Untitled, 1925 (Madi Piller)

El origen de la trilogía de películas que conforman esta Untitled, 1925 de Madi Piller es un poster de un combate de boxeo entre el abuelo de la cineasta —de ascendencia rumana— y un profesional argentino llamado Victor Filtrin en el año que menciona su título. Comenta la directora que en su viaje a Cuzco para visitar la plaza de toros donde tuvo lugar la derrota de Banarer se encontró un muro de adobe. A partir de esa imposibilidad de explorar directamente la memoria de su familia surge la idea de estudiar ese callejón sin salida y acercarse al pasado, a su abuelo y su viaje, mediante la filmación. Isaac Banarer viajó desde Rumanía hasta Perú y llegó al puerto de Lima en 1923. Dos años más tarde viajó desde allí al sur, por la costa en barco y por el interior en tren hasta llegar a Cuzco. Untitled, 1925 recrea ese trayecto.

Una voz en off recurrente da paso al blanco y negro que compone cierta idea de historicidad en sus imágenes. Un balcón con un gato que descansa al sol, las olas rompiendo en la playa, una ventana… Piller fragmenta el espacio en su ruta y capta la luz de los lugares que visita, como si el sol fuera testigo omnisciente de todo aquello que tuviera lugar en sus localizaciones y pudiera revelar secretos ocultos, escondidos en las sombras de las calles y los edificios. Enormes iglesias rodadas a pie de suelo cuyas colosales dimensiones marcarían a cualquiera que las viera por primera vez. La directora describe paisajes en travelling y planos generales para pasar a detalles significativos, marcas del tiempo y la actividad humana en las construcciones y la naturaleza. El mar y el puerto que recibe y despide migrantes desde y hacia todas partes del mundo, la cordillera de los Andes inmersa en la niebla y su enigmática textura fotografiada. La primera parte podría ser una puesta en situación, un descubrimiento geográfico de una exploradora del tiempo, del espacio y de su relación con ellos a través del cine.

Pronto esta obra se transforma en algo más. De construir un tránsito de evocación de un fantasma y capturar la experiencia sensorial de su visita, la historia del lugar atrapa también la mirada de la directora —tal como le debió suceder a su abuelo hace casi 100 años—. La tierra del Imperio Inca, de las culturas indígenas destruidas y explotadas por sus recursos en los procesos coloniales, se mezcla con esa historia biográfica de migración en búsqueda de prosperidad y más tarde en huida previa al conflicto bélico que arrasaría Europa. Esa conciencia política aparece con la solarización del material fotográfico, una extracción de la plata que añade luminosidad extraordinaria ocultando a plena vista la violencia a la que ha sometido el soporte de la película. Una violencia invisibilizada en las zonas que visita por la inacción institucional a pesar de las protestas de los pueblos originarios que comenzó a tomar su forma en Perú con la Alianza Popular Revolucionaria Americana en la época en que Banarer llegó al país.

Al final la reconstrucción pasa de metafórica a literal. El muro que impedía la comprensión de su genealogía parece deconstruido en sus bloques esenciales mientras son fabricados artesanalmente. La plaza de toros que ya no existe es reemplazada por otra en otro lugar distinto. Esa distorsión en la búsqueda del sentido de identidad de la directora pasa de lo macro a lo microscópico. El viaje que propone su metraje también es uno interior. Uno por el que intenta esclarecer su sentido de pertenencia a través del estudio de sus orígenes y su vínculo con una tierra específica, sus habitantes y tradiciones. Como si de un artefacto mágico se tratara, la obra de Piller nos descubre una antigua pirámide perdida entre las laderas de las montañas o las mismas protestas de los indígenas por las calles… el pasado reaparece así interviniendo en el presente en sus diversas manifestaciones, subrayando su conexión con la actividad cotidiana que retrata en su parte final —de unos residentes que poseen todo un legado por descubrir al que parece imposible acceder—, que nos deja una de las muchas incógnitas por descifrar que propone Untitled, 1925 desde su perspectiva radicalmente subjetiva.

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