Sesión doble: Cautivo del deseo (1934) / La femme et le pantin (1959)

Las ‹femme fatale› no han sido siempre una exclusiva del cine negro, y las veneramos hoy en nuestra sesión doble con dos dramas con mujeres afiladas como son Cautivo del deseo, que rodó en 1934 John Cromwell con una Bette Davis vigorosa y La femme et le pantin, versión del clásico rodada en 1959 por Julien Duvivier con la exuberante Brigitte Bardot. Dos películas indispensables en la historia del cine que se unen hoy para deleite generalizado.

 

Cautivo del deseo (John Cromwell, 1934)

Antes de que el cine negro cincelara uno de los personajes paradigmáticos del séptimo arte, la ‹femme fatale› o “mala mujer” en su traducción al español, el melodrama clásico de los años 20 y 30 dio forma a un buen puñado de personajes amparados en este cliché que tan bien refleja los vicios de la condición humana. Y una de esas ‹femme fatales› más recordadas para un servidor es la construida por Bette Davis en ese clásico hoy en día algo olvidado que es Cautivo del deseo, una de esas películas proyectadas en los 90 en el programa de La 2 de RTVE ¡Qué grande es el cine! que a un chaval adolescente por aquel entonces como era el que escribe le fascinó como pocas cintas de esa época.

Nos hallamos ante un melodrama muy compacto, sólido, algo abrupto en su construcción cinematográfica, pero absolutamente poderoso y seductor. Una obra maestra basada en la novela Servidumbre humana de William Somerset Maugham que alzó al estrellato a una joven Bette Davis quien obtuvo una merecida nominación al Oscar por su recreación de uno de esos personajes que quedan en el recuerdo. Dirigida por un artesano de la RKO como John Cromwell que en la década de los 30 filmó una serie de melodramas de corta duración y de ágil consumo que le convirtió en un especialista del género versátil y cumplidor y que con Cautivo del deseo firmó su obra más redonda de esa década.

La película narra la caída a los infiernos de Philip (interpretado con su flema habitual por el mítico Leslie Howard), un estudiante de medicina en el París de principios de siglo aquejado de una cojera congénita y también de una bondad que precisa de una mayor dosis de picardía, que quedará prendado de una joven y avispada camarera llamada Mildred (Bette Davis) quien se aprovechará de la falta de maldad de Philip para someterle a un juego de amores y deseos que convertirán al bonachón de Philip en una víctima de innumerables humillaciones, desprecios y traiciones que serán perdonados una y otra vez por un hombre que no caerá en la cuenta que su vida se está yendo al garete debido a la influencia y manipulación de una Mildred que devora a su presa sin ningún tipo de piedad.

La cinta se articula a través de las vicisitudes que padecerá el protagonista a manos de una loba con piel de cordero que bajo su apariencia de fragilidad esconde a una auténtica depredadora que destroza la moral y el alma de su partenaire masculino con regocijo. El montaje empleado por Cromwell se basa en la agilidad y en una puesta en escena que empezaba a desligarse del estatismo del silente experimentado con la grúa y también con algunas escenas oníricas como aquella en la que Philip vislumbra la imagen de su amada Mildred en el libro de medicina que está estudiando, así como los clásicos fundidos del cine de los 30 que permitían insertar esas necesarias elipsis para dotar de cierto ritmo a una trama bastante enrevesada en cuanto a asuntos románticos.

A destacar la magnifica partitura de Max Steiner que acompañará la travesía de Philip con un aire decadente y melancólico espectacular, esos primeros planos de los que abusa Cromwell para aproximarnos a la psique de los personajes y la escena final, próxima al cine de terror, donde encontraremos los restos de una Mildred también devorada por su vida sin freno.

Sin duda Cautivo del deseo es una de esas magistrales piezas del melodrama clásico hollywoodiense por el que no han pasado los años, mostrándose cada vez más vigente gracias al perfecto reflejo de esos instintos que describen al ser humano mejor que ningún lienzo hiperrealista: la maldad, la degradación, el linchamiento y vejaciones que suelen sufrir los débiles de cuerpo y alma en manos de aquellos que ven la oportunidad de sacar beneficio en la explotación de la bondad de los demás en su propio provecho.

Escrito por Rubén Redondo

 

La femme et le pantin (Julien Duvivier, 1959)

Pierre Louÿs fue un reconocido escritor francés que vivió entre los siglos XIX y XX y que se caracterizó por incorporar en sus novelas un alto contenido erótico. Una de sus obras, La mujer y el pelele (La femme et le pantin), ha servido para adaptar historias en el cine en algunas ocasiones, siendo las más conocidas El diablo era mujer (1935), de Josef von Sternberg, y Ese oscuro objeto del deseo (1977), de Luís Buñuel.

En 1959, Julien Duvivier también tomó como referencia el libro de Louÿs para rodar un filme que ha quedado en el olvido porque tal vez coincidió con una época en donde el interés de la crítica especializada y del público se centró en películas de la Nouvelle vague, de la cual la cinta de Duvivier no encajaba para nada.

Esta versión de La mujer y el pelele tiene como principal característica la utilización de la tremenda sensualidad de Brigitte Bardot para plantear un estereotipo de mujer fatal cuyo único interés es dejar a los hombres con ganas de poseerla, convirtiendo el deseo carnal en un tormento pasional.

Eva Marchand, a quien interpreta Bardot, no es una mujer interesada en dinero, por más que se nota que lo necesita, ni que busque algún poder o comodidad en la sociedad, simplemente gusta de jugar con sus pretendientes, seduciéndolos e ignorándolos al mismo tiempo.

La famosa actriz francesa se encarga de llenar todo el filme, es la pieza clave y diferenciadora de todas las versiones que se han hecho de la novela de Louÿs. Su fulminante figura con la abultada cabellera rubia y un vestido negro ajustado a su medida destacan en medio del colorido callejero de la feria de Sevilla. Deambula y baila sola y capta las miradas de todos. No tiene el mínimo empacho en coquetearle a Don Mateo Díaz, un respetado y acaudalado ganadero español, aunque esté en amoríos con otra mujer.

Julien Duvivier construye una trama de una enfermiza obsesión sexual de un connotado mujeriego. A medida que pasan los días, ese hombre recto, bien formado, de la alta sociedad española y acostumbrado a tener a quien se propone se convierte en una caricatura de sí mismo, descendiendo a los infiernos de la pasión descontrolada por una mujer que no logra poseer.

La ambigüedad moral de Eva trastorna a Mateo, parece ser una mujer fácil o que puede venderse por algo material pero luego aparece como una inocente persona dedicada a los quehaceres domésticos de su familia pobre. La ‹femme fatale› rubia basa su estatus en seducir al extremo por Mateo, de aprisionarlo en un extraño amor y de causar situaciones que impidan consumar su pasión sexual hacia ella, es como tenerla y no tenerla al mismo tiempo. Se hace desear cuando está presente y también cuando está ausente.

Su actitud y estrategia hará que los celos revienten en la sangre de Mateo al punto de llevarlo a la violencia y transformarle en un ser sin rumbo, en un pelele a quien Eva lo tratará cómo quiere.

Causa curiosidad ver en la película a Bardot hablando español y bailando flamenco. Y es que los zapateos y el chasquido de sus dedos son parte de su sensualidad.

Escrito por Víctor Carvajal Celi

 

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