Sesión doble: La invasión de los hombres del espacio (1957) / El ataque de los cangrejos gigantes (1957)

Serie B y Ciencia ficción van de la mano en una nueva sesión doble en la que descubrir ese lado más simpático y entrañable del género con dos títulos muy jugosos: por un lado, el dirigido por Edward L. Cahn a finales de los 50 en La invasión de los hombres del espacio, y por otro en una de las primeras cintas realizadas por el mítico Roger Corman con su El ataque de los cangrejos gigantes.

 

La invasión de los hombres del espacio (Edward L. Cahn)

Los 50 fueron la década del triunfo de la paranoia en los EEUU. Así, tras la conclusión de la II Guerra Mundial surgió un movimiento que trataba de alertar del peligro que el advenimiento del comunismo podría suponer para los cimientos de la economía capitalista dominante. Los juicios llevados a cabo por McCarthy inyectaron ese miedo al enemigo exterior que venía del Este de Europa. Y el cine no fue ajeno a esta visión alucinógena para con el intruso, dando lugar al nacimiento de un subgénero tan encantador como extravagante como fue el cine de ciencia ficción que nos disponemos a homenajear en esta sesión doble.

Si bien los primeros títulos que aparecieron indagaban sobre los peligros de la posible invasión comunista, pivotando en las lindes del cine de terror y suspense, ligando la amenaza a ataques extraterrestres con claras intenciones de conquista (La Guerra de los Mundos o La invasión de los ladrones de cuerpos son ejemplos de ello), a medida que el éxito de estas producciones fue expandiéndose no tardaron en llegar productos mucho más cachondos que, partiendo de los mimbres explotados por sus hermanas mayores, lograban parodiar los mismos con mucha desvergüenza y atrevimiento.

En este sentido, nos encontramos con uno de los clásicos básicos de la sci-fi de la serie B de los cincuenta: La invasión de los hombres del espacio, cinta dirigida por el especialista de los bajos presupuestos Edward L. Cahn, un artesano que regó su trayectoria con toda una gama de este tipo de cine.

La cinta posee todos los ingredientes inherentes a una producción de esta traza: bajísimo presupuesto que se hace sentir en unos efectos especiales de todo a 100 tan inverosímiles como fascinantes, con esos extraterrestres que serían plagiados por Tim Burton en su ofrenda al género Mars Attacks!; un guión con toques surrealistas que encierra una crítica en contra de esa sociedad americana que no se tomaba muy en serio a sus jóvenes como se deja entrever ciertos parajes de la trama; un ritmo trepidante que en sus escasos 70 minutos deja poco espacio para el respiro; y finalmente muchas gotas de caricatura que no se toma en ningún momento en serio la historia que plantea, algo que se agradece y disfruta con sumo gusto.

El relato se fijará en uno de esos pequeños pueblos de la América profunda a donde arribarán dos inversionistas sin oficio ni beneficio. Así, un sábado por la noche aterrizará en la granja de un viejo con malas pulgas una nave que transporta a unos seres poco amigables que aniquilarán a lo Freddy Krueger, empleando unas afiladas uñas para acuchillar a sus víctimas inyectándoles un líquido que producirá los mismos efectos que una borrachera a los pobres ilusos que se cruzarán en su camino. Aunque el ejército tratará de repeler a los intrusos, serán los jóvenes, a los que nadie tiene en cuenta, quienes con la ayuda de uno de los inversionistas, descubrirán el arma secreta que destruye a estos temibles asaltantes. Y no, no será Tom Jones y su megahit It’s not Unusual, sino el resplandor de las luces de los faros de esos coches estacionados en los apartados lugares donde los adolescentes hacen el amor.

Sí, como pueden observar la trama además de divertida, no pretende irradiar filosofía de alta escuela ni aleccionar en un sentido metafísico al espectador. Más bien es la perfecta plataforma para detonar una cinta divertida, entretenida, loca, burlesca, entrañable y lúdica que conserva toda su frescura y buenas intenciones intactas. Una obra adorada por Tim Burton y seguro que también por Robert Zemeckis, pues ese granjero cascarrabias protagonista de este filme, parece que se transmutó en el primer “alienígena” que se encontró Marty McFly en su primer viaje al pasado en su DeLorean tuneado.

Escrito por Rubén Redondo

 

El ataque de los cangrejos gigantes (Roger Corman)

Como una de las primeras corrientes amparadas más abiertamente en el género fantástico, el sci-fi de los 50 es hoy concebido por el aficionado con un recuerdo cargado de nostalgia y desprejuicio. El ataque de los cangrejos gigantes, cinta vista hoy al amparo de ser una de las primeras aventuras cinematográficas de Roger Corman sentado en la silla del director, aguarda muchas de las naturalidades de este movimiento que miraba al género desde la más pura ingenuidad. Un grupo de científicos van a investigar a una isla y se encuentran con unos cangrejos gigantes que ansían el poder devorar los cerebros de sus víctimas; como no podía ser de otra forma, la radiación es la culpable de esta aberración de la naturaleza. Con un presupuesto tan modesto que cataloga los límites de la llamada Serie Z de entonces (70.000 dólares), Corman saca adelante una cinta con un especial sentido por el ritmo, intentando suplir narrativamente la necesaria economía de medios, algo que por otra parte sería una constante en su incombustible vida profesional. Concibiéndola como una hija de su tiempo, en la que el fantástico buscaba la empatía con el espectador con las raíces ‹pulp› de sus preceptos, la cinta tiene el encanto de cumplir su propósito hacia el entretenimiento resguardándose en un ideario simple aunque efectivo; en especial, si tenemos en cuenta esa mecánica de producción de la subindustria de entonces, capaz de engendrar multitud de productos sci-fi destinados a los cines de barrio y los ‹drive-in›.

Guardando una coherencia argumental que el espectador sólo superará si se apoya en un pacto ficcional necesario (en su ideario, la forma en la que se asimila aquí la figura del monstruo es entendible si aceptamos el ingenuo contexto tan propio de la época), El ataque de los cangrejos gigantes se ve reforzada por las características intrínsecas de sus películas coetáneas: discurso hacia el fantástico utópico y con unas miradas al género sin ningún escrúpulo hacia lo ilógico, un relato de denuncia como trasfondo al calor de las preocupaciones sociales de entonces (el avance tecnológico y las radiaciones como amenaza moderna contra el sistema) y el nefasto control de las herramientas científicas. Estas diatribas, más entendibles y asimiladas en su tiempo y que se ven camufladas por las tan marcadas aristas de género implementadas por Corman (algo que catalogaría sus primeros trabajos), provocan el encanto de una pieza de estas características, lo que hace inevitable la necesaria reivindicación en su labor como cineasta; luchando contra las adversidades y sacando todo el partido a una idea de la que por circunstancias de producción es imposible obtener un artificio visual de impacto, Roger es leal a esta mirada lacónica y pasional de la Serie B que vista a día de hoy supone un ejercicio extraordinario, punto de inflexión a las posteriores miradas hacia el sci-fi o las cada vez más recurridas ‹monster movies›. Entretenimiento, fascinación, y una oscura seducción hacia el peligro de lo cotidiano, en esta pieza unos simples cangrejos suponen la herramienta perfecta para dotar de vigorosidad a la entonces candorosa mirada al género fantástico, que aguanta el tipo a día de hoy por suponer una base férrea de las posteriores miradas desprejuiciadas siempre presentes en la Serie B.

Escrito por Dani Rodríguez

 

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