Sesión doble: Whirlpool (1970) / Autostop sangriento (1977)

Erotismo y suspense en la sesión doble con Whirlpool de José Ramón Larraz, su debut en 1970 y Autostop sangriento, película de Pasquale Festa Campanile dirigida ene 1977. Os dejamos con este magnífico combo que no os podéis perder.

 

Whirlpool (José Ramón Larraz)

José Ramón Larraz supo ambicionar el terror y el suspense como una base donde sostener etéreamente cuerpos desnudos dispuestos a subir la temperatura con su erotismo. Daba igual que el vampirismo hiciese presencia o estuviésemos a punto de ver una macabra muerte, supo hacer de la desnudez un templo y de la insinuación un arma. Symptoms es quizá su joya escondida, pero en sus inicios, cuando buscaba darse a conocer con un nombre más europeo (firmó sus primeras películas como J. R. Larrath) puso ya la carne y el verso en sus escenas. Así le vimos nacer como director en Whirlpool, una enigmática historia que persigue el mundo de la moda en un espacio ajeno al mismo con desapariciones y eróticos resultados.

Con el punto de mira sobre El fotógrafo del pánico, Larraz nos intenta encandilar con una historia que se va construyendo dentro de sus propias perversiones. Una mujer rica metida en el mundo de la moda por sus lazos como modelo en el pasado, su joven protegido e idealista del arte de la fotografía y una modelo que casualmente pasaba cerca y quería acrecentar su ‹book› son los personajes perfectos para arrastrar la icónica farándula de los excesos del artisteo a una casa apartada en mitad del campo. Quizá lo agradecido del film es que no esconde sus intenciones erótico-festivas del director, es quizá más una excusa el introducir el suspense en el film para engrosar sus intenciones. Lo que sí es cierto es que desde sus inicios Larraz tenía un gusto exquisito a la hora de trazar los cuerpos en sus escenas, algo que podemos disfrutar en los encuentros de este excéntrico trío amoroso donde una manda, otra disfruta de su curiosidad y el último azota con su cámara.

Theo —un Karl Lanchbury que aparecería en varias ocasiones más en la filmografía de Larraz— tiene ese aspecto casi andrógino que le aplica un aspecto de inocencia al personaje, rompiendo totalmente con su forma de buscar la imagen perfecta. Por contra, Tulia sabe dejarse llevar para que el fotógrafo consiga la instantánea que busca, viviendo con intensidad cada propuesta que le hacen. Poco a poco se entiende esa necesidad de llevar al extremo las situaciones que encomienda Theo, mientras que Tulia se obsesiona con la historia de la anterior modelo que vivió en esa casa para que el thriller tome presencia en el film de algún modo. Aunque por cómo se anunció la película en su momento, incluyendo ‹spoilers› en su cartel y promoviendo la sensualidad del film (algo para lo que no se escatiman recursos), podría resultar una historia banal, Larraz sabe dar protagonismo a cada secuencia de Whirlpool, prologando su mirada sobre los encuentros físicos entre protagonistas, añadiendo colores saturados a las ensoñaciones —recurriendo a ese cuarto oscuro de revelado fotográfico siempre que fuese preciso— o convirtiendo en una pequeña e infame película muda la resolución del gran misterio de la película. Sin grandes alardes pero conociendo la belleza de lo prohibido para atraer la atención, Whirlpool es una película con bravura e inexperiencia, que sabe seguir su propio ritmo sin necesidad de profundizar en todo aquello que propone, donde el objetivo está siempre dispuesto a captar la imagen perfecta del horror, sin dejar de lado el divertimento de los vicios —drogas, sexo y alcohol, en una casa de tres no pueden faltar— y con una banda sonora melódica y perfectamente empastada con la acción para deleite de los más ‹voyeurs›.

Escrito por Cristina Ejarque

 

Autostop sangriento (Pasquale Festa Campanile)

Ambientada en las largas y desoladas carreteras de California, Autostop sangriento sigue las desventuras de una pareja, él periodista y ella la hija de su jefe, cuando recogen a un autoestopista que resulta ser un ladrón y asesino huido de la justicia. Antes de iniciar esta vorágine de violencia descarnada, sin embargo, la película ya avisa de lo que nos vamos a encontrar, poniendo en foco en la relación tóxica entre sus dos protagonistas. Walter y Eve apenas se soportan y solamente se entienden a través del sexo. Un sexo rudo, bruto, que zigzaguea sobre la línea del consentimiento. Como Eve le dice, comparándoles con una pareja de tortolitos: «Ellos hacen el amor, nosotros nos revolcamos».

Y es que esta cinta de Pasquale Festa Campanile, director por otro lado conocido por sus incursiones en la commedia all’italiana, es sucia y corrupta desde el primer minuto y sabemos que va a ir a más, lo cual se confirma cuando llega la tercera pata de este entramado, el misterioso y deslenguado autoestopista que inspira el título. Adam viene de dejar un cadáver en su coche y torturará a la pareja con su visión absolutamente inmoral y alejada de cualquier atisbo de justicia poética de la vida, amenazando constantemente con matarlos y con violar a Eve; cosa esta última que terminará sucediendo.

Pero de este viaje, con carnicerías incluidas, golpes, abusos sexuales y vejaciones de todo tipo, nadie saldrá impune y la degradación moral hará mella en una pareja ya muy mal avenida. Es así como Walter poco a poco va cayendo en una suerte de compadreo con todo aquello que representa Adam, mientras Eve observa atónita y sin saber cuál será el próximo nivel. La influencia de Adam sucede de la peor manera posible y terminan aceptando con naturalidad y frialdad la espiral de violencia.

Lo que Campanile propone en Autostop sangriento es un viaje infernal en el que la humanidad de sus personajes pende de un hilo muy fino. David Hess está magnífico en un rol irritante y perturbador como el autoestopista asesino y Franco Nero y Corinne Cléry le dan una réplica a la altura. Particularmente el primero que da vida a un personaje odioso desde el primer momento, pero cuyo desarrollo llegará a confundir hábilmente las simpatías del espectador.

Más allá de sus personajes descarnados, de su violencia bruta y despojada de todo aparataje romántico, y de su ambientación en esas carreteras inacabables e inhóspitas, merece una consideración aparte la música de Ennio Morricone. No especialmente por las piezas que suenan durante la película, sino por cómo son utilizadas por la narrativa. Y es que, en la ya apuntada secuencia del abuso sexual, la música se escucha ensordecedora en una concatenación agresiva de primeros planos. Ahoga los gritos y los gemidos. Es cómplice de los actos, los encubre y los exalta.

Porque si algo destaca de Autostop sangriento es su plena amoralidad. No se puede decir que nos encontremos ante una cinta misógina o siquiera misántropa, aunque de ella se desprenda un profundo desprecio. Pero su dedicación a la sordidez, su exaltación de los actos viles cometidos por sus personajes, entra en consonancia con la crisis de valores de la época y el mal despertar del sueño hippy de la década anterior; no es casualidad que el director elija ambientar una de sus primeras escenas en lo que parece ser una comuna. Es una película incómoda de ver, asquerosa, perturbadora y llena de energía negativa que enraíza en el nihilismo más radical, en la que la maldad y la perversión forman parte de cada personaje. Y es eso precisamente lo que hace a esta obra no un clásico, sino un placer oculto, culpable y sádico que durante sus cien minutos sacude sin piedad nuestra fortaleza moral y emocional.

Escrito por Javier Abarca

 

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