Instinto (Halina Reijn)

Halina Reijn hace algo poco habitual actualmente en un debut, alejarse de lo conocido (llamémosle infancia o fin de la adolescencia, esas ‹coming of age› tan ricas en matices que inundan el cine europeo) y exponer un tema complejo y delicado en Instinto. Su atrevimiento, no obstante, se aletarga con facilidad al ponerse una red demasiado protectora en ese salto al vacío que promete.

De su labor como actriz, rescata con gran acierto a su compañera de reparto en El libro negro, una Carice van Houten serena y cautivadora que nos intenta mantener en vilo a lo largo de todo el film. El motivo de esa inquietud es su trabajo, su estilo de vida y su intimidad, forzando en todo momento que el espectador se posicione donde ella simplemente insinúa. Instinto nos lleva a un punto de partida para Nicoline, su protagonista, que como psicóloga comienza en un centro de reclusión el seguimiento del caso de un violador al que debe valorar si es apto para retomar su vida fuera. Dentro de ese ambiente que con facilidad puede resultar hostil, Nicoline parece segura y directa, pero rompe pronto con los esquemas preestablecidos, mostrando una clara oposición en todo momento frente al equipo que debe valorar el caso, pero reservando en su intimidad un interés electrizante por el preso.

Pronto la oscuridad se abre paso a un nivel interesante más que inquietante, al centrarnos en la sexualidad alterada de su protagonista elucubrando sobre su proximidad con su paciente. La directora comienza así un camino hacia la alterada comprensión de la libertad, en el que intenta mostrar acontecimientos sin aplicar el más mínimo juicio de valor. De tan distante y abierta que se muestra su película, caemos en la posibilidad de no entrar en el relato en ningún momento. Hay chispa y vibración en esos pequeños roces que se suceden bajo una tutelada supervisión, no se puede negar que la pareja tiene una creíble atracción, pero Reijn se inspira a tal nivel jugando al despiste que nunca queda claro en qué sentido nos quiere mostrar este acto de dominación. Por lo tanto, se convierte en un arma de doble filo el no querer dar un sentido a ese obcecado interés por parte de Nicoline, deshaciéndose de la justificación por la que una mujer debe sentir deseo o debe comportarse de un modo concreto adaptado a su edad, pero también dispersando una posible motivación para su comportamiento zigzagueante ante ese hombre, una neblina que remata con un final que debería ser impactante pero que pierde toda su fuerza en el silencio poco expresivo de su voluntad.

Hay potentes imágenes donde refuerza esta idea de juego peligroso dentro de un encierro controlado, también despuntes de violencia que se olvidan de reprimir los impulsos más primitivos, y algunos buenos argumentos para llamar por momentos la atención. En cambio hay un tema secundario en el film que realmente merece toda nuestra atención. La historia pasa por mostrar la asertividad de su protagonista cuando se encuentra en familia, una persona cálida y alegre con un contrapunto: su relación materno-filial. Todos los límites que quebranta su madre se convierten en escenas chocantes, oscas y dignas de un mayor desarrollo, que pueden inspirar al personaje hacia un comportamiento concreto, rompiendo tabúes sobre la riqueza y estoicidad mental de aquellos que trabajan con los pensamientos de otros, y que saben alarmarnos en un sentido indirecto y sutil, con mucha más contundencia que con cualquier encuentro masculino que Nicoline emprenda. Al final Instinto apuesta por insinuar más que por opinar, obteniendo una obra desigual y olvidadiza al ofrecernos todo tipo de posibilidades y no ser contundente frente a ninguna de ellas, por mucho que la intensa mirada de van Houten coarte la voluntad de cualquiera.

Podéis ver Instinto en Filmin:

https://www.filmin.es/pelicula/instinto

Un comentario en «Instinto (Halina Reijn)»

  1. Desde el nombre elegido ya estamos ante toda una declaración, más tratándose de conductas humanas, las cuales no pueden ser comprendidas de manera biologicista.
    Me parece que esta película confunde sutileza con ambigüedad morbosa. Y peor aún, por momentos pareciera adherir a la máxima general que profesa el convicto, acerca de la fantasía que todas las mujeres tendrían (incluida la protagonista).
    En temas tan delicados, que tanto sufrimiento causa a tantas personas, es inadmisible que se juegue a un «es y no es» (y esto no significa que la complejidad de nuestras deseos deban ser retratadas de manera plana, sin contradicciones). Lo que me parece repudiable es que la ambigüedad esté puesta al servicio de un mero regodeo y morbo argumentativo

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