Stéphane Aubier, Vincent Patar y Benjamin Renner… a examen

Este fin de semana la cartelera traía uno de esos grandes títulos de la animación de los últimos tiempos entre trabajos de mayor envergadura en ese mismo terreno que, sin embargo, no nos hacen apartar la mirada de sus tres autores: dos de ellos ya se conocían anteriormente, y es que Stéphane Aubier y Vincent Patar llevan largo tiempo colaborando en el mundo de la animación y también en el ámbito televisivo con series como PicPic André shoow o Panique au village, mientras el tercero, Benjamin Renner, había debutado en 2008 con su cortometraje La queue de la souris, ganador de uno de los premios más prestigiosos en Europa en el formato en corto, el Cartoon d’or. La llegada de la esperada Ernest & Celestine a nuestros cines nos obliga, pues, a rescatar tanto el trabajo debutante de Aubier y Patar en el campo del largometraje con Pánico en la granja, como el ya mentado cortometraje que supuso la ópera prima de Renner.

 

Pánico en la granja (Stéphane Aubier, Vincent Patar)

Panique au village

La línea que separa el éxito del fracaso al llevar una serie televisiva al ámbito cinematográfico puede llegar a ser muy fina, en especial si uno tiene ante sí un universo tan particular como el creado en Pánico en la granja y, lo más importante de todo, está condenasado en píldoras animadas de apenas cinco minutos. Ello no parece impedimento para Patar y Aubier, capaces de trasladarlo todo a un largometraje donde el relato central parece desvanecerse para así dar paso a una serie de microtramas enlazadas por una ristra de acontecimientos que se podría decir que ni siquiera forman entre ellos una historia. En otras palabras, Pánico en la granja se nudre del sketch, del simple chascarrillo, para construir algo que va más allá de la habitual narrativa lineal, y que es capaz de transportarnos en apenas unos segundos de una situación/lugar a otro sin que el conjunto se resienta.

Ello, pues, no supone un problema al ser conscientes sus responsables de que esos pequeños fragmentos humorísticos que van engarzando con una finura y tenacidad fuera de toda duda, ejercen tanto de nexo conductor como de vehículo para establecer la acción. Lo que bien podría haber resultado un conjunto de gags que funcionasen de modo individual y no colectivamente, termina de este modo ejerciendo cuasi de motor en un film que se defiende a conciencia en un terreno donde la locura y el disparate impregnan cada pequeño rincón de una de esas cintas que no se ve desbordada por sus propias expectativas, sino más bien es capaz de desbordar por si sola toda concepción entorno a un universo que se regenera con imaginación a cada paso que da.

Panique au village

El sencillo y peculiar diseño e interacción de sus personajes, liderados por un magnífico trío en el cual Caballo, Cowboy e Indio emergen como dueños absolutos de la función, no hace más que reforzar el genio y carácter de una obra en la que acontece algo difícil de contemplar en un trabajo animado, y no es otra cosa que el hecho de que los doblajes lleven gran parte del peso humorístico de Pánico en la granja; así, entonación, intencionalidad y articulación constituyen una de las grandes armas de un largometraje donde sus personajes no poseen expresividad facial alguna: sus rostros permanecen impertérritos a lo largo de los algo menos de 70 minutos de duración y en ese marco las voces resultan uno de los elementos fundamentales que marcan la personalidad de cada uno de ellos (como en el caso de, por ejemplo, el vecino de nuestros protagonistas, un gritón y malhumorado granjero).

Como es obvio, sostener una cinta como Pánico en la granja sobre esos cimientos constituiría una labor titánica, es por ese motivo que otra de las características que sobresale en el trabajo de Patar y Aubier es el hecho de trabajar con un humor muy visual (algo que conserva en consonancia con la serie, y que se puede constatar intentando ver un episodio en VO sin necesidad de subtítulo alguno) que queda realzado gracias a la enorme pericia de los cineastas por saber ubicar en todo momento la acción y, a partir de ahí, construir momentos en los que una locura desenfrenada inunda la pantalla y nos hace partícipes de que el debut de los belgas es una de esas pequeñas joyas del mundo animado que no hay que perderse.

Escrito por Rubén Collazos

 

La queue de la souris (Benjamin Renner)

la queue de la souris

Siguiendo con nuestro otro invitado a director de la semana, fue el debutante a dirección Benjamin Renner quien consigue que a nadie le extrañe que La queue de la souris (A mouse’s tale) fuese reconocido como ganador del Cartoon d’Or y una nominación a los premios César. Tal es su ingenio al exprimir esos escasos cuatro minutos de duración que la satisfacción que produce no exige más.

La sencillez de su imagen, que se aprovecha de fondos sobre los que trazar siluetas blancas o negras para dar forma a sus personajes, inspira una historia donde el grande exige y el pequeño agudiza su mente para sobrevivir, la historia que todos conocemos y que, con gracia, deja salir del paso a un ratón de palabra ágil y movimientos rápidos ante el gran rey de la selva que sólo quiere comer como derecho propio. Mimetiza con el lugar a sus protagonistas y mantiene el hilo, literalmente, como nexo de unión a toda la historia, una línea blanca que sobrepasa los límites de la imaginación, siendo una simple extensión del ratón que siempre supo engañar al gato.

Renner sabe contar lo que quiere, centrándose a cada momento en el animal que debe resaltar, sin necesidad alguna de enrevesar su estilo para poder contar esta fábula. Trazos opacos y a la vez expresivos que dinamitan la intención del león que sólo ruge y exige y el ratón que con inteligencia trampea con exquisitez el problema que le ha venido encima. Porque el ingenio del autor es compartido por su pequeña ratita, que de bote en bote se pasea frente a todos los indefensos animales del bosque para tentar a tan gran fiera. Es ahí donde se descubre a Renner en la última película que comparte con sus otros dos compañeros de los que ya hablábamos antes, ese momento en que ratón despistado y animal grande que por el hambre no razona se encuentran frente a frente unidos por la garra del uno y la cola del otro. La queue de la souris, un cortometraje animado que nos muestra con gracia y talento un pequeño paso a la hermosa película Ernest et Célestine.

Escrito por Cristina Ejarque

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