El destino de un hombre (Sergei Bondarchuk)

El destino de un hombre no solo es una de las películas más importantes de la historia del cine soviético por el hecho de ser la ópera prima de Sergei Bondarchuk (uno de esos grandes intérpretes del cine soviet que dieron el paso a la dirección con matrícula de honor legando para la historia obras tan imperecederas como Guerra y paz), sino que fundamentalmente El destino de un hombre supuso un giro radical del acercamiento del cine de la extinta Unión Soviética a las historias ambientadas en la demoledora II Guerra Mundial. Y es que el hasta ese momento estilo patriótico centrado en demostrar el comportamiento heroico de los soldados del ejército rojo durante el desarrollo de la Gran Guerra manifestado en películas como La balada del soldado, El cuarenta y uno o Guarnición militar inmortal, dio paso con este film a un talante más poético y ajustado a la realidad exponiendo de este modo sin rubor no solo la valiente actitud de los protagonistas de la guerra sino también los miedos, inquietudes y miserias de esos mismos soldados dotando así de un carácter más humanista e introspectivo la epopeya narrada. Por tanto con este film Bondarchuk marcó el camino que a posteriori siguieron cineastas de la talla de la ucraniana Larisa Shepitko en obras tan descomunales como La ascensión, cinta que ostenta bastantes puntos en común con el film del también ucraniano Sergei Bondarchuk.

Para su debut detrás de las cámaras el Bondarchuk contó con todo el arsenal de primera línea de la Mosfilm a su disposición así como el estupendo material que significaba el maravilloso relato homónimo escrito por Mijail Sholojov en el que se basa el guión del film. Desde el punto de vista cinematográfico la película es un portento. Bondarchuk estructuró la cinta en un gran flashback construido a modo de narración de las vivencias pasadas realizada por el protagonista (un antiguo conductor de camiones durante la II Guerra Mundial llamado Andrei Sokolov interpretado por el propio Sergei Bondarchuk en una performance memorable) a un antiguo compañero con el que se encuentra casualmente en un camino. Junto a Andrei camina un niño pequeño (Vanyushka) que todo hace pensar que se trata de su hijo. Así recordando viejos tiempos con su ex-compañero y entre el humo de los cigarrillos, Sokolov recordará su estancia en el Ejército Rojo durante la Revolución Rusa así como los felices momentos de paz en los que conoció a su esposa Irina mientras construía una casa comunal y con la cual se casó engendrando tres hijos (el primogénito Tolya y las dos pequeñas).

Sin embargo tras 17 años de paz y armonía con el estallido de la guerra Andrei tuvo que separarse de su familia entrando a formar parte del contingente de camioneros que daban el soporte logístico necesario a los soldados del ejército. Nada más arribar al frente, el batallón de Andrei será sorprendido por un bombardeo nazi, siendo capturado por el ejército alemán y trasladado a un campo de concentración para prisioneros. Tras un intento fallido de fuga, Andrei será nuevamente trasladado a un campo de exterminio nazi comandado por un jefe de las SS llamado Müller, realizando trabajos forzados en condiciones incompatibles con la vida humana. Después de salvarse de una ejecución segura a manos de Müller gracias a demostrar su temperamento audaz y rocoso, Sokolov logrará escapar de su cautiverio al robar a un oficial alemán un coche con el que huirá hacia las líneas soviéticas. Una vez libre y condecorado por su comportamiento heroico, Sokolov retornará a su hogar para comprobar que su casa fue bombardeada por la aviación nazi causando la muerte de su mujer y sus dos hijas. A partir de este momento, todas las fuerzas de Sokolov se aglutinarán en hallar a su hijo Tolya, el cual se enroló en el ejército rojo y cuyas hazañas heroicas le han convertido en un mito dentro de las filas soviéticas. Sin embargo, las esperanzas de Sokolov de encontrar a su hijo no serán tan fáciles como en principio esperaba el viejo camionero.

La visualización de El destino de un hombre es sin duda una de las experiencias humanistas más grandes que puede experimentar un cinéfilo. La epopeya narrada por Bondarchuk en apenas una hora y media (algo que sorprende teniendo en cuenta los antecedentes del director que se caracterizan por metrajes de proporciones descomunales) ostenta todos los ingredientes necesarios para despertar la emoción y la solidaridad escondida en todos nosotros. Las primeras escenas de marcado carácter bucólico en las que observamos a un Sokolov cansado y avejentado, pero a la vez esperanzado por la mirada del pequeño Vanyushka, pasando por la feliz estancia del protagonista en su hogar junto a su familia perfilan a la perfección la personalidad del protagonista. Esta descripción inicial dará paso a un cambio de sentido en la historia tras el estallido de la guerra. La tranquilidad ambiental tornará en caos, desorden e inquietud trazadas a la perfección por el novato Bondarchuk gracias a unos espectaculares primeros planos de los rostros de los intérpretes al igual que con increíbles planos cenitales tomados en helicóptero que otorgan una inquietante belleza a las grandes escenas bélicas del film (espectacular sin duda es la escena del bombardeo en la que el director ucraniano tuvo la osadía de colocar la cámara en el interior del camión que conduce Sokolov en el momento en el que una bomba estalla delante suya, haciendo protagonista por tanto al espectador del infierno de la guerra desde la perspectiva de los propios protagonistas, induciendo en el mismo la sensación que se experimenta como piloto de un camión volcado por el efecto de las bombas).

Bondarchuk opta por describir los horrores y miedos que padecen los soldados en el frente, desnudando de toda capa de heroísmo impostado las interpretaciones de los actores. Así los soldados sufrirán humillaciones y también experimentarán el terror de presenciar en primer plano los fusilamientos perpetrados por los nazis contra sus compañeros. Maravilloso es el retrato efectuado por el cineasta ucraniano en el que se atisban no solo las heridas exteriores que los soldados soportan en cualquier guerra, sino que primordialmente se muestran las heridas internas más complejas de sanar a largo plazo por parte de estos mismos supervivientes. Y este es otro de los grandes puntos a favor de la cinta: el relato de la lucha por la supervivencia llevado a cabo por Sokolov, el cual peleará por su libertad y dignidad en contra del ambiente hostil y violento más cercano a las fauces de la muerte que a las de la propia vida.

Técnicamente la cinta es un referente del virtuosismo fotográfico y escénico del que hace gala el cine soviético. Los travelling, contrapicados, innovaciones fotográficas y planos fijos de ambiente pictórico perfectamente iluminados con el tono cromático necesario para embellecer cada plano son incontables. Pero lo que realmente me encandila de esta maravillosa cinta soviética es sin duda la estampa dibujada por Bondarchuk acerca de la lucha de un padre por encontrar a su hijo y por tanto su combate para no renunciar al cariño filial una vez descubierta la aniquilación de su familia en la guerra. Sokolov sorteará los obstáculos que el destino le depara con firmeza y fe en sí mismo no cayendo nunca en la depresión ni el pesimismo. Esto le hará encontrar la oportunidad para lograr su objetivo (ser padre) cuando ya todo parecía perdido al encontrar a un pequeño infante desamparado y huérfano de cariño que será el regalo que la vida otorgará al sufridor Sokolov. Esa es la gran lección que desprende el film: jamás hay que rendirse por muy difíciles e insalvables que sean los problemas que la vida nos plante en nuestro camino. Siempre hay opciones que hallar la luz al final del camino. Sin duda una obra maestra del cine soviético para degustar con pasión y emoción cinéfila.

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