Ciudad Delirio (Chus Gutiérrez)

Después de su auge en la década de los 80, y tras un breve parón, parece que las películas de baile vuelven a repuntar. La saga Step Up sigue dando pingües beneficios. Otras cómo You got served o Street Dance aprovechan el break dance y los ritmos callejeros para ofrecer su arte. Este tipo de películas suelen garantizar acción, espectacularidad y unas escenas finales que suelen ser llamativos cuando menos.

Ciudad Delirio, sin embargo, se sale de los canones. Sí, para bien o para mal es decision de cada uno, pero que nadie espere ver una película de baile al uso. Lo cierto es que se queda a medio camino, en tierra de nadie entre la comedia romántica y la película del ya comentado estilo, sin llegar en ningún momento a ser ni una ni otra.

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La película mezcla el mundo de Javier, un tímido médico español agobiado por su vida rutinaria y exenta de pasión tanto en lo laboral como en lo personal, con el de Angie, una bailarina y profesora de danza caleña que quiere llevar a su escuela a lo más alto. Se conocen una noche en Cali, cuando él se encuentra en un congreso.

El personaje de Javier, interpretado por un  Julián Villagrán que a veces incluso llega a pasarse de soso, va evolucionando. Y la causa de esa evolución no es Angie, a la que Carolina Ramírez da vida con mucha determinación pero poco entusiasmo, sino la ciudad de Cali. Lo cierto es que el título del film no podía ser más acertado, porque es el propio territorio el que se erige en protagonista del film. Cómo ya ha hecho en otros trabajos como Retorno a Hansala, Chus Gutiérrez aprovecha la excusa de vender una historia romántica para contarnos como los lugares pueden cambiar a las personas. Y para mostrar la belleza de los diferentes parajes del mundo, lo cierto es que la directora granadina tiene buen ojo.

La ambientacion, el folclore, las tradiciones, y sobre todo la música (No hay que dejar de escuchar su banda sonora, espectacular y muy bien elegida) contribuyen a crear un entorno maravilloso, en el que dan ganas de sumergirse y no volver. Hay una escena en la que se contraponen Cali y Madrid y la capital española aparece como un lugar frío y gris, exento de todo lo que da color a la vida.

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Más allá de eso, como se ha dicho al principio, la historia no da para mucho más. Lo cierto es que como film se le ven graves carencias, algunas bastante grandes a mi entender: Apenas unas pinceladas de un par de secundarios en un grupo de baile de diez personas. Además, aparecen detalles de los bailes, hilo conductor, en toda la película, y sin embargo al final tampoco se llega a nada (olvidémonos de las famosas coreografías finales). Vamos, que una película cuya fuerza debería radicar en la imagen y lo visual, al final se queda en lo más atribulado y naïf de todo lo que podría hacer.

Que no se me entienda mal, es una película que no se hace larga y puede disfrutarse, pero da lástima que descuide sus puntos fuertes para meter, a veces con calzador, una historia que no es precisamente algo sorprendente o emocionante si quiera. Lo naif está muy bien cuando no se tienen más argumentos. Si no, el propio concepto se acaba volviendo una ironía contra sí mismo. Y contra todos los amantes de la salsa, que se quedarán con la sensación de que casi consiguen su película, pero no.

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