Hace muy pocos días, Luís Ospina, uno de los mejores documentalistas latinoamericanos, fue invitado especial al XV Festival Internacional de Cine Documental “Encuentros de Otros Cines”, desarrollado en Quito (Ecuador), y en una entrevista concedida a un medio local contó que siempre ha sentido una obsesión muy grande por la muerte, a la que cataloga como la ausencia de la memoria. Por ello, justificó su gusto por el cine porque le ofrece una ilusión de inmortalidad al registrar imágenes y momentos que quedan para la posteridad.
En su carrera como cineasta, Ospina ha dejado en varias de sus producciones la evidencia de su filosofía, pero es en Todo comenzó por el fin donde la aplica a su máximo nivel cuando intenta documentar su potencial fallecimiento. El director colombiano deseaba poner en práctica su creencia de que el dejarse filmar es el acto de mayor generosidad que puede tener un ser humano y que, en su caso, la cámara debía registrar cómo trabaja la muerte, tal como lo creía Jean Cocteau. Por esto, una filmadora fue su compañera permanente en su estancia en un hospital para que muestre crudamente su situación y grabe su posible agonía y fin de sus días.
Escenas rebuscadas de películas antiguas son aprovechadas por Ospina para incluirlas en este documental y dejar constancia de un paralelismo, casi surrealista, que existe entre su vida real y el Séptimo Arte. Además colocó filmaciones domésticas de cuando era niño para encontrar un punto referencial sobre el origen de su pasión por la cinematografía.
Todo comenzó por el fin describe cómo el cine puede llegar a significar no sólo un oficio o una afición, sino una razón de existencia. Es así que luego de las introspectivas que se realiza Ospina, el filme relata las vivencias del denominado Grupo de Cali, un conjunto de directores, escritores, editores, camarógrafos, etc. que revolucionó la concepción cinematográfica en la Colombia de la década de 1970, entre quienes destacaban, aparte de Luís, Carlos Mayolo, Andrés Caicedo, Ricardo Duque, Hernando Guerrero, Miguel González, entre otros.
El documental respira esa utopía, que estuvo en auge en esos años en Latinoamérica, de querer cambiar al mundo a través de ideologías políticas y artísticas. En este contexto, enfoca el surgimiento de un prototipo especial de cineclub que quería consolidar una contracultura que se imponga a lo que estaba establecido. Este proyecto fue generado por el Grupo de Cali, cuyos integrantes consideraban que no sólo bastaba con el aporte de su talento sino que era necesario convivir en una comunidad y compartir todos sus momentos en un mismo espacio, fiel al estilo de la cultura hippie de la época. Nació así, en 1971, Ciudad Solar, una casa que se constituyó en el templo que encerró en una misma atmósfera la alucinación de personas que querían materializar sus sueños.
Teniendo como referencia a la muerte, el documental analiza de manera profunda el suicidio de Andrés Caicedo, escritor de culto y uno de los principales integrantes del Grupo, ampliando así el trabajo fílmico realizado por el propio Ospina en 1986, titulado Andrés Caicedo: unos pocos buenos amigos. Luís siempre consideró a Andrés como el único genio que pudo conocer íntimamente, y a través del estudio de sus escritos y de impresionantes revelaciones que realizan las personas que más cerca estuvieron a él, dota al argumento de Todo comenzó por el fin de una solidez admirable para describir la personalidad y pensamiento del famoso escritor, un muchacho introvertido que tartamudeaba al hablar y que hizo de la escritura su principal medio de comunicación. Sus cartas, de especial belleza narrativa, se constituyeron en una válvula de escape de su sentir y fueron el confesionario mediante el cual expresaba su amor y sufrimiento a su novia Patricia, y también sirvieron para anunciar su muerte.
Estos textos son esenciales en el filme porque estructuran momentos emotivos que reseñan la enorme sensibilidad de Caicedo para describir sentimientos y situaciones inspiradas en su tristeza. En este documental se descubre algo más de este personaje extraño que tenía terror a envejecer y que consideraba insensato vivir más allá de los 25 años.
En algunos instantes de esta producción se destaca la intervención de la pareja de Andrés, quien, entre otras cosas, cuenta cómo fueron los últimos segundos de vida del escritor, quien alcanzó a informarle sobre su decisión de finalizar su existencia y dejarle una mirada plantada de manera permanente. Y, nuevamente, surge aquí otro detalle que delata cómo el contexto cinematográfico influía en cada instante de la vida del grupo de amigos, también conocido como Caliwood, pues una de sus integrantes asistió, al día siguiente de la muerte de Caicedo, a una función en Ciudad Solar para encontrar un símil del duro momento que vivía en la película Los Olvidados (de Luis Buñuel), donde uno de sus personajes, ante la muerte de Jaibo, decía: «Uno menos, así van cayendo todos».
Luis Ospina también destaca la enorme contribución creativa de Andrés en el análisis fílmico, que lo llevó a crear el magazine Ojo al Cine, que también era escrito y editado en Ciudad Solar, y que constituyó una valiosa propuesta de crítica cinematográfica y de narración de las sensaciones personales que produce cualquier tipo de filmes, sea de arte o ensayo, westerns, comedias de Jerry Lewis, etc.
El documental detalla además las características de la producción cinematográfica propia de los integrantes del Grupo de Cali y de cómo impuso un estilo que alborotó a la sociedad colombiana de las décadas de 1970 y 1980. El puntapié inicial lo dieron Luis Ospina y Carlos Mayolo con la película Oiga Vea, en 1971, un contra-documental sobre los Juegos Panamericanos en donde se enseñó la exclusión de determinados estamentos humanos en esta fiesta deportiva. Un filme muy atrevido para la época que dio el aviso de una batalla a las costumbres argumentales del cine colombiano, y que vería en 1977 una radicalización de la corriente con la presentación de Agarrando Pueblo: los vampiros de la pobreza, una crítica tenaz a los rentables documentales que se hacían sobre la situación de los pobres en Colombia. El par de directores consideraban estas propuestas como demagógicas, de propaganda política y hasta de aprovechamiento de las necesidades de la gente, porque descubrieron que se pagaban a personas para que salieran en esos filmes de la “pornomiseria”.
La muerte de Mayolo también es abordada en esta producción, y se destaca su actividad fílmica que se basó, fundamentalmente, en mitos y realidades urbanas, que él las agrupaba en la misma esfera conceptual del vampirismo, sitio donde ubicó no sólo a los personajes fantasiosos que chupan la sangre, sino a seres verdaderos identificados por su maldad o por conductas cuestionables.
Todo comenzó por el fin es un trabajo biográfico sobre los integrantes del Grupo de Cali, que ve en la nostalgia de tiempos pasados un motivo para mantener una ilusión de vida, para redescubrirse, para conservar una amistad, para evitar un adiós definitivo y para seguir hablando de lo que más les gusta: el cine y, como están en Cali, también de la rumba.
La pasión está también en el cine.