Hostile Dimensions (Graham Hughes)

Doraemon nos enseñó la magia y, para qué negarlo, la comodidad de tener una puerta interdimensional en su bolsillo mágico. La de mundos desconocidos que los niños han descubierto gracias a ese portal al que acceder cómodamente girando un pomo. Graham Hugues, ya en una versión más adulta (y teniendo en cuenta que no es necesario forzar el nivel de madurez), nos invita a reflexionar sobre la vida y el espacio-tiempo con un elemento similar o, sin mucho esfuerzo imaginativo, exacto, que se atreve a elucubrar todo tipo de teorías para hacer funcionar su invento <low-fi>.

Para ello Hostile Dimensions, un más que acertado título, se acomoda en el mundo del ‹found footage›, subgénero que sobrevive a cualquier avance tecnológico que afecte a la captura de imágenes, para mostrarnos la aventura de dos documentalistas —y entonces dispuesto en el mundo del ‹mockumentary›— en pleno proceso de renovar sus límites cinematográficos tras ver un vídeo viral que implica una puerta, una posible nueva dimensión que la atraviesa y una desaparición. Sí, la conspiranoia es parte vital de este trabajo y sí, es plenamente disfrutable.

Con medios ajustados y un exceso de ingenio, el director nos invita a entremezclarnos con estas dos mujeres que representan el humor negro, el escepticismo, la aventura desganada e incluso la salud mental durante todo el proceso de interactuar con una simple puerta colocada estratégicamente en el salón de una de ellas, y que nos lleva a pensar en la también loquísima ‹low-fi› Something in the Dirt de Benson & Moorhead, por aquello de elucubrar en la comodidad de casa. Uno de esos viajes físicos y psicológicos sin necesidad de salir (aparentemente) de la zona de confort, que queda totalmente documentado a través de las distintas cámaras que emplean para ello —un personaje le dice a una de ellas que para no tener un gran apego por la vida, no deja de grabarlo todo—.

La película se convierte en un ‹crescendo› continuo de ensayos y errores para intentar comprender el mecanismo y objetivo de tan singular puerta, que nos lleva desde las posibles explicaciones científicas o sobrenaturales hasta sus implicaciones sociales, y lo hace a través de paradójicas conversaciones y elucubraciones que nos mantienen atentos, despiertos, ‹living› con tan irracional y a la vez plausible experiencia gracias a las afiladas personalidades de sus protagonistas: divertidas, escépticas y siempre dispuestas a ir un poco más allá.

Podría parecer que una puerta, un puñado de cámaras y dos muchachas sin nada que perder conforman una fórmula que se puede desgastar muy rápido. Nada más lejos de la realidad porque Graham, un tipo de gran inventiva, se saca de la manga un dispositivo multivérsico muy bien ejecutado e implementado en nuestra realidad para simular una inimaginable cantidad de posibilidades que van de lo oscuro a lo simpático, y que invita a hacer sus propias reflexiones universales (y vuelvo a ese pasaje en el que aparece el tema de la depresión, que tan bien casa con perder la noción de la realidad propia), reformulando la película entre la intriga y el fantástico en base a un guion deliciosamente bien estructurado que va desembocando en giros argumentales cada vez más irracionales.

Hostile Dimensions es una de esas películas que funciona gracias a una chiflada idea bien ejecutada, que obvia todo tipo de complejos y que juega con el lenguaje para reformular tanto sus opciones como sus mundos. Porque el cine vive de lo que se ve, pero también de su capacidad para sugestionarnos, algo que su director sabe equilibrar en más de una ocasión. Una película que nace de una pequeña ocurrencia y que sabe magnificar sus posibilidades, una de esas propuestas que siempre agradecemos descubrir en un festival como TerrorMolins.

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