Sesión doble: Investigación criminal (1953) / City of Fear (1959)

El policíaco tiene protagonista en nuestra nueva sesión doble con el caso como protagonista. Para ello, rescatamos dos títulos de los años 50: por un lado la Investigación criminal de Arnold Laven, con Edward G. Robinson como protagonista, y por el otro City of Fear del cineasta Irving Lerner, más conocido por otros títulos como Asesinato por contrato.

 

Investigación criminal (Arnold Laven)

A veces el contexto histórico nos dice mucho de una película y no necesariamente por el tema tratado sino por como un cierto ambiente ideológico y político puede condicionar el cómo se realiza la obra. Vice Squad es claramente hija del “Macartismo” más feroz y no por ser un film de clara temática anticomunista, sino por cómo va con pies de plomo al respecto de los temas que trata.

Y es que, no nos engañemos, el “Macartismo” iba mucho más allá de la persecución al comunismo, era un modo de reivindicar una forma de vida, un ‹American Way of Life›, repleto de puritanismo, de corrección, de orden social y obediencia estricta. Una dictadura de lo políticamente correcto, si se quiere, disfrazada de libertad.

En Vice Squad se nos sumerge en una investigación criminal que es de todo menos una investigación al uso. De hecho, si vamos al detalle concreto, el elemento criminal no deja de ser un subtrama, un anzuelo para el espectador, para focalizarse en lo que más interesa, que no es otra cosa que el uso indiscriminado de las debilidades y trapos (más o menos) sucios del ciudadano corriente para llegar a sus objetivos finales.

Acostumbrados al arrojo visual que el cine policial americano (tanto en el ‹noir› como en el cine de gangsters) no tan pretérito nos había ofrecido no deja de ser remarcable la planicie formal que desarrolla Arnold Laven en el film. Una puesta en escena aseada y un desarrollo lineal que apenas concede algún apunte al claroscuro sirve para vender una imagen que se aleje de policías corruptos, detectives de baja estofa, ‹femmes fatales› y gangsters con iniciativa, inteligencia y carisma.

Aquí se trata de confrontar a unos criminales casi anónimos, desprovistos de personalidad propia y que encarnan una maldad banal y sin recorrido frente a un cuerpo de policía integro que pelea no solo contra ellos sino contra el ciudadano de a pie que tiene miedo a colaborar para que no salgan a relucir sus secretos.

En este sentido Vice Squad es todo un catálogo de como el cuerpo policial se ve reflejado a sí mismo como una fuerza del bien victimizada, sometida siempre a la presión ingrata de hacer prevalecer la ley y, al mismo tiempo, tener que emplear trucos de baja estofa para que el hombre corriente americano no les engañe. Así, el dibujo de personajes es tan esquemático que, paradójicamente, cumple su función perfectamente: criminales anónimos que son cobardes a la hora de la verdad, policías impecables empeñados en ser más pulcros que una resma de DINA-4 (en este sentido, Edward G. Robinson, no olvidemos, también investigado por el “Macartismo”, parece una pálida sombra de su personaje en Perdición) y una colección de lo que podríamos llamar gente corriente hacia donde parece dirigirse más la investigación que hacia los propios criminales.

Así, observamos una sociedad atemorizada, donde salen a relucir pequeñas estafas para ganarse la vida, casados con líos de faldas que es mejor ocultar por encima de ayudar a detener a un criminal, abogados sin ética y prostitución aceptable siempre que sea de lujo y discreta. Por ello, siendo un film cinematográficamente mediocre, Vice Squad tiene ciertamente un interés sociológico al retratar, aunque sea involuntariamente, un estado de cosas donde se confronta el idealismo puritano del orden impecable y una realidad que parece desmentirla.

En cierto modo, sí estamos ante un film político al intentar imponer una ideología, un relato. Una idea que demoniza las pequeñas pasiones humanas y las pone al mismo nivel que la criminalidad en forma de robo o asesinato. Un nuevo orden que puede ser deleznable políticamente hablando pero que además fue incapaz de articular un producto brillante al respecto. Una visión del mundo mediocre que tiene su reflejo en una película igualmente mediocre.

Escrito por Àlex P. Lascort

 

City of Fear (Irving Lerner)

Pese a contar con una filmografía como director muy acotada, Irving Lerner dejó su personalísimo sello en dos de las mejores perlas del cine negro americano de finales de los cincuenta, justo en la época en la que comenzaba el declive del género derivando el mismo hacia los senderos del thriller moderno.

Si bien Asesinato por contrato goza actualmente de ciertas cotas de popularidad gracias a la reivindicación lanzada por Martin Scorsese, City of Fear (film que Lerner rodaría al año siguiente de culminar la primera obra mencionada) mantiene su malditismo intacto pese a contar con unos sólidos cimientos y resultar un más que notable ejercicio de serie B que mezcla con desparpajo los mimbres del cine policíaco con los del apocalíptico, ofreciendo unas buenas gotas de suspense que se sienten cercanas a otras dos obras cumbre del policial americano como Pánico en las calles y El beso mortal.

La cinta arranca mostrando la fuga de prisión de dos peligrosos reclusos, quienes emprenderán una enérgica huida en coche tras haber asaltado el puesto médico de la cárcel apoderándose de lo que parece un cargamento de heroína. Uno de ellos, llamado Vince (interpretado por Vince Edwards, quien ya había protagonizado Asesinato por contrato), se deshará de su colega gravemente herido en la refriega con la policía, usurpando asimismo el coche de un comerciante por quien se hará pasar con el propósito de burlar los controles policiales poniendo así rumbo a la ciudad de Los Ángeles.

A partir del arribo de Vince a la gran ciudad camuflado como honrado ciudadano para ser cobijado por su novia, la película se bifurcará en dos direcciones paralelas. Por un lado la de las andanzas de Vince y sus antiguos compinches, quienes tratarán de sacar rédito económico al supuesto botín de droga que el fugitivo se ha agenciado, y por el otro el de la investigación y persecución policial que emprenderán el jefe de policía Jensen (Lyle Talbot) en cooperación con el teniente Richards (John Archer) a quienes se les encomendará la misión de localizar a contrarreloj a Vince para evitar una tragedia en la ciudad, pues en lugar de droga el cofre que robó el evadido contiene Cobalto-60, un peligroso isótopo radiactivo altamente contaminante que podría provocar una desgracia en caso de ser manipulado sin control.

Aprovechando los conocimientos de Lerner en sacar el máximo partido posible de los escasos recursos con los que contaba para construir su película, City of Fear se alza como una joya del policíaco USA, hilvanada con un ritmo ágil y trepidante que no otorga un segundo de respiro al espectador y engalanada con una banda sonora de lujo compuesta por un bisoño Jerry Goldsmith quien fortifica con sus sonidos sugerentes una puesta en escena precisa y contundente al más puro estilo ‹hard boiled›.

En este sentido, la cinta se beneficia de unas magnéticas secuencias urbanas que otorgan unas pinceladas de realismo ciertamente enriquecedor a la función y de unas interpretaciones robustas e inapelables de un elenco totalmente alineado con las órdenes de su director de orquesta. Me gusta también que aunque en el arranque parece que vamos a contemplar el típico producto de serie negra criminal, a medida que la acción avanza la investigación policial irá ganando terreno para finalmente componer una especie de montaje en paralelo que permite presenciar dos historias diferentes (la de los criminales por un lado y la de los policías por el otro, a lo Michael Mann) que finamente acabarán desembocando en un punto común a la manera de las películas de historias cruzadas.

Resumiendo, City of Fear no solo es un espléndido ejercicio de policíaco, muy entretenido y potente, sino que guarda un enigmático as en la manga merced a su humilde pero espléndido montaje que sabe explotar con mucha puntería un original relato de catástrofes y pandemias que tan de actualidad están por desgracia en la actualidad.

Escrito por Rubén Redondo

 

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