Sesión doble: La novicia musulmana (1974) / Dark Waters (1993)

El ‹nunsploitation› vuelve a la sesión doble con dos propuestas italianas. Comenzamos con La novicia musulmana dirigida por Gianfranco Mingozzi en 1974 y seguimos con Dark Waters, la inesperada visión del género de Mariano Baino en 1993.

 

La novicia musulmana (Gianfranco Mingozzi)

Probablemente los dos países que explotaron más y mejor el subgénero de la ‹nunsploitation› fueron Italia y Japón, no por casualidad dos de las cinematografías que más han aportado en general al erotismo dentro del séptimo arte. Si en Japón casi todo el fetichismo se orienta hacia la tortura y la fascinación estética de un cuerpo femenino fuertemente privado de libertad (es casi imposible encontrar una ‹pinku eiga› que no incluya a mujeres atadas de muchas e ingeniosas maneras), en Italia la cuestión adquiere matices más variados y complejos. Una buena muestra podría ser esta misma La novicia musulmana que ahora nos ocupa, que parte de la invasión musulmana de Otranto en el siglo XV para pergeñar una parábola feminista harto malsana y cruel, pero también inteligente y hasta adelantada a su época, con la que pretende servir de azote del machismo de su tiempo y de la Iglesia, institución misógina y represiva donde las haya. Toda la película gira en torno a la idea de la negación del deseo femenino, utilizando la figura de la novicia Flavia Gaetani, que, pese a ser encerrada desde joven en un convento por su castrante y tiránico padre, sigue experimentando una sexualidad no por reprimida y latente menos real, lo que la acaba empujando a una fuga frustrada en compañía de Abraham, sujeto igualmente victimizado en su condición de judío, y única muestra decente dentro del amplio catálogo masculino que presenta la película.

La captura de Flavia y Abraham y su posterior castigo constituyen el germen de su futura rebelión, al entrar en escena el ejército musulmán, convirtiéndose en inesperado aliado del ímpetu vengativo de Flavia. La película de Mingozzi, escrita en colaboración con Bruno di Geronimo (curtido en el ‹giallo›) y Fabrizio Onofri (que estaba en los libretos de las muy políticas y reivindicativas Los caníbales y Sacco y Vanzetti), hace un buen trabajo ilustrando la psicología y evolución de Flavia, personaje problemático y fascinante al que acompaña en su sangriento viaje de emancipación el de Sor Agatha (que encarna la enorme Maria Casares). Hay algo en ambas mujeres de la rabia marginal que siempre ha acompañado a las brujas, quizás las primeras representaciones arcaicas del feminismo, y por ello mismo criaturas siempre tan perseguidas y denostadas dentro del marco patriarcal de su tiempo. La novicia musulmana captura esta furia uterina que nace de la injusticia de saberse atrapada en un mundo en el que la mujer solo sirve para proveer de placer sexual al hombre, o bien para permanecer encerrada entre los muros del hogar o del convento, algo a lo que se opone con determinación suicida nuestra implacable antiheroína.

Todo esto se expresa a través de una narración entretenida, con apuntes históricos cultos aunque inexactos (el “tarantismo” con el que se abre la cinta creo que no surge hasta el siglo XVI), y sobre todo con muy mala uva y mucho morbo para crear situaciones potencialmente turbias, especialmente en un tramo final en el que abundan el sexo, la violencia y las imágenes oníricas sacrílegas, cargando la atmósfera de un erotismo bañado en sangre (ojito al ‹gore› diseminado aquí y allá: pezones cercenados, decapitaciones, empalamientos, desollamientos…), y acabando la función de forma tan desencantada como lúcida. En definitiva, una joya rara y profundamente subversiva que urge reivindicar.

Escrito por Nacho Villalba

 

Dark Waters (Mariano Baino)

Dark Waters es un producto ciertamente extravagante. Desde el hecho que sea una coproducción italiano-rusa, hasta las condiciones de su rodaje, más propias del capricho de un nuevo rico que de un mero interés artístico, hacen de ella una rareza que, si bien no funciona como un todo, sí ofrece perlas a tener en cuenta. Que estas sean intencionadas o no ya es harina de otro costal.

El film de Mariano Baino podría ser considerado, a primera vista, como una suerte de último estertor de las ‹exploits› italianas, centrándose en este caso en el subgénero del ‹nunsploitation›. Sin embargo, las sorpresas empiezan nada más arrancar el metraje. Lejos de ir al grano y ofrecer el habitual desparrame sangriento habitual, Dark Waters opta por el camino de la abstracción, de la aridez en el concepto, del laconismo en diálogo, del enigma en la trama. Todo ello presuntamente, ya que aunque las intenciones están ahí, todo es más obvio de lo que parece, y hay demasiada confusión entre construir un misterio y el sopor más profundo.

Por si fuera poco, asistimos a planos que a primera vista pueden parecer una genialidad pero que en su conjunto uno acaba por preguntarse si no son más que concesionales, ganas de epatar o directamente fruto de casualidades que acaban siendo resultonas. Igual sucede con unas interpretaciones que, de tan planas a veces, hiper histriónicas otras, nunca consiguen dar el tono adecuado. Siempre y cuando no sea precisamente esta la intención, la de no tener tono en absoluto.

Terror gótico, monjas que vienen y van, clímax final que se ve a la legua, pinceladas de folk y horror cósmico… un batiburrillo importante donde nada parece avanzar entre sinsentidos e imágenes, todo hay que decirlo, impactantes. Sin embargo, y ahí está la gracia del film, sin saber muy bien cómo, se llega a un tramo final que resulta un auténtico espectáculo grotesco de sangre y gore. Lo peor de ello es que todo apunta a que se tenía que llegar fuera como fuera ahí, y que el camino a recorrer es lo de menos. Sea como fuere, vale la pena llegar hasta ahí.

Tampoco es que nada tenga mucho sentido o coherencia interna, pero al fin y al cabo, asistimos a un cierre que no deja de ser por un lado lo que esperábamos en una producción de este tipo y, por el otro, la consecución de ciertas insinuaciones (o al menos eso creo) que se producen durante todo el metraje.

Con ello podemos decir Baino nos invita a un viaje que pretende ser exhaustivo en su recorrido por el detalle conceptual pero que termina siendo más bien una experiencia que deja exhausto en su complicación (o falta de precisión) narrativa. No obstante, Dark Waters deriva en un producto tan obstinado en su rareza, tan falto de intencionalidad en sus desvaríos, pero tan sorprendente en su resultado final, que uno acaba por pensar si en el fondo no se trata de una genialidad incomprendida. Quizás no sea tanto, pero desde luego, y a su extraño modo, si que resulta memorable, en lo bueno y en lo malo.

Escrito por Àlex P. Lascort

 

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