocurrió, sino que la observa como algo que es inherente a una cultura y una forma de entender y ordenar la sociedad que ha formado siempre parte de él, pero en su película se aprecia todavía esa espina clavada, el trauma que le supuso y la inquina que siente por lo que le supuso. Es una conjunción de sensaciones contradictorias, muy complicadas de llevar a un texto coherente, y que, en el que es sin duda el gran logro de la cinta, el director logra evocar muy eficazmente en su avatar, Yersultan.

Más allá de su relación complicada y traumática con el “bauryna salu”, la película también está concebida como una suerte de escaparate de la cultura rural y nómada kazaja, llena de rutinas, procedimientos y costumbres que Kuchinchirekov presenta con paciencia y recreándose en ellas y en sus tiempos. No fluye a un ritmo particularmente lento, pero la contemplación forma una parte esencial de la experiencia, y su manejo de una narración sobria y natural realza la inmersión en todas estas acciones cotidianas. En este sentido, no puedo evitar que me choquen un poco ciertas elecciones en encuadres y movimientos de cámara, que a mi parecer, incuso con el buen criterio que demuestran, en ocasiones rompen esa ilusión de naturalidad y entran en conflicto con la escala emocional que está planteando en ese momento la cinta. Este es el único pero que le puedo poner a una puesta en escena caracterizada por su pertinencia y claridad de ideas.

Bauryna salu es sin duda un debut sorprendente. Realizado con pericia, elocuente y emocionalmente complejo, funciona de maravilla tanto al hacernos entender una cultura que muy raramente ha podido disfrutar de representación en la gran pantalla como al exponer emociones muy profundas y difíciles de explicar. Sin embargo, Kuchinchirekov no es infalible tomando decisiones, y en ocasiones no considero que estas sean las que más se corresponden con lo que quiere realzar; pero estas reticencias son consideraciones menores frente a los numerosos aciertos de la cinta y a su muy meritoria ambición de contar algo muy personal, complicado de narrar y enormemente difícil de expresar.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *