Lo mejor de 2016 por… Pablo García Márquez

Cada vez me gusta más el equipo que estamos formando continuamente en Cine Maldito. Me gusta, es decir, están todos locos y no tienen ni idea de cine, especialmente Marisol Grande y Pep S. Ledoux, pero me encanta descubrir que cada uno de ellos tira para su terreno, sus fobias y particulares amores. Así, cuando creamos un top de lo mejor del año sale una cosa bastante rara, que nadie reconoce como propia, pero que todos amamos.

Luego llegan los inevitables top personales. Y ahí cada uno se explaya en su cine. Hay que imaginarse a cada uno de los queridos malditos compañeros hablando de sus películas casi como si fueran niños chicos comentando el día siguiente de reyes los regalos que han recibido. Con ilusión y una gran sonrisa.

Todos sabemos que una lista con las diez mejores películas del año no deja de ser un ejercicio onanista y egocéntrico, que sirve más para quien lo escribe que para el potencial lector, que a estas alturas de Enero debe estar ya más que saturado de listas de todos los colores. ¿Y qué descubro al volver a mirar mi lista? Pues que este 2016 ha supuesto (otra vez) la confirmación del Festival de Sarajevo como escaparate del mejor cine rumano, que parece volver a coger fuerza en el panorama festivalero de media Europa, lo que significa que en breve nos van a colar varias obras menores por toda la cara en más de un cine simplemente por la etiqueta que los críticos hemos ayudado a crear, el ‘nuevo cine rumano’. También descubro mi total ausencia, una vez más, de obras salidas de latinoamericano, lo que no deja ser un indicativo de la poca atención que le dedico al cine de allá (son tan reseñables las películas de una lista como sus ausencias). Veo con satisfacción culpable al fanboy del cine de la yugosfera, por mucho que este año su cinematografía me ha dejado con un sabor agridulce a la espera del próximo año donde mis cineastas favoritas presentan nuevas propuestas. Veo al peligroso extremista del cine político patrio que no esconde su ideología, junto con el espectador empalmado ansioso de disfrutar de un buen Hard Boiled, en este caso polaco, harto ya de tanta tontería vacía y pretenciosa que nos llega de allí y que gana premios. Observo una lista con demasiadas películas vistas en festivales y que sabe Dios cuando llegarán al cine comercial, lo que dice mucho de la burbuja cinematográfica en la que me muevo.

Y siempre, siempre, veo al tipo que se pasa todo el año comentando la gran cantidad de cineastas mujeres interesantes que descubre para al final poner sólo un nombre femenino.

Y sí, al final, por mucho que me queje, también hay una cinta francesa por ahí.

 

10 — La mano invisible (David Macián)

La propuesta salida de la novela de Isaac Rosa y llevada a la gran pantalla por David Macián funciona gracias a un planteamiento inicial que seduce. Un grupo de personas en paro es contratado para «representar» su trabajo en una nave de un polígono industrial, donde son observados por un público al que no ven y cuya única norma a parte de realizar su trabajo en un determinado tiempo, es destruir dicho trabajo al final del día. A pesar de la repetición de la propuesta, la obra avanza gracias a los personajes y a la información que el espectador va descubriendo. Hay varias ideas en la película que se sigue con interés. No puede evitar cierto sermón final como sucede en una obra de estas características, pero convence y atrapa al espectador.

 

9 — Scarred Hearts (Radu Jude)

Radu Jude, al que seguimos siempre muy de cerca en Cine maldito, sigue indagando en el pasado de su país, como ya hiciera en Aferim!, para hablar y entender el presente. En esta ocasión nos lleva a la Rumanía de mediados de los años 30, a un sanatorio donde va a parar nuestro protagonista. Un lugar presentado como una pequeña ciudad llena de vida y dolor, donde las fiestas se apuran hasta la última gota, que mañana igual ya estamos muertos.

 

8 — Pitbull – New Orders (Patryk Vega)

El cine polaco contemporáneo llega en pequeñas oleadas a los festivales de cine de medio mundo, donde destaca una mirada crítica de la sociedad que retrata, normalmente desde una visión autoral que no logra convencerme pero que gana premios, más por sus intenciones que por sus logros, desde mi punto de vista. Es precisamente un thriller con vocación de hard boiled quien mejor termina por reflejar ese malestar «intelectual burgués» con herramientas totalmente opuestas. Pitbull es una cinta seca y brutal, que no rehuye del humor negro, donde un grupo mafioso secuestra un barrio entero y la policía solo puede certificar cadáveres ante la brutalidad de los métodos mafiosos. No hay happy ending al uso, los inocentes caen como moscas cuando deciden actuar de manera honesta, y cuando no, también caen ante la inoperancia de una policía que acaba por descubrirse corrupta y burocrática. Un gran descubrimiento el de Patryk Vega, que este mismo año cerraba su trilogía con Pitbull – Niebezpieczne kobiety, donde se centraba en una visión más femenina, algo de lo que adolecía sus dos primeras partes. Auténtico fenómeno en su país de origen, ni está ni se le espera en las salas de nuestro país, ni tampoco en nuestros festivales. Ya saben, un hard boiled lleno de violencia no resulta muy intelectual.

 

7 — It’s not The Time of My Life (Szabolcs Hajdu)

Lo que en principio es un divertimento de uno de los directores más interesantes surgidos de Hungría en los últimos años, acaba por transformarse un toda una declaración sobre la crisis de mediana edad. Dos familias deben convivir en la misma casa durante unos días, quedando patente las diferencias sociales y económicas de cada uno de ellos. Szabolcs Hajdu construye su relato sin salir de la casa, donde los personajes van enfrentándose y sincerándose entre ellos. Inevitablemente remitirá a Un Dios Salvaje de Polanski, pero el cineasta húngaro acaba construyendo un puzzle desordenado donde el espectador será el único que pueda encajar todas las piezas al final de la cinta.

 

6 — Under the Shadow (Babak Anvari)

Mucho he discutido conmigo mismo a cerca de Under the Shadow. La película de terror iraní funciona a la perfección como metáfora social y política del integrismo religioso que rige en Irán desde finales de los años 70. Es por ello que está en mi top. Mucha gente se ha preguntado si el contexto lo es todo, y qué pasaría si hiciéramos el ejercicio de «prescindir» de la metáfora política. Para algunos solo quedaría un ejercicio de terror clásico, donde los fantasmas que pueblan el relato no daría para más que una correcta cinta. Pero considero imprescindible esa intención, ese contexto, ya que ahí radica la mirada de su cineasta. Imprescindible relato.

 

5 — Heartstone (Guðmundur Arnar Guðmundsson)

Películas sobre el descubrimiento sexual en la adolescencia con una mirada al universo homosexual en un ambiente enrarecido y peligroso hay bastantes. No todas aciertan a la hora de sortear unos esquemas agotados y lleno de lugares comunes. Pero cuando se construye una cinta poblada por multitud de miradas y con unos excelentes personajes, sólo queda rendirse ante la evidencia; Heartstone es un pequeño milagro, de esos que hacen mella en el espectador evitando caer en todo momento en la pornografía emocional o la sensibilidad barata. Suple esos clichés con unos personajes que se sienten cercanos, dotados de eso tan difícil que resulta encontrar en una película como es la autenticidad.

 

4 — Zg80 (Igor Seregi)

Todos los años hay una obra surgida de los Balcanes y tocada con el humor más gamberro que acaba por engancharme. Zg80 es esa película. Nos situamos a inicios de los años 90, a poco de que todo acabe explotando por los aires entre las antiguas repúblicas que formaron Yugoslavia. Unos chavales, seguidores del Dinamo de Zagreb, viajan a Belgrado para presenciar la final de copa entre su equipo y el Estrella Roja. El enfrentamiento entre hooligans está servido y en su huida por la ciudad, aún hay tiempo para radiografiar una época a base de golpes de humor a ritmo frenético, donde se observa una mirada crítica a los ultra nacionalismos. Desternillante y lúcida tanto como sencilla.

 

3 — Voir du pays (Delphine Coulin, Muriel Coulin)

Una de las sorpresas de la pasada edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla. Voir du pays sigue a dos soldados francesas durante tres días en un hotel de lujo de Chipre tras su traumática experiencia en Afganistán . Rodeadas de lujo y cuerpos relucientes al sol, los traumas interiores salen a relucir entre el brutal contraste que viven. Pero justo cuando la formula da claros síntomas de agotamiento, sus responsables dan un cambio de rumbo a la cinta, donde la violencia acumulada en la tensa calma acaba por estallar con resultados imprevisibles. Una película con una poderosa visión femenina y feminista con una aguda mirada sobre todo un conjunto de temas candentes, desde el machismo instalado tanto en el ejército como en la sociedad actual, hasta la llamada guerra contra el terror.

 

2 — Sieranevada (Cristi Puiu)

Parecía que la etiqueta «nuevo cine rumano» (polémica etiqueta creada sobre todo por los críticos online de medio pelo como un servidor) daba síntomas de agotamiento hace no demasiado tiempo, hasta que en los últimos dos años todos los cineastas de renombre del país han sacado nuevos proyectos, unido a otros cineastas que han triunfado por medio mundo. Siendo simplistas, podríamos decir que Cristi Puiu comenzó el fenómeno con La muerte del señor Lazarescu, y ahora regresa con Sieranevada, una maravillosa cinta donde vuelca todas sus obsesiones tanto formales como temáticas. Una familia se reúne para conmemorar la muerte del padre, donde el protagonista, el hijo mayor, reniega de su nuevo rol como cabeza de familia en una obra donde brota un humor surgido de la tensión acumulada y los diferentes puntos de vista sobre las situaciones más dispares. Puiu, te queremos.

 

1 — HyperNormalisation (Adam Curtis)

«Respuestas sencillas a preguntas complejas» parece ser la situación del mundo actual. Pero, ¿cómo hemos llegado hasta ahí? El bueno de Adam Curtis retrocede a la década de los 70. A Siria. A la quiebra del ayuntamiento de Nueva York. Los bancos mandan. Donald Trump. A la guerra Irán – Iraq. A los primeros ataques suicidas en Líbano. La izquierda intelectual se suicida y se hacen yuppies. O mejor, superiores moralmente. Ovnis surcan el cielo mientras el muro cae. Donal Trump pierde un montón de dinero por culpa de la Yakuza mientras Estados Unidos crea enemigos de juguete. Y Gadafi asume su rol a las mil maravillas. Decenas de películas catastróficas emulan, todavía sin saberlo, a los ataques del 11-S. Vamos a crear un nuevo enemigo, Sadam Husein. Gadafi ahora es colega y va a Estados Unidos a dar un discurso en la ONU. Y acampa en una propiedad de un tal… Donald Trump. Gadafi ya no es amigo (otra vez). Siria revienta, el terror se viraliza…

Algunos datos lanzados en este documental pueden y deben ser cuestionados, pero lo que no puedo negar es la lucidez de su responsable y las ideas que maneja. Es, sin duda, la obra audiovisual más estimulante vista en el último año.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *