Lazzaro felice (Alice Rohrwacher)

El ejemplo claro de que no hay que desdeñar una película por la obviedad del mensaje lo tenemos expresado en Lazzaro felice. Cierto es que si la claridad de lo que se quiere expresar viene acompañada de formas amarillistas como en el caso, por ejemplo, de Ken Loach, la cosa se emborrona hasta extremos mitineros insoportables. Por eso hay que agradecer que, en lo que a cine de temática social se refiere, se juegue con las formas y se entre, como hace Alice Rohrwacher en su film, en el terreno de lo alegórico o lo fantástico.

En Lazzaro felice conviven muchos films, y autores (desde Olmi a Visconti), muchos tonos que van del dolor a la alegría, de la inocencia a su pérdida, pero por encima de todo está la moral de la belleza de las cosas, y eso puede incluir cómo filmar un paisaje rural, un entorno urbano decrépito o incluso las vejaciones de una clase alta siempre dispuesta a abusar de su condición poderosa. Con ello no se trata de anteponer una visión reaccionara, ni de imponer una visión edulcorada de la realidad, no. Se trata de que percibamos el mundo con los ojos de Lazzaro, con su inocencia, con su bondad.

Rohrwacher deja muy claro qué consideración le merece la condición humana. Un ‹homo homini lupus› omnipresente, ya sea en forma alegórica como en los actos perpetrados por los personajes. Y, aunque la denuncia del abuso está ahí, no se limita a situarlo en la esfera de poderosos contra desposeídos sino que arremete contra la condición humana entera: mientras haya alguien a quien se considere inferior habrá un abuso de autoridad respecto a él, siendo en este caso Lazzaro el eslabón más bajo de la cadena, como si su bondad pura no tuviera cabida en este mundo.

Estamos pues ante una visión desencantada y amarga no tanto de la sociedad en su forma sino del género humano como tal. Da igual el entorno, urbano o rural, la miseria moral y la mezquindad se convierten en la norma que rige toda relación entre personas. Una consideración sin duda que contrasta dolorosamente con su exposición embellecida.

De alguna manera estamos ante un film duro, que pone de relieve algunas verdades incómodas y que asalta sin piedad a todo tipo de clases y estamentos. Nobleza, burguesía, bancos, mendigos y gente del campo forman parte del mismo ‹corpus› de podedrumbre que lo envuelve todo, convirtiendo a Lazzaro en una especie de fantasma intemporal de actitud imperturbable, feliz en su ignorancia, hasta que esta desaparece provocando un final rabioso, desencantado, pero de un realismo crudo hasta la médula.

Así, Lazzaro Felice se constituye como una pieza de realismo mágico que quizás sea el más hermoso que se haya visto en este año. Un film con alma (torturada) y sensibilidad, pero con un contenido tan amable como un puñetazo en el estómago. Una película que puede hacer feliz parcialmente por sus retratos vívidos y humanos y por esa misma razón también provocar una desazón casi más espiritual que revolucionaria, más estoica que política.

2 comentarios en «Lazzaro felice (Alice Rohrwacher)»

  1. Siento que es una película dedicada ala sociedad que siente debe de recibir. Y nunca dar nada económicamente o afecto
    O apoyo sin esperar de recibir algo a cambio y tratar de sacar provecho de las oportunidades de la vida sin tomar en cuenta la miseria de los menos afortunados
    …lo digo y lo pienso por qué yo soy parte de esa sociedad afortunada por azares de la vida..

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