Sesión doble: Matadero cinco (1972) / El final de la cuenta atrás (1980)

La ciencia ficción encuentra en lo bélico un filón en nuestra nueva sesión doble, donde destacar dos cintas que mezclan géneros tan variopintos como Matadero cinco, uno de los acercamientos de George Roy Hill al cine de género, y El final de la cuenta atrás, uno de los títulos más reconocibles en la trayectoria de un cineasta como Don Taylor.

 

Matadero cinco (George Roy Hill)

Si pensamos que el paso del tiempo es sólo una ilusión porque toda la eternidad en realidad está ocurriendo a la vez, entenderíamos que el pasado nunca se desvanece y el futuro ya ha sucedido (pues pasado y futuro serían dos direcciones del tiempo indistinguibles). En esta idea, alguien podría ver toda su vida fijada y dispuesta como un paisaje infinito de eventos simultáneos por los que el resto de los seres con conciencia y razón sólo somos capaces de viajar en una dirección cual flecha del tiempo, discurriendo sin interrupción e irreversiblemente desde el pasado hasta el futuro, aunque pasando por el presente. La diferencia entre una visión y otra estaría, sobre todo, en cómo cambiaría la experiencia que adquirimos al vivir. Pero si, a ambas “visiones” añadimos la de despegarse del tiempo, como si la flecha del tiempo se hubiera roto, estaríamos hablando de Billy Pilgrim, el protagonista de Matadero cinco, quien, de algún modo, experimenta la eternidad ocurriendo a la vez, pero siendo capaz de distinguir entre futuro y pasado, aunque todo siempre sea su presente y suceda siempre como tiene que suceder.

Matadero cinco es una adaptación de la novela homónima de Kurt Vonnegut Jr., quien la escribió recordando sus vivencias cuando fue hecho prisionero en la Segunda Guerra Mundial y vivió en Dresde el bombardeo realizado por la aviación norteamericana en febrero de 1945. En este sentido, la película es bastante realista. Sin embargo, tiene las suficientes dosis de fantasía y ciencia ficción de la época como para ser considerada un ‹rara avis› en el cine de hoy. A pesar de lo que uno esperaría de alguien como George Roy Hill, un clásico conocido por realizar Dos hombres y un destino o El golpe, entre otras, sorprende que aquí dirija y afronte algo bastante menos convencional que, sin ser cine experimental, combina el drama bélico, el cine familiar, la sátira social, la fantasía y la angustia moral como si llevase ya varias películas haciéndolo. De su mano, con una narración que mezcla distintas épocas, nos lleva a través de los recuerdos del protagonista y experimentamos algunos viajes literales y metafóricos en el tiempo y el espacio.

A todo ello ayuda una trama sencilla, que permite seguir con facilidad una narrativa no lineal bien manejada a pesar de cruzar pasado, presente y futuro como un único momento. Lástima, por poner alguna pega, de los momentos en que se centra en la aburrida vida con su esposa (a pesar de contar con transiciones muy elegantes usando al perro en común de la pareja), pudiendo haber puesto un foco mayor en la mirada subjetiva del protagonista, cuya vida consiste en pasar aleatoriamente por todas sus épocas. Por lo que he leído sobre la adaptación del libro a película, parece que se pierde buena parte del mensaje antibélico y filosófico. De lo que yo he visto, me parece que tanto estos dos mensajes como el resto de los temas tratados están bien compensados. No hace falta que una película dure 2 ó 3 horas cuando la experiencia de 1 hora 45 ya es satisfactoria.

Se podría decir que Matadero cinco recuerda un poco a películas como Millennium Actress o Las vidas posibles de Mr. Nobody, si bien en realidad deberían ser estas las que nos recordasen a Matadero cinco. Pero como el tiempo es una cosa tan particular, que depende tanto de los recuerdos, la conciencia y la razón, en este caso el orden de los factores no altera nada.

Escrito por Alberto Mulas

 

El final de la cuenta atrás (Don Taylor)

Esta doble sesión de sci-fi bélica en Cine maldito parece contravenir la idea del espíritu navideño. No nos engañemos, no es este el género que a priori uno escogería para estas fechas tan señaladas. Sin embargo, y de alguna manera, la cinta que nos ocupa, El final de la cuenta atrás, despierta sentimientos que, si bien no son estrictamente navideños, sí transportan a ese lugar feliz de la infancia, donde el descubrimiento de una película por vía familiar te abre los ojos, te traslada a otros lugares. O lo que es lo mismo, sucede eso tan trillado y cursi, pero real, que hace del cine una experiencia mágica.

No deja de ser curioso, pues, que una película sobre viajes en el tiempo acabe por producir ese mismo efecto en el espectador. Un viaje en el que resulta difícil realizar cualquier análisis desde una perspectiva adulta. Sí, podríamos decir que a día de hoy estamos ante una película de puro género, de espíritu ‹blockbuster› pero resultados de serie B. Algo que podría transmitir una sensación de film fallido, pero que sin embargo hace que funcione bien. Y es que la cinta de Don Taylor parece apostar exprofeso por un envoltorio ‹de luxe› (especialmente en su reparto) para un producto ‹camp› que explora la paradoja espacio temporal y la idea del ‹what if› al respecto de que hubiera pasado si un ejército moderno hubiera podido impedir el ataque japonés a Pearl Harbor.

Quizás, como cosa más interesante del film, está la predisposición por no dejar en el aire esta cuestión y cerrarla con la idea de que los eventos históricos no se pueden cambiar, que lo hecho, hecho está. Algo que si bien funciona, también despierta sentimientos encontrados. Por un lado, de quedarse con las ganas de ver tal enfrentamiento y sus consecuencias y, por otro, desbaratando la idea del propio viaje en sí. ¿Qué sentido tiene tal viaje si al final solo se puede ejercer de mero espectador de los eventos?

Pero, volviendo un poco al inicio, nada de esto parece importar demasiado. O al menos no al que suscribe estas palabras. Lo importante, el significado real de El final de la cuenta atrás es mi propio viaje, el acordarme de mi padre siendo joven, ver la misma ilusión que puedo tener yo ahora mismo y poniéndome la película. El compartir la magia, el sentir la alegría de la experiencia. Y, cómo no, recordarme a mí mismo con ojos como platos, quizás sin entender mucho de lo que pasaba pero profundamente alucinado con lo que estaba viendo.

Sí, quizás el ‹what if› sería preguntarse que hubiera pasado si no me hubieran puesto esta película. ¿Tendría la misma pasión por el cine? ¿Me gustaría este género como me gusta ahora? Preguntas que obviamente no tienen respuesta ya que, al igual que sucede en la película, no podemos volver atrás para cambiar nada de lo sucedido. La única respuesta posible y cierta es estar profundamente agradecido por haberlo vivido y hacer de El final de la cuenta atrás una de esas películas seminales que, de alguna manera, explican quién soy yo.

Escrito por Àlex P. Lascort

 

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