Sesión doble: Point de chute (1970) / Vengeance (2009)

Johnny Hallyday, el cantante, el actor, el tipo irreverente. El hombre que nos dejó hace unos días y que nos gustaría homenajear en su lado cinéfilo con dos películas imprescindibles, por Hallyday y por el amor al cine en sí. La primera opción es Point de chute que Robert Hossein dirigió en 1970. La segunda es la locura desatada de Johnnie To en Vengeance, que conocimos en 2009.

 

Point de chute (Robert Hossein)

Considerado por algunos el equivalente francés del mítico Elvis Presley, no es de extrañar que, al igual que a él y que a otras tantas figuras icónicas del panorama musical, la industria del cine decidiera abrirle rápidamente sus puertas, interesada, como no podía ser de otro modo, en exprimir el éxito y la innegable fotogenia (sustentada, en su caso, en una azulada mirada felina que se fue agudizando con el paso de los años) de un joven que, aptitudes musicales al margen, parecía ir sobrado de carisma. Dentro de la irregular trayectoria que se fue labrando a lo largo de más de cincuenta años, en la que brillaron particularmente sus colaboraciones con Corbucci, Leconte, Lelouch o To, cabe recordar también esta discreta pero muy pulida miniatura dirigida por un outsider del cine francés tan interesante como Robert Hossein, autor total y figura de culto del cine europeo de los cincuencta y sesenta. No sé si la elección de Hallyday para protagonizar este thriller turbio sobre el secuestro de una joven fue impuesta por la productora o decisión del propio Hossein; en cualquier caso, no parece desatinada, a tenor del encaje que su enigmática presencia tiene en el molde de un trabajo de férreo aliento romántico pero maneras frías y austeras, en las que su personaje, hermético y misterioso, parece descender del prototipo de antihéroe del polar francés que empezó a perfilarse más o menos por aquella época con Alain Delon y su Le samourai como ejemplo más logrado y paradigmático.

Hossein, que se reserva el papel de villano, conduce su exigua trama con actitud heterodoxa, más cercana en su despliegue narrativo y visual al cine de autor que al comercial (ahí es nada fraguar un primer tercio del metraje prescindiendo casi íntegramente de diálogos). Si sobre el papel Falling Point parece carne de obra teatral, su director se encarga de desbaratar esta sospecha a través de una puesta en escena de gran precisión, rica en detalles y primeros planos muy expresivos, en la que se extrae partido de un escenario único (una cabaña sita en una desolada playa francesa, siempre bajo un cielo encapotado que parece reflejar el interior maltrecho y en conflicto de su protagonista) y de una serie de elementos mínimos perfectamente aprovechados por Hossein. Especial atención merece su uso del espacio fílmico (encuadra con mucha clase, al tiempo que juega hábilmente con los tipos de plano, las distancias entre los personajes —su clímax final— y el fuera de campo), así como el modo en el que integra la violencia, tanto física como psicológica, dentro del relato, bien sea de un modo frontal y agresivo (la culminación del secuestro con el brutal atropello del chófer), o bien de un modo más sutil. También da margen para que aflore su cinefilia, patente en un homenaje explícito a la gran Duelo al sol.

No obstante, la cinta no puede escapar a su propia insignificancia. O dicho de otro modo: el buen hacer general de Hossein tras las cámaras no logra enmascarar la evidente falta de sustancia de una historia que, pese a su trasfondo fatalista y la carga de amour fou que la anima, resulta demasiado simple a todos los niveles. Algunos toques líricos ya demodés (la música o el uso del ralentí, ambos excesivamente coyunturales) tampoco ayudan a hacer de Falling Point esa recóndita y perdida película de culto que sí es, por ejemplo, la estupenda El vampiro de Dusseldorf, también de Hossein. Queda, eso sí, un sugerente relato de amor tejido entre silencios, miradas, renuncias y sacrificios, con más pose que trascendencia probablemente, pero también con los suficientes elementos anómalos y de interés como para recomendar su visionado a cualquiera interesado en un cine alejado de modas y cargado de personalidad. O, por descontado, a cualquier admirador del desaparecido Hallyday o del talentoso autor de El sabor de la violencia.

Escrito por Nacho Villalba

 

Vengeance (Johnnie To)

Aparentemente nada más extraño que una producción Johnnie To donde aparezca Johnny Hallyday. Algo sin embargo, teniendo en cuenta el contexto de la realización del film, que entronca con una tendencia del cine asiático de la segunda mitad de la primera década del siglo XXI: la fascinación por lo francés. Cineastas como Hong Sang-soo, Tsai Ming-liang o Hou Hsiao-Hsien tuvieron su particular incursión en la cultura y modos cinematográficos franceses, fundamentalmente en forma de homenaje a la Nouvelle Vague o como exhibición fascinada de los modelos de vida parisinos.

Johnnie To rinde pues su particular homenaje y lo hace a través de la combinación de su firma genérica en el cine de acción combinándola con una suerte de polar francés con ecos de ‹mellvinianos› y reclutando para ello a todo un icono del país galo, el cantante e interprete Johnny Hallyday. El resultado es francamente reconocible dentro de la filmografía del director de Hong Kong aunque la mezcla final deja la propuesta algo desdibujada.

Lo más destacable en Vengeance es, una vez más, las portentosas coreografías con las que To filma, planifica y distribuye los tiroteos, haciendo de ellos pequeñas joyas internas a disfrutar casi como piezas de arte y ensayo, de didactismo sobre como rodar la acción. Pero al final esto resulta francamente insuficiente para sostener el resto de un metraje cuya endeblez y reiteración argumental consigue convertir la cinta en casi un mero pretexto para llegar a las escenas comentadas anteriormente.

Sin duda la presencia de Hallyday obedece a buscar el estereotipo solitario y lacónico al estilo del Alain Delon de Le Samourai en su versión crepuscular. El problema llega cuando Hallyday, que por cierto nunca ha sido Delon a nivel interpretativo, ofrece un registro de decadencia y decrepitud más allá de la intencionalidad del director. Su hieratismo, su rostro absolutamente cerúleo no deja pasar en ningún momento ni un atisbo de motivación, de sentimiento, para llevar a cabo sus sentimientos de venganza. Por si fuera poco, se introduce una suerte de derivación argumental que nos remite al Memento de Christopher Nolan que no solo no aporta sino que más bien crea situaciones rocambolescas y de incómoda comedia involuntaria.

Así pues resulta francamente difícil empatizar con un film que por una parte nos da una sensación de refrito algo oportunista y por otra ofrece un protagonista que lejos de aportar el carisma necesario acaba por parecer una parodia del objetivo buscado. No, Vengeance no es precisamente la mejor obra de Johnnie To, aunque eso sí, ofrece un entretenimiento digno, ni que sea por admirar la elegancia estilística del director y para constatar que el recientemente fallecido Hallyday, más allá de su condición icónica de estrella del rock, no estaba a la altura interpretativa requerida para un reto de estas dimensiones.

Escrito por Àlex P. Lascort

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *