Güeros (Alonso Ruizpalacios)

Güeros

Lo primero que hay que comentar de la ópera prima del cineasta Alonso Ruizpalacios es que en ocasiones es irregular y llena de imperfecciones. Pero da igual, porque sus aciertos son de tal grado que se le perdonan detalles en el guión que no terminan de encajar. Siendo francos, Güeros es una de las cintas sorpresas que han pasado por Sarajevo. O no tanto, porque ya venía abalada desde Berlín.

Un chico joven es enviado por su madre a la ciudad de México para que viva con su hermano universitario y la deje tranquila por un tiempo. El detonante, tan mínimo y tan cogido con pinzas como casi todas las subtramas, sirve sin embargo para hacer una radiografía de la ciudad y captar la vida de la metrópolis en una road movie llena de humor y filmada en blanco y negro.

Dividida en varias partes según van moviéndose por una zona u otra (el centro y los garitos de los modernillos y los gafapastas, la convulsa zona universitaria, el norte, el sur, etc) sorprende con la sencillez que están descritos unos personajes arquetípicos que, sin embargo, enganchan al espectador. Nunca tenemos la sensación real de una auténtica motivación para el viaje y la historia de encontrar a un cantante olvidado que era idolatrado por el padre fallecido de los protagonistas resulta débil, tanto o más que algunas capas que tienen los personajes y que no se desarrolla lo más mínimo, como la historia del tigre o el trabajo final de carrera del compañero inseparable del prota.

Pero da igual. Güeros tiene el acierto de no sólo pretender ser fresca sino también conseguirlo, en una divertida cinta de enredos donde finalmente todos encuentran su sitio mientras describe a la perfección una urbe llena de contrastes e historias mínimas en cada rincón. Eso se sustenta en escenas llenas de interés y rodadas con acierto por una cámara que imprime intensidad y que va dejando detalles aquí y allá. A veces falla, pero otras te lleva al cielo. Sí, su gran acierto es sumergirnos de lleno en un relato que de otra manera tendría el calificativo de pomposo o “falso indie”.

Güeros

Así que está road movie, aún con sus imperfecciones, conquista el corazón. No resulta para nada fallida. Se convierte en algo más que una agradable «dramedia» para pasar el rato. Se sigue con interés una historia por mucho que todo resulte una mera excusa. Captura en cada escena sensaciones encontradas y que otros cineastas han intentado sin éxito llevar a cabo. Como ese ambiente universitario poco antes de la marcha. Y es que otro de los grandes aciertos pasa por no sólo ser una buena peli o una comedia llena de momentos geniales, también nos transmite ese espíritu juvenil que recorre la capital mexicana y que de cierta manera es extrapolable a medio planeta.

Los jóvenes de nuestra historia no tienen nada ni a nadie con lo que identificarse. Ni con los alternativos, ni con los revolucionarios universitarios en pie de guerra (aunque se nota que la mirada del cineasta es desde dentro en este caso, por mucho que haya bastante de bendita autocrítica en este caso) ni con la gente de ambientes deprimidos. Pasan por ser unos «slackers» que malviven sin hacer nada a parte de robarle la electricidad a la vecina de abajo.

A todo esto hay que mencionar el juego metacinematográfico que asoma en ocasiones en la cinta y en la autocrítica que se hacen en más de una ocasión a los responsables del proyecto.

Güeros no es una película perfecta y tampoco se esmera por ocultar sus imperfecciones. Las opiniones tras la proyección no podían ser más dispares. Todo eso da igual. Resulta un artefacto cinematográfico que resume a la perfección que significa ser joven en la ciudad más poblada del planeta o en otros lugares. Tiene un irónico más que deprimente punto de vista sobre esos jóvenes perdidos y dando tumbos que buscan algo por lo que luchar.

Una joyita.

Güeros

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