The Machine (Caradog W. James)

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The Machine supone una eficaz y modesta actualización del clásico tema de los androides con alma (o con conciencia) que Blade Runner llevó a cotas poéticas difíciles de superar. Lejos de querer enmendar la plana al film de Scott (resulta harto difícil encontrar una imagen más icónica y elocuente que la del agónico Rutger Hauer apagándose bajo la lluvia), Caradog W. James prefiere complementar el discurso filosófico pergeñado por Philip K. Dick añadiéndole pequeños matices personales, en lugar de plantear una visión más transgresora y singular sobre dicho tema. Y lo hace a través de una serie B pequeña, oscura y claustrofóbica, sostenida sobre un logrado clima de tensión y suspense. La película explora las posibilidades de la inteligencia artificial y se cuestiona sobre la naturaleza del alma y su pervivencia fuera del continente de la carne humana.

Lo más llamativo de la propuesta, dado lo trillado de su planteamiento, es su velado optimismo. Bajo lo sombrío de su trama (toda la acción transcurre en un recinto militar lleno de secretos y en un contexto de guerra inminente entre grandes potencias), subyace una visión acusadamente humanista del devenir tecnológico, en lugar de primar el choque apocalíptico entre máquina y hombre que suelen plantear las películas que tratan este mismo tema. James, en definitiva, entiende la tecnología como una herramienta evolutiva fundamental, y su película juega a armonizar presente (la especie humana) y futuro (los androides) sin dejar por ello de filtrar los clásicos elementos de rebelión, terror y violencia tan propios del género.

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The Machine analiza también la patológica inclinación del hombre por la violencia y la guerra, las formas más primarias y primitivas de dominación, y retrata el modo en el que las esferas de poder orientan todo el saber tecnológico únicamente en esta dirección. La búsqueda del soldado perfecto, construido sobre los restos de soldados de carne y hueso heridos en combate y “reconstruidos” posteriormente a través de la robótica (una idea que nos remite a filmes como Soldado Universal o Robocop), está en la génesis de un filme que quizás recurra más de lo debido a cierta esquematización argumental y a un dibujo de personajes algo maniqueo, pero cuyo desarrollo dramático resulta siempre bastante claro y potente, especialmente en una primera mitad extrañamente hipnótica y absorbente. Lástima que estas buenas vibraciones vayan dando lugar a otros elementos narrativos más rutinarios y previsibles (el conflicto moral del protagonista en relación con su hija enferma, la desdibujada subtrama de los siervos androides); es entonces cuando la cinta se vuelve algo decepcionante, incapacitada para mantener las expectativas generadas al principio y evidenciando los límites no sólo presupuestarios, sino también creativos, con los que ha sido diseñada.

Afortunadamente, estamos ante un trabajo generalmente sólido, siempre entretenido y muy bien interpretado por Toby Stephens. La dirección de fotografía de Nicolai Brüel logra unos efectos lumínicos atractivos (sin el grado de refinamiento expresivo del Janusz Kaminski de Minority Report, pero siguiendo una similar sensibilidad estética), los efectos especiales son tan modestos como efectivos, y la ambientación industrial logra cuajar una atmósfera sórdida que ayuda a resaltar esa pátina de desesperanza y pesadumbre que requería la trama. Siendo, por tanto, una pieza de artesanía elaborada con tanto mimo y esfuerzo, sería algo injusto centrarnos únicamente en sus defectos, por mucho que resulte inevitable preguntarse qué habría hecho alguien como Mamoru Oshii con un material semejante (The Machine no anda lejos de aquella joya del anime y el cyberpunk que fue Ghost in the Shell). Sin llegar a los niveles de complejidad, estilo y profundidad del japonés, lo cierto es que, en un panorama en el que la ciencia-ficción escasea y, cuando aparece, lo hace normalmente tendiendo a la hipertrofia y/o el exceso de pretensiones (Oblivion, After Earth, Elysium…), una película tan pequeña como The Machine al menos logra depararnos noventa minutos de entretenimiento rápido e inteligente y decir cosas con sentido sobre el desarrollo tecnológico y la responsabilidad moral de quienes lo llevan a cabo.

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