Lo mejor de 2017 por… Ramón Rey

Acabó un supuesto «año de las mujeres» en Hollywood (y en el cine) —con la visibilización y la lucha contra el acoso y las agresiones sexuales como estandarte y la exigencia de responsabilidad a todos los que colaboran en esa cultura— y el éxito y la relevancia de ficciones tanto en cine (Wonder Woman, Patty Jenkins) como en televisión (The Handmaid’s Tale, Big Little Lies) que se han convertido ya en fenómenos de la cultura popular o el reconocimiento internacional de mujeres directoras españolas como Carla Simón (Estiu 1993 en la Berlinale) o Laura Ferrés (Los desheredados en la Semana de la Crítica de Cannes) que no pueden hacer que nos dejemos engañar. La cantidad de películas estrenadas con mujeres creadoras sigue estando muy lejos de la paridad, reciben menos dinero para producir sus películas y tienen menos acceso a las subvenciones, se hablan menos de ellas porque los críticos hombres tienden a hablar más de films con directores de género masculino y son mayoría hablando del séptimo arte, los festivales seleccionan un número ínfimo de películas creadas por mujeres en sus secciones competitivas o en su programa general por norma (con las honrosas excepciones como el de la pasada Seminci o el Festival de Gijón). Y esto es lo que más me ha preocupado en los doce meses anteriores y lo que intento reflejar en mi repaso anual, intentando abandonar los sesgos para identificar y representar fielmente una muestra de lo mejor que he visto durante este año que recién terminó en lo cinematográfico.

 

10 — Júlia ist (Elena Martin)

En la primera película de Elena Martín como directora está contenida en su sencillez la desorientación de su propia joven generación, que es en realidad la de todas. Una estudiante de Erasmus en Berlín encuentra que sus expectativas del intercambio y de la vida en general son frustradas por la realidad de la experiencia. Las diferencias culturales presentes entre españoles y europeos se expresan a través de las distintas formas de concebir la arquitectura y de la barrera idiomática, complementadas de manera brillante con su habilidad para capturar los distintos ambientes en que se mueve la protagonista y que acaban por servir para definirla. Desde la sordidez de los locales de fiesta, la fría noche berlinesa, la pulcritud de las instalaciones académicas o el sucio caos de un piso compartido. Alternando entre el plano fijo o la cámara en mano logra transmitir una verosimilitud pseudodocumental con un planteamiento naturalista de la imagen que permite un retrato casi impresionista de su protagonista, sus dudas, sus errores y su adaptación a la nueva situación mientras explora su identidad y descubre sus auténticos interesas en una nueva realidad alejada de su hogar, familia y amigos. ¿Es posible superar la confusión permanente y encontrar un lugar en que encajar y ser uno mismo? ¿Sabemos en algún momento quiénes somos y qué queremos realmente?

 

9 — 20th Century Women (Mike Mills)

Vergonzoso resulta que la nueva película del director de Beginners (2010) —con un reparto que incluye a Greta Gerwig, Annette Bening y Elle Fanning— llegara a España a través del formato doméstico. Y todavía tendremos que dar las gracias a la distribuidora. Quejas sobre el estado actual de la industria cinematográfica aparte, Mike Mills realiza un maravilloso ejercicio autorreflexivo, impecable en la deconstrucción de la idea de la masculinidad desde el punto de vista de varias mujeres de distintas generaciones a finales de los años setenta, en plena resaca de los movimientos de liberación de la mujer y la segunda ola del feminismo que cambiaron para siempre la percepción del mundo para si mismas y hacia todo lo que las rodeaba. Incluida su relación con los hombres y el papel que ambos juegan en la sociedad, las dinámicas de poder y afectivas en sus interacciones laborales, amorosas, etc Las mujeres de 20th Century Women saben mejor que el adolescente que protagoniza la cinta —sin referentes de su género a los que seguir de ejemplo— qué es ser un hombre y le guían en su transición a la edad adulta con la comprensión y el tratamiento amable hacia sus personajes, contradicciones y tragedias inherentes a su narración.

 

8 — Scary Mother (Ana Urushadze)

El poder catártico de la creación y la exortización de los demonios interiores de una madre y esposa abnegada —y mujer de mediana edad—, reprimida en sus anhelos y superación de traumas del pasado son el centro del relato de Scary Mother. El entorno humano y arquitectónico hostil que la rodea funciona como prisión física y psicológica de la que intenta escapar a través de la escritura. La fotografía del film en sus composiciones explota de manera ejemplar lo claustrofóbico de la atmósfera dentro y fuera de su hogar, con unos colores que permiten crear una realidad grotesca, entre lo onírico y lo sobrenatural, de la prisión de la familia patriarcal y las zonas residenciales burguesas urbanas. Una habitación propia prestada es la plataforma para que pueda desafiar las constricciones de una existencia gris definida por los deseos y las expectativas fijadas por los demás hacia ella. La película de Urushadze elabora una precisa relación intertextual entre autor, vida y obra desde una perspectiva psicológica de gran complejidad que emana de su propuesta formal, conectando estos elementos mientras desvela el subtexto y su significado oculto tanto para sí misma como para los espectadores.

 

7 — La idea de un lago (Milagros Mumenthaler)

El sentido incompleto de la identidad de la protagonista de La idea un lago, su vida marcada por la ausencia de un padre desaparecido durante la dictadura, las posibilidades del futuro que se abren al hijo que próximamente dará a luz y de su propio país. Revisitar los recuerdos personales y colectivos a través de las fotografías, los lugares, películas domésticas y las experiencias vividas dan fe de la ineludible presencia espectral que marca a todos los que le conocieron. La memoria histórica es tangible, imborrable, consciente de la propia mirada retrospectiva reflejada por la inmersión de la cámara en un viejo proyector de diapositivas. Mumenthaler narra el legado de la ausencia, la resistencia a aceptar el pasado y sus consecuencias con los lazos familiares como testigos del paso del tiempo, el reconocimiento de un dolor enquistado en la sociedad argentina que no puede sanar hasta que no se encuentre justicia y visibilidad para las víctimas, vivas o muertas. Los recuerdos tienden a perder coherencia o pueden alcanzar el nivel de una ensoñación perdida, abandonando la lógica de un presente que se sustenta sobre la racionalización de sucesos pretendidamente olvidados.

 

6 — El otro lado de la esperanza (Aki Kaurismäki)

En 2016 fue el desfasado y condescendiente ejemplo de cine social vergonzosamente maniqueo de Ken Loach el que recibió toda la visibilidad, premios y halagos gracias a su entrada en Cannes con Yo, Daniel Blake. Por eso debemos agradecer la existencia del trabajo del finlandés Kaurismäki y su contrarréplica, que mostró que es posible crear conciencia sin aleccionar, relatar una historia de interés universal con gran sensibilidad sin que se sienta la urgente necesidad de epatar en cada plano. Representar personajes auténticos e imperfectos, antipáticos y con prejuicios en los que se pueda apreciar la dignidad y empatía humanos hacia el prójimo sin hacer pornografía emocional con el sufrimiento de los marginados. Humor seco y de gran negrura para retratar la triste situación de miles de personas que todo el mundo que transitan sin patria ni destino para sobrevivir huyendo de lo que era su casa. Un trabajo soberbio de composición de cada imagen, diálogos ácidos en los que emerge la sátira social y la crítica política. En una Europa indolente, paralizada ante la tragedia de tantos, esta película muestra el lado humanista de fe en nosotros mismos. La posibilidad de que sean los propios ciudadanos los que reaccionen con solidaridad y apoyo ante las injusticias.

 

5 — En la playa sola de noche (Hong Sang-soo)

Tres películas mostró Sang-soo en 2017 y las tres (The Day After, La caméra de Claire y En la playa sola de noche) mostrando facetas distintas alrededor de la misma idea: la honestidad en las relaciones. Todas marcadas por un eco del todavía reciente escándalo que supuso el reconocimiento de su affaire con la actriz Kim Min-hee, presente en todas ellas. En la playa sola de noche elabora sin embargo su estudio más complejo desde su sencilla narrativa —siempre distinta en en su sentido lúdico— o sus largas escenas de diálogos salpicadas de instantes cómicos pero en un tono de añoranza y seriedad más profunda que en otras ocasiones, explorando las capacidad de adaptarse en cada momento al contexto de su actriz principal, incluso a lo largo de la fluidez que otorga a su desarrollo dentro de una misma secuencia. Una amargura soterrada parece engullir a la protagonista que se separa de su amante, un director casado, en los paisajes por los que deambula. El regreso a su país es un reflejo y a la vez memoria de sí misma en la obra del cineasta dentro y fuera de la ficción, usando un recurso metanarrativo que da pie a una ambigüedad digna de un sueño vívido a medio camino entre las experiencias del pasado y la perspectiva que gana del transcurrir del tiempo.

 

4 — A fábrica de nada (Pedro Pinho)

Las revoluciones obreras y el idealismo político en permanente conflicto en la sociedad capitalista se ponen de manifiesto en A fábrica de nada a partir del inesperado cierre de una fábrica de ascensores. La imposibilidad de transformar las circunstancias individuales propias de cada uno dan pie a desafiar en solidaridad con los demás la crisis constante en la que el sistema económico obliga a competir entre iguales. El capitalismo no necesita personas, el capitalismo está en contra de las personas. ¿Tiene sentido apropiarse de los medios de producción para entrar en el mismo juego que les lleva a la ruina a sus anteriores propietarios? La necesidad de respuestas inmediatas a las necesidades de la gente deja en evidencia la falta de compromiso de la clase política europea que abandera la lucha por las causas de los trabajadores sólo en teoría. El sistema necesita ser reformulado por completo, pero la adaptación y la mejora de las circunstancias colectivas requiere de urgencia en la respuesta. Se suceden las discusiones, las conversaciones, mostrando las distancias que dividen la vida personal de la laboral, el ocio del trabajo, el neorrealismo del musical en una broma que ejemplifica la imposibilidad de un final feliz cuando nos alejamos de Hollywood y la cámara se aproxima a la realidad más próxima a nosotros.

 

3 — Estiu 1993 (Carla Simón)

Las historias más concretas, únicas y personales pueden llegar a tener la mayor de las resonancias. El verano de 1993 supone para Frida adaptarse a una nueva familia en el campo, alejada de la ciudad, tras perder a su madre. Minúsculas anécdotas que definen la relación con sus tíos, las peripecias en la dinámica con su prima y sus juegos sirven para construir el retrato psicológico de la pequeña protagonista y su proceso de aceptación y comprensión de la muerte, así como de su inesperada situación. Con la transparencia de un estilo directo que busca capturar la autenticidad de los momentos creados cámara en mano, Carla Simón representa el complejo mundo propio e interior de una niña que evoca al de las protagonistas de El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973) o Cría cuervos (Carlos Saura, 1976). Un ejercicio que mezcla lo autobiográfico con la narración propia del cine, entremezclando las memorias de la directora con las posibilidades del medio para el registro y la generación de las mismas en una mirada honesta y de gran sensibilidad que por momentos parece provenir de extractos de cintas de video doméstico de la época gracias a su cuidada ambientación. «I tu per què no estàs plorant?»

 

2 — Call Me by Your Name (Luca Guadagnino)

Pasa la vida y mientras tanto tenemos que descubrir quienes somos. Y no lo hacemos por nosotros mismos sin ayuda de nadie: la interacción con los demás en sociedad, las influencias culturales, las creencias, los principios y la identidad y orientación sexual nos definen. Pero es imposible reconocer lo que somos sin vernos reflejados en los demás. Sólo así sabemos que podemos existir de verdad. En Call Me by Your Name se plantea la necesidad de esa mirada cómplice entre el presente y nuestro legado, entre lo que queremos ser y cómo somos aceptados siguiendo el estimulante primer amor del joven protagonista y el ayudante de su padre durante un verano en el norte de Italia. Entre conversaciones intelectuales, citas literarias y mezcla de idiomas y nacionalidades, los sentimientos y la pasión entre ambos son tan reales como las civilizaciones perdidas de las que recuperan artefactos con los que entender mejor nuestra realidad. Las palabras, las miradas, los bailes y el lenguaje corporal se acumulan en el subtexto desbordante de emociones de un relato despreocupado y divertido, en una narración donde la comprensión hacia el otro es la mayor expresión de amor y la decisión consciente de a quién amar se asume como la máxima demostración de libertad.

 

1 — Those Shocking Shaking Days (Selma Doborac)

¿Es posible representar la verdadera naturaleza de la guerra y del mal? ¿Se pueden desprender las imágenes utilizadas para ello de cualquier referencia de la realidad o de otras usadas previamente en el cine o en el medio audiovisual? El poder de las imágenes y su capacidad de representación, los símbolos escogidos para llevarla a cabo y su significado son desafiados por el primer largometraje de su directora usando como guía la guerra de los Balcanes y cómo fue transmitida por las televisiones —cambiando para siempre la percepción de los espectadores europeos sobre el conflicto bélico— y nuestra responsabilidad como ciudadanos para reaccionar ante una barbarie de presencia cotidiana. Mediante planos fijos de casas abandonadas de víctimas del enfrentamiento intercalados con fundidos a negro y puntuales narraciones en off, Doborac lleva su exploración siempre desde un absoluto compromiso formal autoconsciente. Subtítulo tras subtítulo nos interpela mediante preguntas cada vez más elaboradas y desde distintas posiciones políticas, históricas, sociales, culturales y filosóficas, configurando todo un estudio sobre las posibilidades del cine para crear una obra de arte que refleje la verdad de unos hechos inasumibles por su atrocidad en toda su dimensión, así como la responsabilidad y las consecuencias del relato que ayuda a construir.

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