Planta permanente (Ezequiel Radusky)

En un primer momento es la llegada de una nueva jefa al entorno laboral el que lo perturba generando alteraciones que ponen crisis a las distintas empleadas de la limpieza, pero luego serán ellas mismas las que, incapaces de superar los resabios que de a poco han vuelto su amistad mera apariencia, se clavarán los puñales en este pequeño drama cotidiano.

El eje central de la historia es Lila, una señora que ronda la tercera edad y que ha trabajado toda su vida en los servicios de limpieza de los entes públicos. Ella y su amiga Marcela llevan tiempo siendo cómplices de un pequeño restaurante que Lila maneja de manera ilícita y que se convierte en la manzana de la discordia. El personaje de Lila es el mayor encanto de la película, Liliana Juárez hace una labor sobresaliente dándole vida y haciendo que sus características reflejen muy bien a una persona sumisa y abnegada que está acostumbrada a actuar con cautela frente al poder de sus patrones. Su vocecita frágil y apagada y la torpeza de sus acciones al momento de la confrontación revelan el carácter noble de una mujer que, a pesar de las dificultades, ha logrado mantener la entereza de sus valores, cosa que puede sonar contradictoria por el ya mencionado negocio ilícito, pero ilegal no es necesariamente igual a injusto y en este caso la señora hace más bien con su pequeño local poco daño. En realidad la ilicitud se da más que nada por el rigor burocrático, que en su incapacidad de atender a los casos particulares de forma específica, generaliza de manera arbitraria con prohibiciones. Los errores de Lila y Marcela al intentar frenar los cambios de la nueva gerente terminarán por poner a ambas amigas en contra, y es que en la necesidad de liberar la frustración y desquitarse con alguien de la tristeza y el resentimiento de perder algo que con años y pulso se habían ganado, llegarán a echarse en cara las distintas inconformidades del pasado y haciendo la una de la otra el mayor estorbo a la hora de encontrar soluciones prácticas para encarar los nuevos tiempos. En este punto hay un comentario valioso del filme sobre cómo la incapacidad de cooperar, limar asperezas y poner por encima lo bueno y lo necesario, hace que frente a la amenaza de un ente con mayor poder, ambas empleadas se condenen y acrecienten un mal que en un principio no tenía por qué haber causado tantos estragos.

La trama, sin ser especialmente ambiciosa en términos de situaciones, escenarios o recurrir a un dramatismo exacerbado, logra transmitir el clima angustiante y cotidiano de un problema que parece pequeño pero que afecta de manera notoria a sus partícipes, en este caso también es de resaltar que la película pone en evidencia cómo muchas de las problemáticas que afrontan los trabajadores de estratos bajos pasan desapercibidas por parecer nimiedades. Y es que para un empresario o profesional exitoso, la diferencia entre unos cuantos pesos de más parece irrelevante. También subyace un pequeño comentario sobre la idea del emprendimiento y de cómo dichas apuestas suelen ser bastante arriesgadas y exigen grandes sacrificios, que no todos se pueden permitir.

La obra termina por ser un modesto retrato de la clase trabajadora de los bajos escaños, que ejemplifica bien los dramas que se afrontan en dichas posiciones, y también propone, a manera de moraleja, una reflexión valiosa sobre cómo es importante el no enfrascarse en pequeñas trifulcas con tus amigos y compañeros, ni librar en ellos las frustraciones de las que no son responsables porque el día de mañana serán otros los que de su pelea saquen provecho.

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