La cordillera de los sueños (Patricio Guzmán)

Hay entes que por lo prolongado de su existencia adquieren el carácter de habitáculos de nuestra memoria, como tótems de comunidades globales que articulan una conciencia trascendental que nos resguarda en su permanencia, y si a ello sumamos el tamaño colosal de una columna de montañas nevadas que nos rodean imponentes, estos entes se vuelven testigos y vigilantes de nuestra cotidianidad, porque son como gigantes que nos observan desde la distancia, a los cuales el ritmo pausado del helado aire que los envuelve les hace parecer como si transpiraran en silencio; y de hecho van más allá, porque inclusive empiezan a habitarnos, ya que recorren nuestra sangre en cada bocanada de aire y se vuelven el suelo que pisamos ya que de su material se construyen nuestras ciudades, es por ello que Patricio Guzmán (el cual al mismo tiempo nos habla desde la distancia) convierte las cordilleras Chilenas en los elementos fundamentales a través de los que evoca el pasado en su patria, y trata de comprender a través de ellas (ya que las mismas pasan a ser intervalos o espacios de meditación que irrumpen entre entrevistas e imágenes de archivo) lo trágico y majestuoso de ese territorio del que fue exiliado producto de la dictadura militar de Augusto Pinochet.

La película va a dos vías, por un lado, la contemplación absorta de la imponencia monumental de las cordilleras, que ocupan gran parte del territorio chileno y son la esencia de un paisaje inhóspito que convive con las ciudades, volviéndose día a día más ajenas; y por el otro lado el pasado que acosa a aquellos que fracasaron en sus ideales Marxistas frente al imperio capitalista “Las ruinas de mi infancia”, los despojos de un sueño truncado y el recuerdo de aquel periodo tormentoso que escapa a la imagen por más registros que se tengan de él. Hay una reflexión crítica sobre el impacto de la economía en el ámbito psicológico y existencial, sobre la moral del progreso, o de la misma idea de lo que significa ese progreso, y de cómo individuos solitarios vagan angustiados por ciudades sobrepobladas llenos de afán, pero sin tener en claro ninguna meta trascendental, o un lugar al cual llegar.

El motor de la cinta son en gran parte las entrevistas a sus amigos y conocidos, aquellos que se quedaron en el país y por lo mismo lograron experimentar de cerca los periodos oscuros de la dictadura; como ya se indicó no hay imágenes suficientes para retratar dichos años, ni siquiera recuerdos suficientes, porque las limitaciones sensoriales de cada sujeto solo dan paso a la especulación, sobre qué pasaría por ejemplo en el interior de las barracas, en esas celdas en las que no había cámaras y en las que fueron torturados los “traidores a la patria”. Además, también se proyecta una imagen polarizante del contexto contemporáneo chileno, entre aquellos que salieron victoriosos del pasado y sacaron provecho del periodo autoritario para incrementar el capital de sus bolsillos, y quienes quedaron relegados por las políticas económicas que no hacen más que perpetuar su miseria; entre estas caras no hay personaje que represente a la primera, aun así, entre reflexiones lo que se propone es un estado de alienación del mercado en el cual se idealiza a la dictadura y se la ve como un periodo necesario para llegar al contexto actual de “prosperidad” y bonanza, de nuevo. ¿Qué significa el progreso? Es una pregunta a hacerse y sobre la que reflexionar con respecto a dónde estamos llevando a la humanidad.

Quizás lo cuestionable de la cinta es la incapacidad de sostener la metáfora de la cordillera sin que el pasado trágico de la dictadura desplace de a poco esta idea, ya que se siente que la reflexión queda inconcreta por ambas partes.

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