Burning Days (Emin Alper)

En su última película, presentada con éxito en el certamen Un certain regard del Festival de Cannes, el director turco Emin Alper parece querer retomar la estela de su celebrado debut Beyond the Hill (2012), tras el drama social chejoviano Un cuento de tres hermanas (2019), para entregarnos un thriller de inquisitiva dimensión política y sociológica, sustentado sobre la confrontación entre la ruralidad arcaica e irracional y la urbanidad moderna y civilizada —no en vano, ha sido comparada en no pocas ocasiones con As bestas, la película del pasado año de Rodrigo Sorogoyen—. Si en el drama sobre aparceros y nómadas, la truculenta y misteriosa tensión brotaba entre grupos antagónicos, pero fijados en el mismo escenario campestre compartido, aquí el director nos lleva a acompañar a Emre (Selahattin Pasali en una actuación más que solvente), un joven, estricto y todavía poco experimentado fiscal de la ciudad, destinado en Yaniklar, un pueblo recóndito y ficticio del interior otomano.

En los potentes planos inaugurales —que recuperarán su protagonismo hacia la no menos poderosa resolución del conflicto—, se nos presenta al protagonista conversando con la jueza de la localidad, frente a un gran accidente geológico en medio del pedregoso escenario natural, emulado en el magnífico cartel promocional del film. «—¿Qué le parece, fiscal? —Es aterrador. —Pero hermoso». Pareciera que Alper nos está lanzando ya un mensaje cifrado sobre lo que está por venir. Y también las primeras inquietudes, por una invitación del alcalde para cenar, que Emre ha tratado de evitar, y al que su compañera quita hierro. Para terminar de situarnos, de camino a su nueva casa, el forastero garante de la Ley es literalmente recibido por una cacería al jabalí, atávica y descontrolada desde su mirada y la nuestra —hay disparos prohibidos en una zona residencial—, que culmina con ese inquietante reguero de sangre en el asfalto manando del animal muerto y arrastrado, que remite nuevamente a la presentación de la película.

Tras esta significativa introducción, el relato se estructura en tres partes, «El festín», «Investigación» y «Nuevas detenciones», que nos conducen hacia el desenlace —a mí se me antoja como La jauría humana, en honor al magnífico drama psico-social sureño de Arthur Penn—. En el camino, conoceremos de la corrupción política local en torno al problema de escasez de agua, de los sumideros que canalizaciones inadecuadas provocaron en determinadas áreas habitadas del pueblo, de la consecuente demanda penal contra el consistorio, y hasta del veneno para las ratas colocado ahora en la casa de Emre por un solícito vecino, que quizá tuvo algo que ver con los problemas de salud del anterior fiscal, que abandonó su puesto antes de poder llevar a término la acusación en el macro-juicio.

A todas estas cuestiones, irá llegando en gran medida nuestro protagonista de la mano de Murat (Ekin Koç), el director del periódico opositor a los jefes del pueblo, un hombre marcado por su origen humilde, su ascensión social por la vía de la adopción del dueño del medio que ahora comanda, y por unas supuestas conductas sexuales inmorales para sus conciudadanos, con el telón de fondo de aquel festín inicial, una noche oscura de consecuencias dramáticas —parece que allí ocurrió una salvaje violación grupal— que Alper irá reconstruyendo paulatinamente a lo largo del metraje, al tiempo que Elmer va venciendo su sospechosa amnesia.

Desde luego, el cineasta consigue entretejer el suspense y la tensión in crescendo con todos los elementos en liza de forma más que satisfactoria, con una puesta en escena estéticamente virtuosa, y haciendo uso de recursos narrativos de gran fuerza metafórica, entre los que destaca la presencia constante del agua, ese recurso tan caro que constituye el origen primigenio de toda la conflictividad latente en esta comunidad. En el primer baño del forastero en ese lago prohibido de fondos irregulares y pantanosos («Es peligroso», le advierte Murat el día de su primer encuentro), en el chorrillo escaso de líquido que brota de la ducha de la casa del periodista en los confusos recuerdos de Emre, en la pelea subacuática entre los dos hombres de connotaciones homoeróticas, y desde luego en las garrafas vacías y demandantes, que hacia el final se tornarán en amenazantes señales de furia en manos de la caterva desatada.

Además, la estimulante propuesta de Alper concita un elemento psico-dramático complementario en su construcción del personaje central, solo ante el peligro y continuamente enfrentado con la comunidad y el poder espurio dominante, que emula a muchos otros a lo largo y ancho de la Historia del cine, y que en mi opinión refuerza la carga emocional de la película y la implicación de la audiencia, en torno a problemáticas socio-políticas de cariz muy universal en el mundo contemporáneo, perfectamente extrapolables a otros contextos nacionales.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *