Hoy… Monsieur Ripois (René Clement)

Francia ha ostentado desde siempre una de las más potentes cinematografías a nivel mundial a partir del momento en que los hermanos Lumiere descubrieran allá por 1894 el cinematógrafo. Fundamentales para la historia del celuloide fueron el Realismo poético francés, movimiento que abarcó la década de los 30 hasta mediados de los 40 con Jean Renoir y Marcel Carné a la cabeza y la idolatrada por muchos ‹Nouvelle vague›, movimiento surgido a finales de los 50 promovido por una serie de cineastas procedentes de Cahiers du Cinema y que suponía una ruptura en los patrones clásicos de hacer cine.

En medio de estos dos ciclones cinematográficos se instalaron una serie de autores de gran calidad. Uno de los casos más llamativos es René Clement. Cineasta con un universo propio que dirigió de todo, desde obras bélicas de suspense como Los malditos, cintas próximas al realismo poético como Demasiado tarde y filmes que anticipaban el estilo de la ‹Nouvelle vague› como esta Monsieur Ripois de la que vamos a hablar en esta humilde reseña. Por si fuera poco lo anteriormente mencionado Monsieur Clement fue el director de dos obras fundamentales en la historia del cine francés, las míticas Juegos prohibidos y A pleno sol. Director que merece por méritos propios su lugar en la historia del cine.

La primera circunstancia que llama la atención de Monsieur Ripois es su modernidad expresada tanto en bellos planos urbanos (muy semejantes a la típica secuencia ‹Nouvelle vague› rodada en medio de la calle ante la sorpresa de los transeúntes) como en la forma de tratar las relaciones amorosas del personaje principal, un auténtico sátiro, mujeriego y embaucador que no duda en usar el noble arte de la picaresca para atraer a sus redes a las bellas mujeres con las que se cruza en la trama. Igualmente Clement tuvo la osadía de filmar uno de los más bellos besos de la historia del cine filmado bajo la lluvia con Gerard Philipe y Joan Greenwood rozando sus labios abiertos de par en par logrando provocar en el espectador un clímax de sensualidad y erotismo difícil de igualar.

La película comienza con una secuencia campestre que nos presenta a André un deslenguado rompecorazones francés que trata de camelar mientras conduce una barca por un lago británico a Patricia, la mejor amiga de su mujer (una británica llamada Catherine). Catherine espera a ambos para tomar el té sentada en una banqueta y cansada de los desplantes de su marido se plantea el divorcio. André espeta a Patricia que está perdidamente enamorado de ella y que no puede vivir sin su presencia con el objeto de conseguir una nueva conquista que añadir a su historial amoroso. Aprovechando la estancia de Catherine en Edimburgo para gestionar los papeles del divorcio, André tratará de disfrutar de la compañía femenina de Diana (la vecina de enfrente) y de la propia Patricia a la que utilizando el embuste de la presencia de Catherine invita a cenar a su casa. André aprovechará la velada como última oportunidad de conquistar a la amiga de su mujer y para ello relatará a Patricia la historia de su ajetreada vida pasando a ser narrada la cinta en un largo ‹flashback›.

Seremos testigos de los comienzos de André como inmigrante llegado a Gran Bretaña después de la II Guerra Mundial trabajando como humilde oficinista. Conoceremos a su primera conquista femenina: la jefa de su departamento, la estirada, dictadora y avinagrada Anne. Cansado del control enfermizo de Anne, André asaltará en el autobús a Norah una tímida y responsable mujer a la que roba sibilinamente un guante mientras lee Lo que el viento se llevó (¿les suena esto a Shame?) para después hacerse el despistado y entregarle el objeto de su robo para entablar conversación con su presa (magistral secuencia rodada con estilo de cine mudo con la maestría habitual de Clement). Esta relación le supondrá la pérdida de su antiguo empleo debido a una despechada Anne. André sin ingresos y sin lugar donde pasar la noche acabará utilizando su atractivo con las mujeres y su picaresca (haciéndose pasar por un falso profesor de literatura francesa) para sobrevivir. El flash back finaliza en el momento del primer encuentro entre André y Patricia en la boda con Catherine.

René Clement no desvela sus cartas de manera que no sabemos si el relato que André ha contado a Patricia es solo una estratagema para intentar conquistarla contando una sarta de mentiras que proceden de su virtuosa mente imaginativa o si por el contrario ha sido sincero por una vez en su vida. La escena final de la película hace entender que se trata más de embustes que de un relato cierto siendo la ambigüedad que emana al finalizar la película un punto magistral que confiere a Monsieur Ripois un punto que volverá loco al más analítico de los cinéfilos que trate de buscar una explicación cerrada a la propuesta que plantea Clement.

Permanecen en la retina las bellas secuencias rodadas a pie de calle que reflejan el ambiente londinense de los años 50 con sus famosas cabinas telefónicas, autobuses de dos pisos, calles cosmopolitas plagadas de ciudadanos con prisas en cruzar los tumultuosos pasos de cebra anticipando el método fílmico de la ‹Nouvelle vague›. Este es un hecho que engrandece Monsieur Ripois como paradigma del movimiento vanguardista “nouvellevaguiano”. Otro punto fuerte de la película es su espectacular fotografía en blanco y negro la interpretación mordaz y libertina de Gerard Philipe. El gran director francés logra mezclar virtuosamente la comedia pícara con el drama agenciando un ‹cocktail› entretenido de gran calidad artística.

Magistral la secuencia casi documental en la que André va a la caza de bellas mujeres en plena calle cuan sediento vampiro en busca de calmar su pulsión sedienta. Observaremos cándidas damas londinenses, estudiantes y mujeres de la calle que ofrecen sexo por dinero sirviendo la película en este tramo como gran documento histórico de la vida en la City a mediados de los cincuenta. Sobresaliente igualmente la secuencia en la que André desesperado por su situación de vagabundo prostituye su dignidad (hecho no reflejado explícitamente por Clement aunque sí implícitamente) para habitar su miseria en compañía de una mujer mayor que no duda en exhibirlo ante sus amigos.

El erotismo presente a lo largo del film es otra de las marcas que se manifiestan a lo largo del metraje y que elevan el perfil de la película. Besos en el pecho, bocas abiertas e incipientes escenas de sutil erotismo rodadas con extrema elegancia por Clement. Porque si una palabra sirve para definir Monsieur Ripois es la elegancia. Planos sugerentes y serenos engalanan la historia de este truhan que intenta sobrevivir en la pujante y deshumanizada (sí ya por esa época las ciudades tenían esta característica) ciudad londinense.

4 comentarios en «Hoy… Monsieur Ripois (René Clement)»

  1. La escena del beso es espectacular, inolvidable para cualquiera que haya tenido el placer de ver la película. Mi favorita de este gran director siempre será Jeux interdits. Gran reseña!!!

    1. Literalmente, cuando lo vi me quedé con la boca abierta. Es de una modernidad increíble esa escena, y toda la película. Película a reivindicar desde ya!

    1. Es una película adelantada a su tiempo. Anticipa el estilo de la nouvelle vague con unas escenas muy pícaras y atrevidas. Es una extraordinaria película y no muy conocida entre los fans del cine francés. Me alegro que te guste!

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