Sesión doble: La furia de los vikingos (1962) / Cuando los cuervos vuelan (1984)

Terror en los mares, luchas brutales, desde el norte venían para conquistar con rudeza: los vikingos llegan a la sesión doble. Personajes que no pueden faltar en el cine y que han dado pie a tantas interpretaciones, hoy llega la particular visión de Mario Bava en 1962 con La furia de los vikingos, y la islandesa Cuando los cuervos vuelan, que dirigió Hrafn Gunnlaugsson en 1984. Adelante:

 

La furia de los vikingos (Mario Bava)

La furia de los vikingos

La cinematografía italiana de géneros alcanzó una notable celebridad desde bien entrados los años 50. Un cine popular que cimentó una industria en base una serie de propuestas narrativas heredadas de la cultura popular y con un claro motor a rebufo del cine estadounidense. Una hereditaria forma de trabajo que trató de explotar en el viejo continente, con claros visos comerciales, géneros exitosos provenientes de Hollywood. Mario Bava, considerado un potente impulsor de la cinematografía italiana, viene siendo reivindicado como uno de los más importantes realizadores transalpinos de dicha industria, aunque su obra más remarcada está claramente atada al cine fantástico donde dejó una serie de films claves para entender dicha vertiente en su origen europeo.

 Así pues, el maestro Bava, antes de provocar la eclosión del giallo y estandarizar el llamado “gótico italiano” que él mismo impulsó previamente junto a su mentor Riccardo Freda, promovió sus maneras como cineasta en un género tan puramente artesano en formalidades y ampuloso en pretensiones artísticas como el peplum. Sus inicios como director de fotografía con ciertas cabalgadas en la dirección en films del previamente citado Freda o hasta incluso Jacques Tourneur fueron la mejor forma de amoldar un estilo que hoy en día es recordado por la potencia visual de los planos, unas intenciones estilísticas altamente imitadas posteriormente que ofrecerían años después algunas de las imágenes más bellas del cine italiano.

 La Furia de los Vikingos es una de las primeras películas dirigidas enteramente por Bava, realizado justamente después de su espectacular La Máscara del Demonio, y es un film que podemos etiquetar como un desmesurado peplum que dramatiza la mastodóntica lucha entre los vikingos y el Imperio británico. Del bando nórdico son separados dos hermanos en su infancia, y que por caprichos del destino crecerán en cada uno de los bandos enfrentados. Eron, un eficiente Cameron Mitchell, está destinado a ser el sucesor de su padre como líder del pueblo vikingo. Erik, George Ardisson en un rol que acaparará el peso heroico de la trama, será adoptado por la reina Alicia de Inglaterra. Cuando el primero invada territorio británico con su ejército vikingo y secuestre a la Reina, se desencadenará un enorme conflicto entre ambos bandos que tendrá como núcleo el descubrimiento del vínculo entre ambos hermanos. Esto servirá como principal recurso narrativo en el que Bava ofrece un meritorio trabajo en un género en el que ya había trabajado previamente.

 A nivel narrativo la película tiene un ritmo endiablado, donde Bava muestra su previa experiencia en el género en un dominio claro de la épica, las connotaciones legendarias de la trama y los tintes heroicos de sus personajes. Erik y Eron pasan a ser dos caracteres bien definidos, y su lucha de egos dentro del desmedido enfrentamiento entre ambos bandos desprende un interés constante. Mitchell y Ardisson ofrecen unas estupendas interpretaciones, algo que ayuda a triunfar al film, cayendo parte de su peso en el “tête a tête” interpretativo de ambos actores. En un género cuyo elenco actoral suele tender a la sobreexplotación del drama, cabe destacar las agradecidas apariciones de Franco Ressell como el Rey Lotar, las gemelas Alice y Ellen Kessler cuya belleza promueve la inevitable iconografía femenina del género, sin olvidar a Françoise Christophe como Alice.

 La película trata con una seriedad comedida su rigor histórico, pero ello no evita que Bava ofrezca batallas desmesuradas, espléndidamente rodadas, en unas localizaciones propias de unas postales inevitablemente bellas con el habitual uso del plano del director italiano. En este aspecto el realizador utiliza su experiencia en el género para abordarlo con un oficio admirable, dominando todas sus constantes tanto en el uso de la acción como en el desarrollo de la trama. Pero donde Bava distancia su película del resto es en su ya inherente uso del color, aquel que promovió en sus aportaciones al fantástico a un nivel extremo por el gusto hacia la etiqueta visual. Siendo este uno de sus primeros trabajos lejos del género que le dio la fama choca ver sus habituales juegos de colores en una vertiente tan habitualmente luminosa con el peplum, aunque el resultado se antoja exquisito. Las excepcionales localizaciones se ven reforzadas gracias al exotismo que la potencia visual aportada por Bava, quien controla totalmente la iluminación de sus planos guardándose para sí también el rol de director de fotografía. El extraordinario score de Roberto Nicolosi pone la guinda a uno de esos peplums que sirven como claro exponente de la artesanía de una cinematografía riquísima en talento y muy adulta en sus intenciones. La Furia de los Vikingos deja claros visos de un cineasta ejemplar para entender la industria de su país, ya solo viendo la manera tan estilísticamente bella y formalmente adulta con la que se tomó uno de sus primeros trabajos cabalgados en solitario.

Escrito por Dani Rodríguez

 

Cuando los cuervos vuelan (Hrafn Gunnlaugsson)

Cuando los cuervos vuelan

Cuando los cuervos vuelan fue la primera piedra que dio lugar a la famosa y mitificada por los amantes del cine de acción mas subterráneo trilogía vikinga dirigida por el cineasta islandés Hrafn Gunnlaugsson, trilogía que se completa con las cintas La sombra del cuervo y El cuervo blanco. Esta saga situaba en la baja Edad Media vikinga islandesa los paradigmas del spaghetti-western y fundamentalmente del cine de samuráis sito en el Japón feudal, cuyos admiradores no paraban de crecer a mediados de los ochenta gracias a la creciente difusión en occidente de cintas como Yojimbo, Los siete samuráis o Hara-kiri.

Es más, la película es un remake para nada encubierto de Por un puñado de dólares, cinta que iniciaba la legendaria trilogía del dólar de Sergio Leone y que a su vez era otro remake de Yojimbo, uno de los filmes más comerciales, trepidantes y desenfadados del genio Akira Kurosawa. Aunque esta cadena de remakes y versiones de la misma historia pueda hacer pensar que nos encontramos ante un relato trillado mil veces visto y por tanto poco atractivo, he de resaltar que Cuando los cuervos vuelan es un film ciertamente singular y enigmático, quizás motivado este hecho por lo exótico de su procedencia.

Porque uno de los puntos más llamativos que presenta esta obra viene engendrado por el rediseño que de la epopeya clásica en la que se basa la trama efectúa el autor islandés, el cual reviste la sinopsis de un halo más cruento y tremebundo gracias a la innovación que supone transformar una fábula basada en las peripecias experimentadas por un pistolero/samurai errante que aprovechaba la confrontación existente entre dos familias que compiten por el dominio de un poblado de campesinos en otra totalmente distinta, fundada esencialmente en una historia de venganzas, algo muy de moda en el cine de acción de aquellas fechas.

La cinta hace gala de una clara escasez de medios económicos la cual es suplida a la perfección al situar la puesta en escena en los montañosos espacios naturales de la costa islandesa y sobre todo al talento de Gunnlaugsson, el cual conocedor de los pocos recursos disponibles en el presupuesto, concentró su atención en los aspectos más minimalistas, huyendo así de la pirotecnia que hubiera supuesto rodar grandes batallas plagadas de extras y decorados artificiales. Al contrario, las escenas de acción están dotadas de un hipnótico realismo. Éstas son secas, adustas, podríamos incluso calificarlas como amateurs debido a su sencillez. Las coreografías de pura ópera habituales en las cintas de acción medieval son sustituidas por escenas rodadas en primer plano con una total ausencia de aglomeraciones.

La trama sigue una línea argumental un tanto confusa que va aclarándose conforme avanzan los acontecimientos. Así la primera escena muestra una invasión vikinga a un poblado irlandés que culminará con el asesinato de unos padres ante los ojos de los dos hijos (un niño y una niña). El jefe de la cuadrilla vikinga ordenará a un subordinado el asesinato del varón en aras de evitar las futuras consecuencias que su criminal incursión pueda acarrear, mientras que la niña será secuestrada y llevada por ello a tierras vikingas. Sin embargo, el vikingo encargado de asesinar al infante se apiadará de la inocente mirada del niño por lo que le dejará con vida en contra de las órdenes de su jefe. Pasados los años, el niño convertido en un astuto guerrero ávido de venganza llegará a costas vikingas para saciar sus planes de venganza a su vez que para liberar a su añorada hermana, la cual ha sido tomada por esposa por el asesino de sus padres (con el cual comparte un hijo). El ángel vengador aprovechará el desconcierto y las luchas existentes entre los dos hermanos vikingos que gobiernan el lugar para desatar una orgía de sangre y revancha, la cual chocará con los vínculos familiares que impiden a su hermana abandonar el lugar en su compañía.

 Con este esquema tan clásico Gunnlaugsson logra componer una obra extraña que sigue los dictados del ojo por ojo y diente por diente que seguramente hará las delicias de los fanáticos del cine de acción más estrafalario. Y es que Cuando los cuervos vuelan es un film que a pesar de sus defectos y de poseer un ritmo que puede resultar anodino para los aficionados al cine más dinámico es un film que posee la extraordinaria virtud de hechizar gracias a su puesta en escena realista, sus curiosos escenarios y su chocante moraleja.

Escrito por Rubén Redondo

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