Difret (Zeresenay Mehari)

Es indudable que en España hemos avanzado bastante en lo referente a la igualdad de género, sobre todo si echamos la vista atrás y vemos lo que sucedía durante la España franquista. Falta todavía camino por recorrer en materia sociopolítica (igualación efectiva de salarios, lucha contra la violencia de género…) y algunas actitudes por corregir, pero la cosa va por buen camino. Cosa similar parece suceder en el resto de países del llamado primer mundo. Menos suerte tiene el sector femenino en otros países subdesarrollados, donde se sigue tratando a la mujer como un ser inferior y cuyo papel en la sociedad parece que es únicamente el de servir al hombre.

En los primeros minutos de Difret vemos dos situaciones distintas pero que dejan claro el papel de la mujer en Etiopía. Por un lado, una mujer acude a la abogada Meaza Ashenafi, fundadora de un centro de ayuda para mujeres y niños, con el objeto de denunciar que su marido la maltrata y ya no puede soportarlo más. Por otro, todavía más grave, una niña llamada Hirut es secuestrada por un grupo de etíopes y violada por uno de ellos, ya que según nos explicará un personaje más adelante, “es tradición” raptar a las mujeres y desvirgarlas para que así se conviertan en sus esposas. Una terrible realidad que acabará convirtiendo a la víctima en presunta culpable tras cobrarse venganza.

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El cineasta Zeresenay Mehari dirige y escribe esta historia basada en hechos reales, con el apoyo de la actriz y directora Angelina Jolie como productora ejecutiva. El planteamiento argumental que hemos comentado antes ya parece indicarnos por dónde van a ir los tiros: denuncia social tratada fílmicamente de manera poco explícita pero intentando golpear al espectador con cada uno de los hechos que se nos ofrecen en pantalla. Y lo cierto es que este inicio es prometedor, ya que la película consigue enganchar y esa reivindicación por los derechos de la mujer en el continente africano parece que puede llegar a buen puerto en el sentido cinematográfico.

Por desgracia, poco a poco comenzamos a ver ciertos detalles no tan positivos. Si existe algo que a un servidor le mosquea especialmente en esta clase de obras que intentan reflejar la realidad es que los buenos sean demasiado buenos y los malos sean auténticas bestias despiadadas. Así termina sucediendo en Difret, ya que la exageración en determinadas actitudes de los personajes acaba sepultando una historia que iba encaminada de manera satisfactoria. Mehari comete un error escribiendo al generar un guión que, de tanto empeño por denunciar una situación a todas luces inhumana, acaba perdiendo verosimilitud de manera alarmante; tampoco ayudan nada los abundantes primeros planos con los que el director etíope pretende intensificar las emociones de los protagonistas, la injusticia en el caso de Hirut y la brutalidad en sus agresores.

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La virtud principal de la película, además de la meritoria actuación de Tizita Hagere, termina focalizándose en su intención de hacer saber a la gente la triste realidad del país africano no sólo a nivel de la (nula) igualdad de género, sino también de toda la pobreza que rodea a sus habitantes. Desafortunadamente, la intención de criticar con tanta ferocidad los hechos que se nos muestran en pantalla hace que Difret posea un toque maniqueo y tan forzadamente truculento que lo espléndido de su mensaje acaba con varias paladas de tierra por encima. Una verdadera lástima, pero esa evolución hace inevitable calificar a la obra de Mehari como simplemente aceptable, porque al menos se deja ver, pero perdiendo todo carácter didáctico más allá de dar a conocer una realidad que, por otra parte, muchos ya intuíamos que desgraciadamente existía.

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