Nocturno 29 (Pere Portabella)

Santos Zunzunegui, en su libro compilatorio Historias de España, define a Pere Portabella como un autor extraterritorial. El director figuerense, a pesar de ser miembro de la desconocida, pero fundacional Escuela de Barcelona, se encuentra en las afueras de la línea secular de los Berlanga y Bardem. Su filmografía, como director, abarca más de veinte obras de vasto cabal, reivindicación y afán por las nuevas escrituras. Sin embargo, poliédrico por definición, no se estableció solamente en el campo de la dirección, sino que rejuveneció la industria nacional a partir de su productora Films 59, estandarte principal de obras como Viridiana de Luis Buñuel o Tren de sombras de José Luis Guerín. Pere Portabella, como muestra desde Nocturno 29 hasta la última variación de Informe General, resulta ser lo más parecido al Harry Haller de la imagen, lobo estepario por naturaleza que, desde cualquier posición, desafía lo prescrito en beneficio del pensamiento e imagen crítica.

Nocturno 29 es la ópera prima del cineasta catalán y el disparo de salida a una de las filmografías más radicales de la península. La película, con apariencia fragmentaria, hilvana en su elemento simbólico un sustancial análisis al subconsciente colectivo, así como al estadio dictatorial del momento, su agonía e intento de persistencia. El ideario artístico es colectivo y destacan nombres que, en adelante, se situarían en el olimpo de las artes nacionales.

En primer término, Luis Cuadrado, director de fotografía y operador de obras magnas como El espíritu de la colmena de Víctor Erice o La caza de Carlos Saura, en Nocturno 29 y bajo el mismo papel, se hace cargo de una de las fotografías más singulares de nuestra filmografía. Las influencias de la ‹Nouvelle vague› y el consiguiente uso de la iluminación natural son el surco principal de su dilatada experiencia. Sin embargo, en la película de Pere Portabella y bajo la libertad que ofrecen las disposiciones de la película, pudo ahondar en las polaridades y los confines de la fotografía hasta llegar a su propia dilución.

La secuencia preliminar, influenciada por Persona de Ingmar Bergman, es un claro ejemplo de que ambos, Portabella y Cuadrado al frente, diseñan el elemento formal desde su propio linde. El paisaje “cadaquesenco”, contrastado a través de la sobreexposición, se funde con los cuerpos de unos jóvenes amantes, mientras que el sonido, desvinculado de la imagen y de carácter circular, repite el sonsonete de una antigua cámara. La gramática de la película y su radicalidad no reside solamente en la puesta en escena, sino que cualquiera de los elementos, indistintamente, son mediados para ahondar hacia nuevas formas narrativas que, en este caso y en la mayoría de la filmografía, Joan Brossa, poeta y filósofo, es la mano derecha en el ideario del guion. La influencia del rapsoda barcelonés se manifiesta en las metáforas visuales, la construcción de una línea múltiple y calidoscópica, cercana a la mirada surrealista de Breton.

Nocturno 29 es una obra valiente, atrevida y con la vista puesta a una modernidad que aún está por llegar y que, por desgracia, se está retrasando bajo un halo de regreso a las fórmulas clásicas. Película colectiva, a medio camino entre Portabella con Brossa, Cuadrado o con el pintor Joan Ponç, que innovaron la imagen, despertando en ella su espíritu crítico y mordaz, en medio de una dictadura y su milicia de censores.

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