Lo mejor de 2012 por… Pablo García Márquez

No ha sido un año donde haya ido todo lo que me hubiera gustado al cine pero por suerte mi mono cinematográfico se ha visto saciado con la visita a festivales que han colmado mi sed de manera más que satisfactoria (Sarajevo, Sevilla y, en menor medida, Sitges).

De antemano, ya aviso que esto es una lista como otra cualquiera y ha de ser tomada como lo que es. Una lista debe ser personal y de la misma manera ser coherente con quien la escribe, por tanto si alguno me ha seguido con cierta regularidad puede esperar una tendencia a la bipolaridad entre dos tipos de cine que muchos presuponen antagónicos. Que nadie se asuste. El proceso para hacer una lista es ante todo divertido y procuro huir de la pomposidad. Seamos claros, sólo es una maldita lista, ni más menos. Dicho lo cual creo que ha sido un buen año con pequeñas cosillas harto rescatables, algunas todavía inéditas en nuestro país o de difícil (por no decir imposible) acceso. Antes de entrar en materia una aclaración, la lista está compuesta por cintas estrenadas el año pasado en nuestro país o vistas en el mismo periodo en festivales. Vamos al lío.

Comenzamos con una breve mención a aquellos filmes que se han quedado fuera de la lista pero que han sido tenido en cuenta. Desde Sitges nos llegó Holy Motors, para muchos la sensación de la temporada y que para tirar de tópico chapucero pseudo crítico profesional, diremos que la obra de Léos Carax no ha dejado indiferente a nadie. También desde la costa del mediterráneo pudimos disfrutar de la fantástica Excision, una comedia negra entre el gore y el prefabricado cine indie americano, con una Pauline que cautivó a toda la redacción de la web entre litros de sangre y mala leche por doquier. Desde la ciudad de las lágrimas innumerables y capital de Bosnia nos trajimos dos cintas turcas tan dispares entre si como son Beyond the Hill (no confundir con la rumana Beyond the Hills, con “ese” final, también vista en Sarajevo), una especie de readaptación de la obra capital española La caza, y la crítica y cosmopolita Present Tense. Tampoco olvidamos Children of Sarajevo, el retrato generacional de una sociedad sin principios ni ética que deambula entre la pesadilla del pasado y la dura realidad del presente con una protagonista que se aferra a la religión como tabla de salvación moral. En España la cachonda El mundo es nuestro nos cautivaba por sus ágiles diálogos y su frescura, por mucho que en más de un aspecto sea una obra fallida. Pero que más da eso cuando el Culebra y el Cabesa nos deleitan huyendo de un banco aprovechando que pasa un paso de semana santa por ahí. Sevilla es así. Los rusos nos dejaron su pequeña aportación con la muy irónica y plástica adaptación de Fausto a cargo de Aleksandr Sokúrov. Tampoco se puede dejar de mencionar a Takashi Miike y sus eternos quiebros ante la crítica que intenta etiquetarlo en un único cine con el ‹remake› de Hara-Kiri: muerte de un samurái. Por otro lado parece que algunos (entre los que me incluyo) nos acabamos de dar cuenta de que François Ozon sigue teniendo mucho que decir a cerca del lenguaje con propuestas como En la casa. Desde “yankilandia” propuestas interesantes como Young Adult o Ruby Sparks, apoyadas ante todo en el guión y en la etiqueta de esa cosa llamada cine indie nos han alegrado el año así como la más independiente Take Shelter, para algunos críticos lo mejor del año. Y luego está Haneke y Amour, claro.

 

10 — Cosmopolis / El capital (David Cronenberg / Costantin Costa-Gavras)

Me resulta harto difícil poner una por encima de la otra. Ambos veteranos nos han diseccionado el capitalismo con sus peculiares miradas. Si Gavras es más explícito y político es porque su cine siempre ha sido así, directo al meollo de la cuestión, apoyado en su cruel sentido del humor y buscando noquear al espectador que es quien en última instancia ha de juzgar la obra, por mucho que con los años haya acabado siendo más moralista. Cronenberg en cambio, nos deleita con un relato mucho más psicoanalista y críptico para el espectador (los palos que se ha llevado su cinta entre el público han sido los mayores de su carrera). Ambos hablan de esa cosa llamada capitalismo y como lo vampiriza todo y a todos (nos sigue pareciendo tan genial como cachonda la elección de Pattinson en la obra del canadiense), pudriendo hasta el aire que respiramos. Dos obras que acaban complementándose, cada cual llena del peculiar humor de ambos autores. Dos buenas hostias, vaya.

 

9 — El apóstol (Fernando Cortizo)

La cinta dirigida y escrita Fernando Cortizo estaba concebida de inicio como esa película de producción mediana que lo peta a todos los niveles partiendo de una exhibición de pocas salas y ayudado masivamente por el boca a boca. La aspiración máxima durante casi 20 años de nuestro cine patrio. Pero ayudado, o directamente saboteado, según se mire, por una distribución de salas lamentable, con ciudades llena de carteles pero sin estreno en los cines, El Apóstol ha sido un rotundo fracaso. Con decenas de algunos de los mejores profesionales del mundo en cuanto a la técnica ‹stop motion›, se nos presenta una historia anclada en la Galicia del Camino de Santiago y las Meigas. Con una ambientación que bebe más de la escuela checa que de Tim Burton, con quien ha sido comparado, y a pesar de algunos traspiés en cuanto al guión, la cinta consigue sumergirte en ese “poco plausible” mundo apoyado en una atmósfera harto lograda. No termina de ser una película de terror y tampoco es una comedia, aunque tiene de ambos. Disfrutable, sin duda. Espero que al menos en los Goya se lleve el premio a mejor cinta de animación. Si gana Tadeo nos enfadamos, avisamos.

 

 8 — Dredd (Pete Travis)

La violencia siempre ha sido una fuente de fascinación para mi. O mejor dicho, cierta mirada que se puede sacar de ella. Siempre me ha resultado revelador ver la violencia a la que es sujeta un malo o un bueno de una cinta clásica americana. Su manera de mostrarla define a nuestro cine y a la sociedad de la que es hija mejor que cualquier otro elemento del séptimo arte, exceptuando tal vez al sexo. La violencia en Dredd es ejercida por todos, tanto por el implacable protagonista como sus antagonistas. Una sociedad enferma sólo puede engendrar héroes violentos y enfermos. La misma mala malísima de la película no es más que la hija de esa violencia. Dredd no es una obra filosófica, ni falta que le hace. Bajo su regusto a serie B (aunque con 50 millones de presupuesto, lo que irónicamente la sitúa para los estándares hollywoodense en una producción pequeña) el tratamiento de la violencia que ejerce su director, alguien precisamente obsesionado con ella desde sus primeras cintas, eleva por encima de la media a este filme de acción en un futuro post-apocaliptico donde lo único que impera es esa bastarda, maldita y seca violencia. No se dejen llevar por prejuicios, Dredd es una película disfrutable que encima tiene el honor de tener una de las mejores bandas sonoras del pasado año.

 

7 — The Hunt (Thomas Vinterberg)

Vista en Sevilla, a la cinta todavía se le espera en las carteleras españolas. Lo nuevo de Thomas Vinterberg disecciona el miedo en nuestra sociedad y sus consecuencias. La obra del director de Celebración (1998) y uno de los padres del movimiento Dogma 95 tiene la habilidad para no acabar dirigiendo un telefilme barato de sobremesa de domingo, que es a lo que nos tiene habituado cierto tipo de cine con el material que se trae el danés entre manos. Mads Mikkelsen, uno de los actores fetiches de nuestro compañero Rubén Collazos, hace un ejercicio de contención sobre un hombre acusado injustamente del más terrible de los delitos y se adentra en la oscuridad con un pueblo impregnado de miedo que lo desprecia con toda su fuerza. Un miedo que nos es mostrado como una enfermedad que se propaga de casa en casa sin razón ni lógica. La peste del siglo XXI. Atención a la escena de la iglesia, con el personaje del bueno de Mads desatado en busca de unas respuestas que no llegan. No hay forma de parar el miedo.

 

6 — Shame (Steven McQueen)

Sí. Michael Fassbender enseña el pito. Superado el trauma que a mucha gente le ha supuesto esta visión en un cine (lo que, unido a lo anteriormente dicho en Dredd, habla mucho de una suciedad sociedad que no se escandaliza por ciertas formas de mostrar la violencia pero no puede evitar reírse al ver una polla en pantalla) nos queda un desolador retrato de la soledad de un hombre prisionero de sus impulsos sexuales. La llegada a su vida de su hermana interpretada por Carey Mulligan, la única persona del sexo opuesto a la que nuestro protagonista no intentará cepillarse, trastocará su vida. Maravillosa.

 

5 — La casa Emak Bakia (Oskar Alegria)

Tendríamos que haber echo la reseña del documental de Oskar Alegria para el pequeño pero imprescindible festival barcelonés L’Alternativa. Pero la propuesta era tan inclasificable y estábamos tan fuera de lugar para conseguir hablar correctamente de la obra que se nos pasó. El caso es que mientras su director navega en la memoria del inclasificable Man Ray y su cortometraje de los años 20 influido por el dadaísmo y el surrealismo llamado precisamente Emak Bakia, Oskar recoge su legado y filma siguiendo el espíritu libre de Man, donde el azar y huir del camino preestablecido parece ser una de sus constantes. La cinta resulta, cogiendo una de esas frases echas que tan mal quedan en una crítica, una bocanada de aire fresco proveniente de Euskadi. Hacía tiempo que un servidor no veía una obra igual, donde por encima de todo se respira libertad creativa. Aviso, no la esperen en sus cines.

 

4 — Sofia’s Last Ambulance (Ilian Metev)

Seguimos en el género documental, en este caso proveniente de Bulgaria. Ilian Metev, su creador, nos sumerge en el la cara más visible del hundimiento del sistema capitalista mientras una ambulancia naufraga entre las ruinas devastadas del bienestar social europeo. Con un estilo seco y director y huyendo de cualquier adorno tanto temático como estético (lo importante no son los pacientes, sino la vida de los tres conductores, su mirada sobre el mundo y el pesimista punto de vista del que nos hace partícipes la cámara) los tripulantes de esa tumba blanca urbana que resulta ser el vehículo en cuestión intentan cumplir su deber mientras a su alrededor todo parece desmoronarse por momentos . Su trabajo queda reducida a una lucha estéril pero no extensa de cierto romanticismo en una guerra que, parafraseando una de esas frases molonas de la maravillosa The Wire, no gana nadie, tan sólo uno de los bandos pierde de manera más lenta. Y todos sabemos cuál es ese bando.

El sistema ha caído. Sálvese quien pueda.

 

3 — El lugar más pequeño (Tatiana Huezo)

Y continuamos con otro documental. La directora Tatiana Huezo filma, básicamente, una cinta de fantasmas en un pequeño pueblo de El Salvador. En Sarajevo, presentada en el aniversario de la matanza de Srebrenica, fue demasiado para mucha gente que, poco a poco, fueron abandonando la sala. No es que la obra esté plagada de violencia (explícita o implícita) y litros de sangre. Para nada. La cosa va de la memoria de un pueblo, un país, que 30 años después intenta mirar al futuro sin olvidar (¡imposible!) su pasado. La directora tan sólo necesita a los lugareños haciendo sus quehaceres diarios, con una cámara que rehúye a acercarse o mostrarnos primeros planos de los protagonistas mientras escuchamos en off sus recuerdos sobre tan horrible periodo y toda la gente querida que fue asesinada. Lo que hay en el alma de todos ellos es terrible, pero Tatiana Huezo utiliza todas las herramientas cinematográficas a su alcance para huir del sentimentalismo o la pornografía barata, lo que es todo un logro, sobre todo teniendo en cuenta el material que se trae entre manos. Hacía tiempo que la utilización del sonido no me parecía tan magistral, ya que es en las voces y en los silencios de los sobrevivientes donde realmente recae la tarea de hacernos partícipes de la historia. Poco a poco consigue calarte hasta los huesos. Más aún. hasta el alma.

No hay adornos ni concesiones. Es dura pero no quiere en ningún momento recrearse en el dolor y la miseria. La cineasta ha conseguido un milagro, el equilibro imposible entre emocionar y huir de prostituir el relato. E incluso se niega así misma la tarea de ser una película lacrimógena con un final que no huye de un canto de esperanza por el futuro.

 

2 — Moonrise Kingdom (Wes Anderson)

Aquí somos muy fanáticos del señor Wes Anderson. O al menos, yo lo soy y el resto deberían serlo. En Moonrise Kingdom el director nos transporta a la época del primer amor, donde la inocencia y la perdida de ella se dan de la mano en contraposición con un mundo adulto totalmente pervertido. Puede que tras un primer vistazo quede claro que los dos protagonistas están perdidos y desorientados, pero no menos que unos adultos protegidos de capas hipocresía y amargura. Como en cada cinta, Anderson sigue depurando su estilo y su gusto musical. Moonrise Kingdom es el país de nunca jamás más pop que se recuerde, lleno de ternura y del siempre presente humor de su creador. Como en otras ocasiones, se rinde homenaje a algunos géneros cinematográficos (recordemos Academia Rushmore en clave de cine negro, por ejemplo), el bélico o el cine de aventuras sin ir más lejos.

En resumen, Anderson ha conseguido contar una historia llena de niños que se niegan a crecer (muy grande Edward Norton), de malvados padrastros, de viejos hombres de ojala que quieren amar y ser amados, de princesas y sapos que se convierten contra todo pronóstico en héroes, de gente que cae por el agujero de conejo y siguiendo el camino a Oz acaba en el País de las maravillas.

 

1 — Everybody in Our Family (Radu Jude)

Ganadora indiscutible en Sarajevo, la cinta de Radu Jude (La chica más feliz del mundo, 2009) supuso una revelación y desde el inicio se situó como una de las mejores cintas del año pasado. Bajo el sello indiscutible de esa (discutible) marca conocida como el nuevo cine rumano, su director tan sólo necesita una casa y unos pocos personajes para crear una obra redonda donde los actores son puestos al límite pasando por diferentes estados donde la tensión va en aumento acompañado de un humor negrísimo. El núcleo familiar es puesto en jaque mientras los personajes son envueltos, aún a su pesar y a la lucha moral de protagonista por ser por encima de todo un buen tipo, en un gris oscuro que lo destroza todo a su paso. La identificación con nuestro héroe es brutal, en una versión más negra aún si cabe de aquella cinta de Polanski, Un dios salvaje (2011) y a pesar de que quede claro que la víctima directa de todo el espectáculo sea una dulce e inocente niña que asiste al desmoronamiento de las convenciones sociales y sobre todo al núcleo familiar.

Lo que prometía ser unas idílicas vacaciones entre un padre y su hija acaba cual tarde de perros, pero advertimos de que aquí los perros son todos y ladran y muerden en cualquier dirección. Maravillosa. Ojalá tengáis alguna forma de darle una oportunidad a la cinta, que bien lo merece. Una historia que ocurre todos los días en cualquier parte del mundo. Ni buenos ni malos, simplemente personas humanas puestas al límite. Divertida, dura, con un regusto amargo y con un protagonista que avanza por escenas de derrota en derrota hasta la derrota final.

Lo dicho, lo mejor del año que acabó.

 

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