Oray (Mehmet Akif Büyükatalay)

«Tú has hecho lo mejor de la mejor manera que puedes. Pero los seres humanos son débiles, solo podemos triunfar como comunidad.»

Oray es un musulmán ex convicto de origen turco que vive en Alemania con su esposa Burcu; Oray es en apariencia un hombre bastante religioso que expresa haber encontrado en la fe finalidad y motivación para rehacer su vida. El detonante para la trama surge cuando Oray ofende bruscamente a su esposa por culpa de una broma que sale mal y como producto de esto ella se aleja. Oray, frustrado ante la incapacidad de comunicarse con Burcu, se molesta e invoca el ‹talaq›, rito que obliga a la pareja a separarse. De ahí en adelante la cinta propone dos ejes temáticos fundamentales, uno es el análisis de la lógica de los dogmas teológicos y el otro es la exploración de las dinámicas sociales de los cultos religiosos.

Ninguno de los amantes quiere separarse en realidad, pero Oray debe respetar el ‹talaq› si no quiere incurrir en la fornicación, y esto genera un conflicto interno en el protagonista, quien no puede entender que ante las circunstancias el juicio divino no sea más tolerante. Partiendo de un hecho en apariencia intrascendente, la historia permite profundizar en los problemas absurdos que puede sucintar la fe por culpa de su carácter irreflexivo ante las circunstancias particulares, la lógica divina opera con base a principios arcaicos y desfasados con la realidad actual (que tal vez en su tiempo fueron prácticos) a los que se debe obedecer por miedo o por la creencia de que la lógica de Dios es siempre válida pero incomprensible para el razonamiento humano.

Los amigos musulmanes de Oray cumplen la función de apoyarlo en su resocialización y a la vez de presionarlo para hacer lo correcto según la palabra del profeta. Este es quizás el aspecto más interesante de la película ya que se puede apreciar cómo en gran parte lo que mantiene la obediencia de los fieles es la necesidad de pertenecer a una comunidad, una comunidad con la que no solo comparte ritos sino todo tipo de experiencias como pasiones deportivas o eventos festivos donde se integran y gozan más allá de las prácticas religiosas. El culto incita a la confesión y el perdón, es un espacio donde los hombres pueden ver reflejados sus propios defectos en el pecado del otro y encontrar a través de la maldad en común tranquilidad y compañía. De la vergüenza nace la unión. El perdón en la religión como podrán notar es paradójico pues si bien los delitos contra las personas se pueden condonar, no las faltas a la palabra del creador.

La película maneja todo esto con un estilo que busca generar una impresión de realismo tanto en las interpretaciones como en la apuesta fotográfica. En este sentido es un trabajo que recuerda al cine de Asghar Farhadi por la manera sutil con la que logra cuestionar los dogmas musulmanes a través de un drama realista aparentemente sencillo.

Aparte de lo ya mencionado, la película también explora de cierta manera la condición de inmigrante, en una fría Alemania donde Oray solo cuenta con su esposa y su culto, más allá de eso su vida es dura y le es difícil encontrar trabajo o con quién más relacionarse. La fe se alimenta de la necesidad y el mundo está lleno de necesitados.

Oray es un trabajo interesante que vale la pena analizar para entender las mecánicas curiosas con las que se sustentan las religiones. El Islam es la religión que más rápido se expande a día de hoy en el mundo y todo esto puede tener que ver más con cuestiones sociales o incluso económicas que con una necesidad espiritual. Por cierto, esta es la ópera prima del director, gran debut para Mehmet Akif Büyükatalay.

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