Betibú (Miguel Cohan)

El periodismo suele tener esa idea tan romántica del cuarto poder. Los humildes reporteros, armados con poco más que una grabadora y una libreta, desentrañando peligrosos asuntos de estado que se tratan de ocultar a la opinión pública por todos los medios. Los precedentes, cuyo punto más álgido fue sin duda el escándalo del Watergate han disparado la imaginación de artistas, escritores y cineastas y se han producido notables obras: desde aquel famoso Todos los hombres del presidente al Buenas noches y buena suerte, pasando por Los gritos del silencio o El dilema.

En un primer momento, Betibú parece sumarse a esa corriente. La historia que dirige Miguel Cohan se ambienta en una redacción, tiene como protagonistas a una serie de periodistas que investigan y tiene ese aura paranoica de las cintas de este género. Pero hay una diferencia. La investigación de los tres protagonistas se centra en un crimen, el asesinato de Pedro Chazarreta. Las conspiraciones, las mentirelas, las corrupciones, todo eso ( que está presente, pero de una forma sutil) llega de forma indirecta. Al final la película acaba siendo un puro thriller que mejora por momentos para acabar de forma esplendorosa.

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Veremos un film que va de menos a más. La táctica del director es ir deshojándolo poco a poco, esperando que la historia, que tiene miga, se vaya defendiendo por sí sola. Asistiremos a unos primeros minutos que se antojan lentos y casi pesados, mientras la trama se va introduciendo poco a poco. Solo las tablas de Daniel Fanego, cuyo personaje es el protagonista encubierto de esta obra tan solo a falta del título, le dan un toque de interés que impide que el público se duerma en los laureles.

Poco a poco se irán desgranando las complejidades y disipándose las dudas. Betibú, Mercedes Morán, protagonista del film también empieza a adquirir importancia con el transcurso de los minutos. Ella, escritora de novelas policíacas, vuelve al periódico para escribir una serie de columnas sobre el caso Chazarreta, para lo que se aloja en la misma urbanización en la que vivió el fallecido. Las columnas, de las que oiremos parte mediante una voz en off, se antojan fundamentales al final para entender las cosas.

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Es cierto que este tipo de thrillers han ganado fuerza en Argentina desde el éxito de El secreto de sus ojos y eso se nota en el montaje. Una vez adquirido el ritmo, Cohan no afloja en ningún momento, sino que hace todo lo contrario: Como si de una bola de nieve se tratase va atrapando más y más al espectador en su telaraña hasta el estallido final. Usa viejos trucos: no lo da todo mascado, sino que involucra a su público con el equipo de investigación, deja que digiera junto a ellos sus descubrimientos. Además, utiliza la sugerencia antes que lo explícito. Y, ante todo, pese a tener toques de cine periodístico, de thriller o de crítica social, jamás deja de haber un punto de humor en múltiples escenas. Eso se agradece.

Tiene sus partes negativas. El hecho de centrarse en los grandes papeles de Fanego y Mercedes Morán hacen que el tercer miembro de su equipo, Alberto Ammann, parezca Bob el Silencioso. Tampoco José Coronado llega a cumplir con las expectativas. Quizá también el tono moralizante y claramente crítico de los minutos finales eche a perder un poco la magia de lo detectivesco que ha sido el núcleo duro del resto del largometraje. Pero bueno, se puede perdonar. Como dice su director, estamos ante una historia atrapante, y las historias atrapantes tienen el poder de seducir al espectador. Todo lo demás son detalles.

mercedes

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