El original | Krakatit (Otakar Vávra)

Vuelvo a declarar mi fascinación por el cine checoslovaco esta vez con una película que no se enmarca en la corriente más conocida procedente del país de la Vieja Europa (La Nueva Ola Checoslovaca), sino con una de las grandes obras maestras del cine de ciencia ficción de la historia del cine europeo: Krakatit del legendario cineasta de Bohemia, Otakar Vávra, película que adaptaba una novela de Karel Capek, sin duda uno de los mejores y más aclamados escritores de novelas de ciencia ficción del siglo XX y al cual se atribuye la invención del término robot como legado a la cultura y ciencia tecnológica mundial. El propio Otakar Vávra se encargó años después de construir un remake de su obra (del mismo modo que otros grandes como Alfred Hitchcock, Raoul Walsh o Michael Haneke) filmando a principios de los ochenta Sol oscuro, otra cinta bastante maldita a la que las lenguas especializadas en el género califican de obra fallida y deficiente.

Otakar Vávra fue uno de los cineastas más prolíficos y respetados del cine checoslovaco. Arquitecto de formación, su cine abarcó cinco décadas, desde que se inició en el arte cinematográfico allá por los años treinta. En su longeva carrera vivió el Régimen Nazi y los desastres de la ocupación alemana en Checoslovaquia, la instauración del Comunismo, igualmente dejó sus frutos como contribución a la Nueva Ola Checoslovaca con dos de sus títulos más conocidos (Martillo para las brujas y Romance for Bugle) y finalmente dejó de hacer cine el mismo año en que estalló la denominada Revolución de Terciopelo en 1989. Al cine de Vávra se le suele acusar de falta de compromiso político, adaptando su discurso ideológico en función de la línea política que dominaba el ambiente del país (filmó películas de propaganda nazi, así como retablos comunistas y también cintas críticas con el Régimen Soviético). No obstante, ello no fue óbice para ocultar su tremendo talento y capacidad narrativa, una de las más intachables del cine europeo de la segunda mitad de siglo. A todo ello hay que sumar el hecho de que Vávra fue profesor durante más de cinco décadas en la Academia de cine checoslovaco, siendo mentor de dos de los nuevos talentos que surgieron en los sesenta en el país centro-europeo, esto es, Milos Forman y Věra Chytilová, los cuales siempre manifestaron su más profunda admiración por el viejo maestro.

Para mí Krakatit es una de las películas más estimulantes y profundas de la sci-fi de los años cuarenta, así como uno de los más perturbadores experimentos visuales y sensoriales que se llevaron a cabo en esa época dorada del cine. Porque si bien la película se engloba dentro del género de ciencia ficción gracias al apoyo que le presta el relato de Karel Capek, no es únicamente el género fantástico el que marca el ritmo de la trama, siendo igualmente identificables las claras reminiscencias al cine negro de suspense, al thriller e incluso al surrealismo que se hallan en el seno del argumento. Si hay una palabra que pueda definir claramente el espíritu de la cinta esa es la de pesadilla, ya que Krakatit es fundamentalmente una pesadilla alucinógena narrada en forma de cuento de ciencia ficción. Tal como acontece en las mejores novelas del genio Philip K. Dick (o por poner un ejemplo cinematográfico, en las obras de David Lynch) el mundo de la fantasía onírica en términos pesadillescos y la realidad se entremezclan en un juego de espacio-tiempo en el cual al espectador le resultará complejo adivinar en que dimensión espacial se ha jugado la partida propuesta por su creador. Ello convierte a Krakatit es una pieza adelantada a su tiempo, inspiradora de buena parte del cine onírico cuajado en décadas posteriores (es indudable su influencia en obras como Desafío Total, Nivel 13 o Dark City) al igual que en un rompecabezas licuador de cerebros que seguramente dejará un poso de duda y multitud de preguntas a la conclusión de la misma a buena parte de los espectadores que hayan caído bajo el hechizo de su hipnótica epopeya.

¿De qué va Krakatit? Podemos resumir la sinopsis a grandes rasgos del siguiente modo: en una noche nebulosa y sombría llega al hospital de la ciudad un moribundo sin nombre y abandonado a su suerte en un parque de la ciudad con claros rasgos de colapso cerebral, estado febril, escaso pulso y unas increíbles alucinaciones. Únicamente se detectan en el doliente unas espeluznantes quemaduras en sus manos que hacen pensar a los profesionales que se trata de un químico. El equipo médico del hospital tratará de trabajar a contrarreloj con escasas esperanzas para estabilizar al enfermo. Una palabra que el paciente no para de pronunciar como si un programador informático hubiera insertado un virus en su sistema nervioso intriga a los galenos. Esa palabra es Krakatit. ¿Qué extraña representación estará asociada con tan funesto término? A partir de este momento la película viaja a través de la delirante mente del extraño, la cual parece reconstruir los hechos que han llevado al abatido paciente al estado catatónico en el que se encuentra en el presente.

La obra adquiere un ambiente tenebroso, dominado por las brumas y la esquizofrenia, de modo que empieza a narrar la historia de un químico que se encuentra deambulando en la tenebrosa noche por las calles de la ciudad en estado semiinconsciente. El químico se encuentra atormentado por el hecho de haber descubierto un potente explosivo de alto poder demoledor capaz de destruir el mundo. En medio de su sonámbulo viaje nocturno, el científico se encuentra con un antiguo compañero, que con la excusa de acompañar al enfermo a su casa aprovecha la ocasión para robar la fórmula de desarrollo de Krakatit. Desde ese instante la película avanza a través de escenas alucinógenas en las que se cruza el presente, el pasado y el futuro del químico en un juego temporal pesadillesco en el cual aparecen y desaparecen una serie de personajes que contribuyen a incrementar el voltaje delirante del cuento. Así la trama principal planteada se centra en los intentos del personaje principal por recuperar la fórmula sustraída con la intención de destruirla para no pueda caer en malas manos, pero al mismo tiempo el químico se verá tentado por las estratagemas sexuales empleadas por una depravada princesa europea que trabaja para una siniestra corporación de laboratorios, y que bajo los designios de una asociación de países totalitarios tratará de adquirir Krakatit para dominar el mundo e instaurar un Régimen Totalitario que se apodere de la Tierra bajo los designios de la opresión y la eliminación de las libertades.

Bajo este argumento tan enrevesado y alucinógeno se esconde una cinta compleja y profunda que lanza una metáfora apocalíptica sobre el peligro que ostenta el desarrollo de armas de destrucción masiva para la paz mundial (pánico nuclear que estaba muy presente en la época en que se filmó Krakatit tras el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki), así como una alegoría sobre la destrucción de la libertad individual aquiescente que se encargan de instaurar los regímenes totalitarios basados en la cultura del miedo y el terror atómico. Esta denuncia es llevada a cabo a través de un planteamiento narrativo heterodoxo, cuasi ininteligible ya que la cinta salta continuamente desde la sala de operaciones en la que se encuentra agonizando el personaje principal hacia las maquinaciones que el enfermo cerebro del moribundo lleva a cabo, mezclando personajes de la vida real con el de los sueños así como estableciendo intrincados saltos temporales y elipsis que enredan más si cabe la trama, lo cual sirve para enmascarar de forma muy sutil la verdadera intención de la cinta que no es otra que denunciar la mentalidad enfermiza pro-bélica y apocalíptica de las grandes potencias mundiales destructoras de libertades.

La puesta en escena empleada por Vávra es sencillamente fascinante. El inicio de la película recuerda y mucho a la obra maestra de Orson Welles, o lo que es lo mismo, a Ciudadano Kane. El hecho de centrar la trama en una palabra de fonema desconocido (Krakatit se asimilaría al Rosebud «wellesiano») así como el talante fotográfico de tintes barrocos y tenebrosos con abundancia de primeros planos de las caras de los protagonistas con marcada presencia de encuadres curvos tomados en diagonal, y el juego temporal establecido en el que pasado y presente parecen darse la mano con total anormalidad, hace que ambas cintas sean primas hermanas. Igualmente la cinta es un legado visual de primer orden de cine arquitectónico. El diseño de producción y decorados ideados por Vávra (el cual como habíamos comentado estudió arquitectura) hipnotizan por su singularidad y belleza. Ciertos diseños de interior por su exuberancia y derroche de ingenio recuerdan a cintas como Satanás de Edgar G. Ulmer o al Metrópolis de Fritz Lang. Los efectos visuales son increíblemente realistas (como los rayos X que brotan de los radares del funesto laboratorio o la explosión nuclear que tiene lugar en el desarrollo del film) y, aunque sean escasos, ya que la cinta versa principalmente sobre una historia de misterio e intriga de tintes surrealistas que descansan en el mundo de los sueños, ayudan a profundizar el ambiente sci-fi sobre el cual se apoya la cinta.

Nos encontramos sin duda ante una de esas cintas imprescindibles para comprender la evolución del cine de ciencia ficción, de una modernidad cautivadora y una sugerente puesta en escena que debería ser objeto de observación por parte de los estudios de arquitectura y las escuelas de diseño de producción. Y, sin embargo, se trata de una película muy poco vista y desconocida para el gran público que raramente es mencionada cuando se charla de cine de ciencia ficción o incluso de cine checoslovaco. Por tanto, espero que este humilde espacio sirva para poder descubrir una película diferente y compleja a un mayor número de espectadores. Si con ello únicamente conseguimos que una persona se acerque al universo de Krakatit, nos daremos por satisfechos.

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