Sesión doble: La carta que nunca fue enviada (1960) / Atanarjuat, la leyenda del hombre veloz (2001)

Estrenamos una nueva sesión doble de pura supervivencia con La carta que nunca fue enviada de Mikhail Kalatozov, película de la antigua Unión Soviética de 1960 y la canadiense Atanarjuat, la leyenda del hombre veloz que dirigió Zacharias Kunuk en 2001.

 

La carta que nunca fue enviada (Mikhail Kalatozov)

Mikhail Kalatozov, el director de las aclamadas Cuando pasan las cigüeñas y Soy Cuba, abandonaba el drama bélico que más frutos le dio en 1957 y 1964 para estrenar, entre medias de las dos (1960), la película La carta que nunca fue enviada, donde nos cuenta una aventura clásica sobre el humano frente a la naturaleza centrada en cuatro miembros de una expedición geológica que se quedan varados en el desolado e implacable frío siberiano durante una misión para encontrar diamantes.

Un argumento simple que funciona muy bien sobre todo gracias al aprovechamiento de unos paisajes únicos que, combinados con la destreza del realizador soviético, consiguen ofrecer unas imágenes hermosas y espectaculares que convierten la mayor parte del metraje en una experiencia emocionante con una puesta en escena que no tendría nada que envidiar al cine hollywoodiense de entonces, creando una atmósfera de peligro constante y una lucha encarnizada por sobrevivir a la naturaleza. Es decir, una película de aventuras y supervivencia de principio a fin, perfecta para los amantes de este género, a los que no dará apenas descanso.

Porque tan importante como la planificación, el juego de luces, la mencionada puesta en escena o el uso del escenario —que bordean la perfección—, es el propio contexto y el año en el que La carta que nunca fue enviada fue rodada y estrenada. Los innovadores aspectos cinematográficos resultan sobresalientes incluso a los ojos de hoy en día. Tanto es así, que, como espectador, esos ojos te llevarán a disfrutar de la película como si vieras una mucho más moderna (hay quien la compara con The Revenant, de la que no puedo hablar, al no haberla visto, pero cuya comparación puede ayudar a entender el tipo de película a la que nos enfrentamos, aunque sea a nivel argumental y de algunas escenas, y no tanto en cuanto a ritmo o narrativa).

La única pega quizás pueda ser que, más allá de la forma en que Mikhail Kalatozov y su equipo capturan los vastos y hermosos parajes y desarrollan su cruel protagonismo, las dinámicas humanas del grupo de los cuatro geólogos, en términos de acción y desarrollo personal, pasan de ser muy emocionantes al principio a ser demasiado simples e impersonales con el paso de los minutos. Y eso a pesar de un buen trabajo de los actores protagonistas, entre los que destacan Tatyana Samojlova y Yevgeni Urbansky.

En resumen, La carta que nunca fue enviada es una apasionante historia de exploración y supervivencia contada en escasos 97 minutos (lo que la hace todavía más entretenida de cara al espectador), con algunos diálogos a recordar por la fuerza que le dan al aislamiento en que se encuentran nuestros perdidos protagonistas. Fuego, agua, viento y hielo recreados por la mente de un gran director. Si con estos mimbres no te han entrado ganas de ver la película que precedió y siguió a sus dos más grandes éxitos de crítica y público, yo no sé qué más podría dártelas.

Escrito por Alberto Mulas

 

Atanarjuat, la leyenda del hombre veloz (Zacharias Kunuk)

Esta no es la típica fabula Roussiana que ensalza y mistifica las costumbres ancestrales de una tribu aborigen que no ha sido corrompida por las abióticas figuras rectangulares de los edificios industriales, ni por el repiqueteo monótono de los motores de todo tipo de vehículos y máquinas que mantienen en asalto a nuestro rango sonoro aun en la soledad de la tarde, ni por la empresa alienante de una perversa retórica del progreso a toda costa que aniquila nuestra conexión con la naturaleza ‹mater›, cuerpo significante primigenio del que cada vez estamos más distantes… No, estos aborígenes son en pocas palabras unos bárbaros que tienen una forma de organización patriarcal bastante arcaica, tanto así que para repartirse a las mujeres los hombres compiten de a dos dándose puñetazos en la cara hasta noquearse. Además, su relación con la fauna no es la más afectiva, incluso a los perros que utilizan para cargar sus trineos los golpean con frecuencia y a veces hasta de manera caprichosa, y a pesar de esto no se podría concluir que tales tribus sean de naturaleza perversa, más bien es que sus costumbres y formas de entender la realidad están sujetas a unas mecánicas de supervivencia extremas que les hacen hacer de tripas corazón, porque unos cuantos comentarios se pueden encontrar por internet elogiando la magnificencia de estos parajes, pero la verdad es que el ártico es un paradójico desierto que se erige sobre cientos de kilómetros de agua congelada, en el que alguien se pueden pasar perfectamente semanas perdido bajo un frio abrumador dando vueltas sin encontrar alimentos, ni una huella con la cual orientarse, y siendo nuestros esquimales personas que han crecido y se han educado bajo este ritmo despiadado y así mismo han sido moldeados. La crueldad que aguarda en ellos es a veces hasta ingenua o propia de personas que apenas conocen los mínimos necesarios para una convivencia pacífica entre iguales, en este sentido es célebre la escena en que la esposa de Atanarjuat le es infiel con su hermano mientras que todos duermen en la misma cama (incluyendo a la esposa del hermano y a sus hijos), obviamente la situación se descubre ipso facto y desencadena un pequeño drama que curiosamente se soluciona en muy pocas instancias, porque en esta tendencia irracional (o poco racional) de los protagonistas los afectos y las agresiones oscilan en extremos radicales, así sus odios pueden ser por momentos muy violentos pero al igual fugaces.

En materia de dirección o de trama, la historia que desarrolla la película no es muy innovadora, ya que presenta la típica rivalidad entre familias y clanes que luchan por el amor de alguna afortunada que se termina convirtiendo en la manzana de la discordia, pero esta trama clásica sazonada por las particularidades del terreno en el que se mueve la historia se renueva y adquiere otro cariz, propio del documental, que incentiva la típica curiosidad que puede tener un absoluto ignorante sobre los modos de vida de este tipo de tribus, y en últimas que ciertos dilemas de las narrativas clásicas se repitan en esta aproximación tampoco debe sorprender, porque ellos como cualquier otro humano están limitados por las típicas y mundanas pasiones que nos concede nuestro cálido corazón.

Escrito por Nelson Samuel Galvis Torres

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *