Next to Me (Stevan Filipovic)

«Sin internet, sin Facebook, ¿cómo vamos a defender Kosovo?».

El cine serbio más contemporáneo parecía estancado en ciertas formulas e ideas sobre una juventud crecida durante o después de las guerras de los años 90 que deambulan sin rumbo entre drogas, sexo y música discotequera con la violencia como única manera de comunicarse.

Habría que precisar que esta opinión es personal y claramente falsa, o al menos limitada: en Serbia se hace bastante cine desde todos los puntos de vista posibles, pero en los últimos años algunos éxitos en los festivales europeos llevaba consigo la película serbia polémica de turno. Es por ello que Next to Me no invitaba al entusiasmo. Pero como suele pasar cuando vas con una idea preconcebida, la cagas y luego tienes que rectificar. Eso me ha ocurrido con Pored mene, su título original.

El comienzo de la película consiste en descolocar al espectador, intentando confundir (que no engañar) sobre la trama y los personajes principales. Así, su inicio nos sitúa en el punto de vista de una profesora de historia ante un alumnado más preocupado por los whatsapp, las fiestas y las drogas que otra cosa. Se masca la tragedia y los lugares comunes. Es interesante constatar que salvo un par de pinceladas en algunos de los alumnos, la cámara nos los muestra casi como una masa sin claros y oscuros.

Luego tenemos la inevitable escena donde aparece la actriz más querida de los Balcanes que lo mismo te hace de monja que de fundamentalista islámica, la maravillosa Mirjana Karanović. Está en todas las pelis de la “yugosfera” y siempre viene a Sarajevo, normalmente a presentar dos pelis o más, y casi siempre en pequeños papeles de menos de dos minutos; para buscar coproducción los cineastas se ven “obligados” a poner su nombre en los títulos de crédito, conscientes que su presencia significa abrir el grifo de la financiación ante su prestigio y su popularidad. Luego la tía elige unas pocas cintas donde se luce y se come la pantalla, pero es increíble lo que su sola presencia ha ayudado al cine salido de la “yugosfera”. Siempre te la encuentras por el festival de Sarajevo. Una vez hasta me la encontré en el servicio, pero al parecer fue un error mío.

Después de la escena de rigor (Mirjana hace para la ocasión de la directora del colegio) y tras sufrir un ataque que se graba en móvil y se sube a internet, y sospechando que los atacantes eran algunos de sus propios alumnos, la profesora decide requisarles los móviles y encerrarlos en el instituto hasta que los culpables no salgan a la luz. Es entonces, tras más de un cuarto de hora, cuando comienza la peli.

El truco, arriesgado, no supone un desengaño para el espectador, si no todo lo contrario. De todas formas todavía no están todas las cartas sobre la mesa. En primer lugar los alumnos se limitan a estar en la clase y cuando descubren que no hay ni rastro de la profesora, van dispersándose en grupos por el colegio.

¿Alguien ha mencionado El club de los cinco (The Breakfast Club, John Hughes, 1985)? Sin duda la película serbia recuerda a la americana, e incluso es mencionada en un momento dado. El juego es el mismo, lo que inicialmente son unos chavales que sólo son clichés con patas van abriéndose y mostrando unas almas más complejas de lo que podríamos sospechar. Su cineasta es también sincero al mostrar poca evolución en ellos. Más que una escala de grises, al final vemos una muestra de la juventud serbia.

Hay un detalle que me gusta y son los grupos establecidos que se forman. Tenemos a los chicos malos, a los empollones, a los alternativos, a los frikis, la parejita feliz, los ultra-nacionalistas, el marica, etc. Cuando acabe el día, todos seguirán perteneciendo al mismo grupo, pero se forman alianzas temporales, todo narrado con soltura y de manera fresca, en una “dramedia” que muta en cuanto al tono sin que nos demos cuenta, regalándonos momentos como la confesión de las duchas.

Todo lo narrado ocurre ante las sospechas de algunos involucrados que su profesora es comunista y anti-serbia (insulto que hasta la directora del colegio emplea), ya que intenta explicarles una historia de Serbia y Yugoslavia que divide a la sociedad del país balcánico hasta límites insospechados. Lo terrible del asunto es que este tema candente es algo que a todas luces resulta extraño para cualquiera; una alumna en una prueba oral defiende al gobierno pro-nazi de la Yugoslavia anterior de la guerra presidido por el monarca Pablo, que fue derrocado en un golpe de estado (promovido por Inglaterra, eso sí) por unos oficiales pro-aliados. La figura del monarca Pablo siempre fue despreciada durante la etapa socialista de Tito, pero ahora parece resurgir con fuerza.

Hay otro alumno, el más ultra-nacionalista, que actúa como un fanático y los compañeros parecen acostumbrados. Cuando otro chaval toca una vieja canción originaria de Croacia, él le echa en cara que toque algo “ustacha” (ultra-nacionalistas croatas aliados de Hitler que cometieron terribles crímenes en la Segunda Guerra Mundial. Palabra que bien podría sustituirse por “facha” en España y que muchos serbios recuperaron en las guerras balcánicas de los años 90. Por cierto, muchos de los líderes “ustachas” marcharon a España después de la guerra, donde fueron acogidos por Franco. La mayoría se ubicaron en la Costa del Sol y vivieron felices el resto de su vida).

Los chavales van calando poco a poco. Todo es bastante sencillo pero está perfectamente narrado. Cada cual tiene una batalla en el interior que luchar. Al final del encierro ninguno va a lograr la victoria, porque en la adolescencia esa clase de guerras no se ganan.

Hay un personaje que resulta vital; el personaje de la gótica (¿es gótica? tengo 30 años y las cosas ya no son como hace 10. Es decir, mis colegas góticos no escuchaban esa música, pero bueno), no es sólo que sea la única que sienta empatía con la profesora, si no que es quien informa que están encerrados en el colegio y en un momento dado consigue manipular el micrófono de la escuela, poniendo su música y actuando como Dios. El resto de los chavales parecen mostrarle cierto respeto y es quien al final cierra la historia. Su personaje sirve para introducir a todos los demás y es quien mejor cae de inicio al espectador. Por ello, su director, como buen mago que con un buen truco, la hace desaparecer la mayor parte del tiempo.

Así es Next to Me, un buen truco de un cineasta que sabe lo que quiere contar y la mejor manera para hacerlo, repartiendo las apariciones de los personajes de manera que nos parezca natural, pero milimétricamente calculado. Unos personajes que se nos muestran gracias a las interacciones con los demás, donde van revelando sus miedos y sus verdaderas motivaciones.

Es bastante simple todo el juego de la obra. Pero cumple a la perfección. A mi me cautivó.

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