Sobran las palabras (Nicole Holofcener)

La nueva cinta de Nicole Holofcener sigue los pasos de sus anteriores trabajos, encontrándose siempre en ese cine difusa línea entre el amable Indie americano, deformación del de antaño o del auténtico cine independiente y el cine de estudio. No es algo negativo necesariamente, aunque en esta web por filias no suele ser plato de nuestro agrado. Tampoco es fácil aventurarse a catalogar su trabajo, puesto que desde hace años los propios estudios mantienen su línea de cine de bajo presupuesto para venderlo cual marca.

Sobran las palabras

Olvidando lo anteriormente mencionado, Sobran las palabras (Enough said en su versión original) desarrolla una historia simple ayudada de varios rostros conocidos, entre los que se encuentra James Gandolfini, siempre enorme, creando un personaje más grande y memorable que lo que el libreto prometía. Voy a empezar con las pegas de la cinta, que lastran la función haciendo que no se despegue en casi ningún momento.

En primer lugar la trama es simple y lo peor (ya que simple no es algo nunca malo a priori), previsible. Mantiene el esquema clásico de las cintas románticas sin ningún aliciente en cuanto a escenas, giros de guión o incluso comedia, resultando un retrato amable desde todos los puntos de vista. Tan amable que cansa.

Por suerte su directora no se conforma tan sólo con ese retrato amable de las relaciones de pareja, sino que exprime al máximo un par de ideas que consiguen hacer interesante el film y, lo que es más importante,  mantiene en todo momento buenas vibraciones con respecto a su mirada y su intención. Lo hace cercano, de tal manera que todos podemos identificarnos y palpar como propio el conflicto de la cinta.

Esta idea se basa en la “adaptación o muerte” que sufre todo pareja, escenificado en los pequeños detalles y minúsculas manías que soportamos e incluso adoramos hasta que una mañana las odiamos y no podemos vivir con ellas, y como cada pareja lucha a su manera con esta cotidianidad.

Nuestra protagonista, interpretada por la popular actriz televisiva Julia Louis-Dreyfus (Veep, Seinfeld) es una masajista profesional que no soporta ciertos detalles sin importancia de sus pacientes. De igual manera, sin verbalizar, todo a su alrededor se nutre de esos detalles que pueden destabilizar cualquier relación, como lo acontecido en la relación entre su mejor amiga y su marido. Una noche conoce a un hombre (perfecto Gandolfini, actor que no sólo es grande por su trabajo en la afamada serie Los Soprano, la serie que lo cambió todo, sino para un servidor uno de los mejores actores americanos de los últimos 20 años) e inicia una relación a la vez que encuentra una amiga que se pasa las veladas quejándose de su ex-marido y sus extraños tics.

Sobran las palabras

Todo fluye con naturalidad, con un cierto encanto y un humor agradable, hasta que nuestra protagonista irá contagiándose por la relación con su nueva amistad, poniendo en peligro la pequeña historia de amor que vive.

La intención es perfecta y la manera de mostrarla tan sencilla y simple como ejemplar. Mientras, intenta rehacer su vida amorosa debe hacer frente a la marcha de su hija a la universidad. Nuestra protagonista tendrá que adaptarse o quedarse sola, y ahí radica toda la fuerza de la cinta.

Como decía, es una lástima que en lo referente a la trama, salvo un giro de guión bastante previsible, todo transcurre en la estructura clásica y sin sorpresas de la comedia romántica americana de los años 90. Esa comedia dulce y simpática que nadie odia pero que igualmente tampoco enamora.

No obstante, la baza de la intención, esos pequeños detalles e inconvenientes, consiguen salvar la función, acabando todo en un terreno intermedio entre la propuesta independiente y el cine más comercial. Pero funciona. Funciona sobre todo para todos aquellos que han vivido y viven en pareja luchando todos los días por no naufragar y, sobre todo, porque todos tenemos una historia pasada que no funcionó y a la que entonces, como si se tratara de una venda que hemos tenido puesta todo este tiempo sin darnos cuenta, identificamos esos pequeñas minucias como algo insoportable de conllevar.

Alrededor de nuestra pareja hay varios ejemplos de personas que viven de manera diferente estos hechos, algunos se aman sin soportar estas manías, otros logran cambiar, hay quien no consigue llevar a buen puerto la relación y, en definitiva, se nos muestra un abanico de situaciones.

Porque más que cambiar, que se puede, todo acaba resumiéndose en la expresión «Adaptarse o morir (sola)».

Sobran las palabras

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