La cordillera de los sueños (Patricio Guzmán)

Después de Nostalgia de la luz (2010) y El botón de nácar (2015), Patricio Guzmán completa esta trilogía que aborda la relación entre Chile y su memoria con La cordillera de los sueños. En esta ocasión parte de su observación sobre la inmensa Cordillera de los Andes para trazar un relato que conecta —como viene siendo habitual en el cineasta— su vida personal con elementos biográficos, sus reflexiones sobre las implicaciones de esta monumental cadena montañosa y la memoria histórica chilena sobre la dictadura de Pinochet. Este gran accidente geográfico se presenta como un colosal fuera de campo para la mirada de Chile. Presente en el horizonte de su capital, Santiago, como una fortaleza inexpugnable que encierra los secretos de su pasado. A través de su estudio se puede entender el paso del tiempo y los grandes sucesos que han llevado a conformar la geografía del continente tal como es. Un paralelismo que expande a la propia estructura urbanística de la ciudad, producto de la imposición de una visión totalitaria del mundo que aplicaría desde entonces la vanguardia de la ideología económica neoliberal mientras la épica fascista describía un conflicto mítico contra un enemigo terrible que quería destruir los valores y la esencia del país.

La Cordillera también ha sido testigo de grandes tragedias que ahora parecen sepultadas por un olvido interesado de todo aquel que se benefició de la represión política, las torturas, las desapariciones y el clientelismo consecuencia del golpe de estado de 1973. A vista de pájaro con el uso de drones y planos cenitales, Guzmán intenta transmitir un concepto de espacio que no deje lugar a dudas de la imposibilidad de obviarlo, de dejarlo en el fuera de campo. Es incuestionable la presencia de esas gigantescas rocas que ocupan gran parte de Chile y que están abandonadas como el 80% de su tierra. Un país con los mismos problemas universales de diferencias entre ricos y pobres catapultadas por la dictadura que ayudó a crear unas élites que siguen siendo los grandes beneficiarios de su economía y modelo de estado en la actualidad. Un país vendido por piezas a los inversores extranjeros, que extraen la riqueza que les pertenece a todos para aumentar los beneficios de unos pocos.

Entre toda una elaboración discursiva ineludiblemente literaria pero de gran poder inmersivo a través de su dispositivo formal, aparecen las declaraciones de algunos testigos, pensadores, registradores del presente y el pasado de Chile. Un hombre dedicado a grabar en vídeo durante años los sucesos en las calles con los militares y la policía usando violencia indiscriminada contra la población civil, reprimiendo marchas y protestas pacíficas, llevando a todos los hombres de una zona a un estadio usado a modo de campo masivo de prisioneros. Su registro audiovisual de miles de horas apenas es capaz de alcanzar la verdadera naturaleza del horror de un gobierno fascista y asesino que buscó el exterminio de todo aquel que se saliera del plan y la identidad única establecida como única realidad posible. Sin embargo, los breves extractos incluidos en el film son de un poder de conmoción inaudito. Nadie puede permanecer impasible, nadie puede negar una realidad filmada. La cordillera de los sueños supone también una mirada introspectiva a la propia labor de su director como cronista de su país y también del fundamental papel del cine y la imagen como implacable instrumento de construcción de la memoria colectiva. Una memoria grabada a fuego en el recuerdo de millones de personas que es tan imposible de obviar como esas montañas de la cordillera de los sueños, un baluarte indestructible de la historia.

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